Defensores del Chaco Paraguayo visitan Saltillo
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Protectores de los bosques, del agua, de la fauna endémica son los indios ayoreos del Chaco Paraguayo. Esta semana dos personas comprometidas con la lucha por conservar los recursos naturales han estado en Saltillo y visitado un buen número de ejidos de General Cepeda. Los ayoreo son dueños (en el papel) de medio millón de hectáreas de selva que en los últimos años han invadido empresarios agrícolas brasileños coordinados con gobernantes del Paraguay para extraer millones de árboles y, en su lugar, sembrar soya. De ser habitantes de bosques vírgenes, algunas regiones pueden ser definidas casi desérticas.
En una reunión que tuvo lugar en La Comuna, que Jaqueline Campbell ha puesto al servicio de causas nobles, la promotora que responde al nombre Jieun, nos contó que en la lengua ayoreo hay tantas palabras para designar al agua que es demasiado difícil conocerlas y comprender el porqué de su abundancia: agua que llueve, agua estancada, agua que corre, que nace, etcétera, en total cuarenta (como, por ejemplo, los esquimales tienen ocho maneras de nombrar la nieve). Esto es bonito e interesante, pero hay lugares en que perversos empresarios ya hicieron un desierto. Hoy esas cuarenta denominaciones se transformaron en una: agua. ¿Por qué?, porque no tienen ni para beber. En efecto los árboles eran los que la propiciaban, creaban manantiales hacían llover... hoy la palabra agua se refiere a la que les lleva el gobierno en pipas. ¡Vaya si estamos destruyendo el planeta!
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Jieun viene acompañada por Benno Glauser, de origen suizo, pero que lleva treinta años viviendo y conviviendo con los ayoreo. “A lo largo de los años 90 me dediqué a explorar el norte del Chaco Paraguayo. Estaba fascinado por el hecho de que allí vivieran grupos indígenas –Ayoreo– sin contacto alguno con nuestra civilización moderna. ¿Cómo vivirían? Estaban en la misma región del planeta, pero en otra geografía. Así comenzaron mis viajes: con la comprensión de que, más allá de nuestro mundo, había otros mundos a los que –sin saber bien por qué– me sentía impulsado a acercarme... Necesitaba entender ese más allá”. Esto aparece en su libro, ya famoso, “Huellas del futuro”, título que es un oxímoron, pero que corresponde a la realidad.
Jieun y Benno han conocido las experiencias de los indígenas de Oaxaca y otros lugares de México y vinieron para estar al tanto de lo que se hace por acá. Invitados por Juan Gamboa, campesino del ejido Jalpa, se atrevieron a subir hasta acá, desde el sur de América a nuestro norte. Han estado conociendo el entorno casi destruido por las ciudades. Quedaron espantados con Monterrey, rodeado por montañas hermosas agobiadas por casas de ricos y de pobres.
Asustados de que la gente prefiera el cemento a los bosques. Y, cuando llegaron a Saltillo, ciudad que les gustó, también se impresionaron de que empresarios y gobierno no tengan en cuenta de que se está acosando al mundo natural de manera evidente.
Han estado recorriendo ejidos y les impresiona la lucha de la gente por sostenerse en sus tierras, por sobrevivir, por producir su comida y por ser dignos y felices. Acá el desierto existe de por sí, no como en el Chaco, pero también es atacado, por ejemplo por el basurero de residuos tóxicos que lentamente envenena el ambiente. “Entonces ustedes deberán comprar su agua como los ayoreos”.
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Un dato que nos entrega Benno es que los ayoreo no se rinden sino que pelean por conservar su identidad, su lengua y su cultura. No quieren que las costumbres occidentales los invadan, por lo cual son miles los que se han internado en la selva profunda para volver a vivir como debieron haber vivido sus antepasados antes que llegaran los invasores europeos. Y dice Benno que no quieren relación con nadie.
Jieun y Benno han sido acogidos por los campesinos de nuestro desierto con una generosidad y goce que los ha conmocionado.