Don Pancho y la libertad de expresión (2)
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En la entrega pasada, comenté sobre una conversación que tuve con don Pancho, un hombre de condición modesta: inteligente y trabajador. Ilustré cómo él había pasado, en sus propias palabras, de la mentira mediática nutrida por López-Dóriga, Micha, Ciro, etcétera, al paraíso de la verdad alimentada por su “cabecita de algodón” (como él mismo llama a AMLO de cariño).
Ojo. El adoctrinamiento ideológico de don Pancho no es exclusivo de personas de su condición social, mucho menos de su escolaridad; por el contrario, él es un ejemplo de cómo AMLO catequizó a mexicanos de clases medias y altas por igual.
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Acto seguido, reseñé cómo bajo la consigna de “¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!”, AMLO había erosionado, durante seis años, la inteligencia y el pensamiento crítico que florecen desde la cultura, la ciencia, el análisis editorial y la investigación periodística.
Sus objetivos consistían en generar un pensamiento único, dogmático y nacionalista, sin fisuras diversas, críticas o globales, que apuntalase el modelo hegemónico de la 4T y reducir la libertad de expresión a ese pensamiento.
Para ello, su primera estrategia fue utilizar “las mañaneras” desde la mentira sistemática, arropada por un sofisticado aparato propagandístico que apeló de manera descarada y cínica, una y otra vez, a las emociones o creencias personales de sus millones de adeptos que aprendieron con AMLO a no distinguir entre lo verdadero y lo falso
Segunda estrategia: Desde esa irracionalidad acrítica, AMLO asentó en las mentes y corazones de su ejército un rechazo a creadores culturales, científicos, académicos, analistas y periodistas investigativos con base en estereotipos que publicitaba en “las mañaneras” para etiquetarlos como “fifís, “corruptos”, “sabelotodos”, “alejados del pueblo”, “prianistas”, “neoliberales”, “conservadores”, etcétera.
Esos insultos, como lo señala Gabriel Zaid, cumplieron los objetivos de AMLO con sus feligreses: “(Fue) un desahogo para su resentimiento; (porque hizo) del lenguaje un poderoso instrumento de conexión emocional entre AMLO y ellos; (permitió a él) comunicar mucho en pocas palabras; (le hizo) sentir superior (al mismo AMLO) y le (permitió) decirle al pueblo que él es como ellos” pero no, “como los otros” apestados en el universo cuatroteísta por generar una vida amenazante y peligrosa para la 4T.
Tercera estrategia: AMLO debilitó de manera consciente al sector cultural de tres maneras: redujo el presupuesto anual entre un 3.8 y un 5.8 por ciento; destinó la mayor parte de esos recursos a sus megaproyectos personales, como el Tren Maya y Proyecto Chapultepec y, desapareció los fideicomisos culturales que fortalecían políticas culturales, conservación del patrimonio, cine, becas, etcétera.
Desde su arribo hasta el final de su gestión, María Elena Álvarez-Buylla, extitular de Conahcyt, dedicó sus mejores esfuerzos a perseguir −inclusive, penalmente, a investigadores reconocidos internacionalmente, desapareció fideicomisos, debilitó instituciones en general, y al CIDE en particular, y perdió programas de calidad que habían distinguido al CONACYT ante la comunidad científica internacional.
Su consigna era clara: acabar con todo vestigio de “ciencia neoliberal” para impulsar “(una ciencia nacionalista) que catapultara el liderazgo científico y la independencia tecnológica de México” con una preocupación puntual: “el bienestar del pueblo”.
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Progresivamente, AMLO ahorcó presupuestalmente a los propietarios de medios de comunicación, como Televisa, Milenio, Excélsior, El Universal, Radio Fórmula, etcétera; en el proceso, les obligó a incrustar intelectuales morenistas en sus páginas editoriales, programas de televisión y radio, y al finalizar su sexenio forzó la despedida de los analistas críticos más relevantes del país: Héctor Aguilar Camín, Denise Dresser, Jorge Castañeda, Pablo Majluf, Amparo Casar, Azucena Uresti y Carlos Bravo Regidor, entre muchos otros.
Estas tres estrategias fueron exitosas para reducir a su mínima expresión la libertad de expresión nutrida por la inteligencia diversa y el pensamiento crítico en la ciencia, la cultura y el periodismo.
¿Dará Claudia Sheinbaum marcha atrás? Lo dudo. Los millones de don panchos que abrazan a su amlito de peluche no se lo permitirán.