Del árbol al frasco: La dulzura de las conservas de temporada
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¿Qué nos dicen las temporadas? ¿Qué nos dice este portal de primavera, que nos invita a gozar de sus frutos, de la benevolencia de la tierra?
Tenemos un sierra dadora y próspera que no llena de colores y sabores esta temporada donde nos comemos a mordidas la vida en amarillos y rojos.
Las mujeres del rancho se preparan para hacer mermeladas de bellos ciruelos y chabacanos que pareciera que tomaras el sol en tus manos para después llevártelo a la boca. Los duraznos como caricias flotan entre las hojas después de una de las floraciones más bellas.
Aquí está presente, única femenina la madre tierra dando, creando y defendiéndose de la mano cruel del humano.
Pero ella, sabia y poderosa, renace y te da jugosos frutos, sigue dando vida, aún cansada siempre renace.
Las conservas de estas montañas y de las cocinas dejan la huella en frascos. Los frutos reflejan una esperanza.
Esta usanzas y costumbres que se exhiben en nuestras cocinas como muestra de la capacidad de hacer que la primavera siga hasta y hasta en el invierno más crudo ahí siga esta representación en las alacenas de la memoria.
El gusto de abrir el frasco hasta que truene. Poner al comal el pan de acero, con una embarrada de estos cantos que no se escuchan. La naturaleza sabe cómo comunicarse.
Ella nos observa todo el tiempo, nos tiene compasión por la inconsciencia con la que la hemos tratado.
Así es fuerte y erguida, mística con su dualidad. También se enoja y se defiende. Pero siempre regresa llena de canastos de ixtle cargados de ciruelos, chabacanos y aterciopelados duraznos.
Visita nuestra sierra, consume frutos locales, agradece y pide permiso para tomar de ella lo mejor de sus poesías escritas en el sereno. Bajo el manto de millones de estrellas se inspira, se ilumina y renace siempre.
Santa y bendita sierra llena eres de gracia y bendito es el fruto de tu vientre.