Digiriendo mi destino

Opinión
/ 5 noviembre 2023

Por: Julio César Rodríguez Pérez

El miedo me embargaba mientras veía cómo cada individuo era purgado implacablemente por sus acciones. El temor se apoderaba de mí y el sudor perlaba mi frente, claro indicio de que sería el próximo en enfrentar un juicio sin piedad. No importaba cuánto me hubiera esforzado, todo culminaría en ese lugar.

La fila de espera se extendía interminablemente detrás de mí mientras que delante solo quedaban dos personas. El destino se acercaba inexorablemente. Una sensación ominosa se apoderaba de mis sentidos. Luchaba por mantener mi mente ocupada, pero era imposible no pensar que pronto sería mi turno. Una angustia inexplicable me invadía, alimentada por la anticipación del peligro.

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Me cuestionaba si lo que sentía era miedo. ¿Acaso el terror limita su origen a la oscuridad o a los fantasmas? Dormía muy en paz después de leer a Lovecraft y Poe. Las posesiones demoniacas causan horror en las películas y aun así jamás di un respingo en las salas de cine. Mis nervios siempre estuvieron a prueba en 17 años y apenas hoy supe que lo mío, en este preciso instante, sí era miedo. Curioso. Nunca en mi vida experimenté tal intensidad de emociones. Sin embargo, me resultaba incomprensible temer a esta situación. La gente suele horrorizarse con las cucarachas, tener fobia a las inyecciones o ni siquiera mencionar a Satanás o sus muchos alias; pero, aunque yo estaba curado de espanto, esta sensación era distinta, era una aprensión en el pecho desconocida y abrumadora.

Mis pensamientos se vieron abruptamente interrumpidos al escuchar el nombre de la persona que estaba por delante. El pánico se apoderó de mí de una forma que nunca había experimentado. Pese a mi ateísmo, comencé a rezar fervientemente. El tiempo se ralentizó; mareos y náuseas invadieron todo mi ser hasta que me resigné a un destino inminente.

Acepté que este evento fuera mi desenlace y reuní fuerzas para enfrentarlo. Soy valiente, no un cobarde. Si la suerte estaba echada, caería como un guerrero en batalla. Me llené de coraje y esperé ansioso a escuchar mi nombre.

Y entonces llegó el momento que menos deseaba. “Arturo Presas” resonó en mis oídos. La certeza de cientos de miradas sombre mí constataron que era mi turno.

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Yo estaba atónito, mi visión se nubló, mis piernas se negaron a moverse y se cerró mi garganta. Un terror indescriptible se apoderó de todo mi ser, pero no había vuelta atrás. Tomé mi cartulina, la pegué en el pizarrón y me preparé para exponer sobre el sistema digestivo. A pesar del miedo que me consumía, decidí enfrentar mi destino con mucha determinación.

JULIO CÉSAR RODRÍGUEZ PÉREZ (Monclova, 2006). Estudia el quinto semestre en el CBTa No. 22 la carrera de Técnico en Ofimática. Publicó “Carta a la madre de un loco” en el periódico Vanguardia (2023) de Saltillo, Coahuila, y en La Tamalera No. VI. Con este relato obtuvo Tercer lugar en el VII Concurso para Relato de Terror, organizado a intramuros por el Taller literario del plantel.

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