Delicias de Arteaga (primera parte)

Opinión
/ 8 febrero 2022

En el 2015 comencé con el proyecto de Cocineras Tradicionales de Coahuila. Aunque en un principio pretendía trabajar con mujeres de varios municipios, por diversas razones la vida me encaminó a Arteaga. Ahí organizamos un curso de capacitación donde les mostramos que todos los conocimientos que ellas tenían, referentes a la cocina tradicional, eran muy valiosos y que estaban considerados como patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO.

Después de esto se conformó el primer grupo de Cocineras Tradicionales de Arteaga con veinte integrantes. Entre ellas estaba la señora Salomé, “doña Salo”, ella me contó que había nacido en Arteaga, en 1951, pero que a los nueve años se había ido a vivir al estado de Nuevo León. Se casó a los dieciséis años, porque en palabras de ella “en aquel tiempo la gente se casaba muy joven”, regresó a su pueblo natal y tuvo cinco hijas: Juanita, Olga, Yadira, Guadalupe y Jimena.

Uno de los recuerdos de su infancia más preciados es la imagen de su abuelita “doña Sabas”; ella fue quien le enseñó a cocinar pues era la cocinera oficial del rancho, la mayora, la gente la buscaba para que preparara los banquetes para las bodas, bautizos y cualquier tipo de evento. Allá, en un ranchito de Nuevo León, conoció las bases de la cocina tradicional; cuando doña Salo regresó a Arteaga, comenzó a trabajar en varios restaurantes donde fue aprendiendo otras recetas de cocina tradicional, pero las bases de su conocimiento provenían de la abuelita Sabitas.

De esta forma conoció algunas recetas como el asado de bodas, el pozole y los tamales tradicionales norteños. En ese tiempo, aprendió una receta: tamales envueltos en hojas de acelga y papel aluminio, rellenos de nopal con camarón, asado de puerco, rajas con queso y pollo en salsa verde, en el norte la mayoría de la gente los envuelve en hoja de maíz seco, conocida como hoja para tamal.

En los primeros eventos de las Cocineras Tradicionales de Arteaga, doña Salo y sus hijas los comenzaron a ofrecer, son tamales grandes, vastos y con mucho relleno, vienen acompañados de cuatro salsas, pues están bañados con una crema de frijoles, la tradicional crema de elote, cebolla y chile poblano, salsa de aguacate y salsa molcajeteada. Con un tamal quedas bien servido y bien contento.

Uno de los más grandes orgullos de doña Salomé, son sus hijas, cuenta que todas han aprendido los secretos de su cocina, todas participan y apoyan en los diversos eventos de las Cocineras Tradicionales y de los eventos familiares. La menor de sus hijas, Jimena ha desarrollado un gusto particular por la pastelería y repostería y también presume que aprendió las bases de su mamá para poder preparar pasteles y repostería como cuernitos, dedos de novia y empanadas de cerveza. Como el caso de muchas cocineras tradicionales, los conocimientos se han transmitido de generación en generación.

Para la familia Cerecero la cocina es el centro del hogar y un punto de reunión para la convivencia en torno a la mesa. En una de esas pláticas amenas que tuve con ellas, me contaron que, desde hace muchos años, tienen la costumbre de hacer buñuelos de rodilla el primero de enero, nunca fallan. Aunque se reúnen muy seguido, esta es la única ocasión en que preparan buñuelos y entre todas preparan aproximadamente cinco kilos de masa.

Mientras una de las hijas amasa, otra extiende con el rodillo, después los extenderán con los dedos para dejarlos lo más delgados posibles. Cuando tienen una cantidad suficiente, otra de las hermanas los empieza a freír en aceite y para evitar las burbujas, los presionan con una palita. Cuando los buñuelos salen del aceite se espolvorean con azúcar y canela molida. Doña Salome me compartió uno de sus secretos y me dijo que al momento de amasar agrega un poco de tequesquite molido, para que los buñuelos queden crujientes y para que se deshagan en la boca.

Recibo con gusto sus comentarios en jasc114@hotmail.com. Nos leemos el próximo martes.

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