Desinterés y cinismo: las marcas de una elección presidencial que no ‘prende’
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No creo en las generalizaciones, mucho menos en las que se relacionan con la política. Creo y quiero creer que la vida de las personas es mucho más amplia, entretenida e interesante que su parecer u opinión sobre las cuestiones políticas, en cualquiera de sus niveles. Con todo, la cosa pública acapara necesariamente tiempo y atención al estrecho segmento de la sociedad que se ha ocupado de ella. Es natural, vivimos en sociedad, somos seres sociales. No es sano olvidar que una masa enorme de personas apenas tiene tiempo para llevar pan a su mesa y sobreviven, mal que bien, muy al margen de partidos, elecciones y demás parafernalia de la democracia electoral.
No sé exactamente cuándo comenzó a ser tan notable el cinismo y el desinterés por la política. Pudiera haber sucedido con el retorno del PRI al Gobierno federal con Peña Nieto; quizá cuando López Obrador ganó las elecciones, quizá sea hoy, al término de su gobierno. No creo que pueda establecerse una fecha exacta, el asunto depende mucho desde qué esquina política, ideológica, social o generacional, valoremos, juzguemos o actuemos, pero percibo marcadamente estas actitudes en las generaciones jóvenes y quizá tenga algo que ver con cierto desánimo o desencanto, quizá como resultado del desolador panorama que ofrece día a día la clase política.
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En el periodo que Vargas Llosa llamó “dictadura perfecta”, refiriéndose a los más de setenta años de autoritarismo priista, que llegaron a su punto de quiebre en 2000, ya asomaban cinismo y el desinterés. La oposición partidaria luchaba tanto contra el abstencionismo electoral, como contra un sistema corrupto que no dejaba espacio a disidencia alguna. En el fondo, una parte sustancial de la ciudadanía, específicamente la clase media urbana, sabía que el PRI era nocivo para México, se hablaba de ello, era un secreto a voces, tema de chistes y bromas que no movían a la acción y, por el contrario, eran una válvula de escape y desahogo.
Chava Flores, el talentoso bardo del México urbano y popular cantó, ya en 1975: “¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?... sigue soñando que el PRI ya no anda en zancos, que prestan en los bancos, que dejas de fumar...”.
Entonces, como ahora, la corrupción era el eje del sistema, el que se formaba en la cola y aceptaba jugar con las reglas establecidas, tarde o temprano llegaba a la ventanilla y recibía su tajada. Quizá lo único que podamos decir al respecto es que, corruptos y delincuentes, bien que mal, creían en un proyecto, en un rumbo para el país, el desarrollo estabilizador con sustitución de importaciones era viable y daba juego. Aunque había sí, mucho pragmatismo, de alguna manera muchos buscaban cuidar los frutos de ese acuerdo corrupto, era parte de una doble moral aceptada por abajo de la mesa: con la mano derecha se robaba, y con la izquierda se daba ejemplo de probidad familiar y social.
El desinterés en el proceso electoral federal es patente. Los políticos tienen sin cuidado a las nuevas generaciones, ninguno de ellos representa una opción medianamente creíble o atractiva. A veces, queriendo ver el vaso medio lleno, quiero creer que esto es positivo. Me atrae que los jóvenes crean que pueden salir adelante sin la necesidad del gobierno, de hecho, como idea me encanta. Pero esto sólo puede ser así cuando el gobierno hace bien su chamba y no estorba.
La candidatura de Xóchitl no prende, es el mantra de los opositores frustrados y del gobierno que está apostando a que lo creamos. Desde que López Obrador dejó de hablar de Xóchitl, ella no encuentra brújula para un mensaje pegador entre los ciudadanos. Xóchitl se metió en una camisa de fuerza de la que no ha podido salir: Alito y Marko son un lastre, los pocos gobernadores que conserva el PRIANRD le aplauden mientras negocian con el Presidente más recursos del presupuesto. No se ve por ningún lado la lealtad hacia Xóchitl. El grupo de notables que se anunció, no se ve ni se siente. Enrique de la Madrid parece hacer esfuerzos, pero se le ve sólo. Rubén Moreira parece haber olvidado su eficaz perversidad para la estratégica electoral. ¿Olvido o cálculo, que es todavía más perverso? Claudia, por su parte, es tan aburrida, que su mejor estrategia es no regarla, hacer campaña entre su voto duro y dejar que el Presidente siga haciendo de las suyas, acaparando la atención y los aplausos de su clientela dura.
Sí creo que el cinismo está más fuerte que nunca. Suelo decir a mis amigos o conocidos que, si quieren hacer negocios con el gobierno, deben entender que sólo hay dos sopas: En la fila A están los que dieron dinero para la campaña, aunque no les cumplan a todos. En la fila B, están todos los demás, en ella tienes que ponerte hábil, innovador y generoso, es decir, no puedes competir con un interés creado, la corrupción sigue siendo moneda de cambio, no es fácil captar la atención de un gobernante más interesado en un retiro confortable que en dejar algún legado.
Para las nuevas generaciones, el mantra de la relación con la política y el gobierno es corromper o dejarse corromper. Son los usos y costumbres en México. No existen, ni veo, deseo ni propósito de construir o dejar un legado. El asunto es transversal a todos los partidos políticos, ganó la corrupción como eje central del sistema, y no veo muchas ganas de revertir ese resultado.
X: @chuyramirezr