Dos momentos musicales, una gala y un deceso

Opinión
/ 5 abril 2024

I

Uno de los instrumentos más complejos y demandantes es, sin duda, la voz humana. El canto y su repertorio está considerado por historiadores, críticos y musicólogos de renombre como uno de los más abundantes, complicados y bellos. Lo de la abundancia está muy bien documentado, porque desde tiempos inmemoriales (muchísimos años antes que la existencia de la guitarra, el piano, el violín y la flauta, por mencionar sólo algunos de los instrumentos más conocidos) la voz humana empezó a registrar su presencia y dominio como instrumento expresivo para manifestar lo más hondo del espíritu humano; hablar de la complejidad de su mecanismo merecería varios atriles para mostrar la superioridad no solo del repertorio escrito para la voz, sino para explicar las maravillas anatómicas, fisiológicas y neuronales imbricadas en el canto. Y la belleza está fuera de cualquier discusión (amén de otros tantos atriles para disertar sobre ello).

Valga este preámbulo para comentar la presentación de los solistas y coro de la Compañía de Ópera de Saltillo el pasado 23 de marzo en el marco del cuadragésimo quinto aniversario del Teatro de la Ciudad “Fernando Soler”. Comentar el repertorio del programa, en primera instancia, muy bien vale la pena, porque presentó arias poco conocidas del público saltillense acostumbrado al repertorio de piezas vocales muy trilladas (O mio babbino caro, Que gelida manina, E lucevan le stelle, Nessun dorma, Una furtiva lagrima, Habanera, etc.) y, habitualmente, mal cantadas.

El concierto de gala que ofreció la COSA estuvo muy cuidado, conformado por piezas de mucha dificultad técnica vocal y musical, y de amplitud para todas las voces del registro vocal: seis arias del repertorio operístico francés y siete arias del repertorio italiano, todas acompañadas al piano por su director, el maestro y pianista Alejandro Reyes-Valdés. Arias de Händel, Mozart, Verdi, Massenet, Gounod, Donizetti y Charpentier inundaron el recinto del Teatro de la Ciudad. La madurez esperada a dos años de la aparición de esta compañía empieza a verse reflejada en varios de sus integrantes, gracias al potencial de todos ellos y merced a la preparación y entrenamiento que algunos recibieron en sus estudios de licenciatura en música y las clases magistrales que han recibido de reconocidos maestros de canto. Comentaré algunos aspectos de las interpretaciones más sobresalientes.

Aimée Tamayo, soprano, interpretó el aria “E Susanna non vien?... Dove sono...”, de la ópera Le nozze di Figaro de W.A. Mozart. Dueña de un bello y potente timbre, Tamayo abordó las dificultades vocales y técnicas del aria con madurez y solvencia musical. El aria expresa humillación, emoción contenida y de restricción en la exposición del dolor. Tamayo expresó íntimamente estas emociones de dolor y engaño gracias al manejo y conducción expresiva de su voz .

La música vocal de Mozart, tanto en sus óperas como en sus arias de concierto, se distingue por una línea vocal preñada de dificultad, ceñida al flujo de la respiración y ligada al fraseo implícito en la línea melódica. Cantar Mozart requiere de una técnica bien cimentada y de una intuición musical innata, por lo que podríamos decir, sin exagerar, que se nace para cantar a Mozart. Eva Morón, soprano, interpretó el aria “Come scoglio”, de la ópera Cosí fan tutte, de W.A. Mozart. Morón nos introdujo en el momento de prueba de fidelidad a su prometido, junto con su hermana Dorabella, como una roca (Come scoglio).

Morón conectó unos potentes graves y saltos de octavas con relativa facilidad. Juan Antonio Ortiz, barítono, interpretó el aria de Don Carlo de Verdi, “O Carlo ascolta... lo morró...”, en ella, Ortiz nos regaló una interpretación timbrada, madura, rica en armónicos, con una sólida línea vocal y legatos muy bien logrados, además de una presencia escénica contenida con una tensión bien interpretada.

Después del intermedio el coro de la compañía interpretó el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, acompañado por el dueto pianístico de Alejandro Reyes-Valdés y Éric Valdés Marines. La transcripción para dúo de piano (1850) del genio Franz Liszt fue abordada con relativa facilidad por los pianistas, alcanzando- y rememorando- el sonido orquestal que Liszt desarrolló y aportó al desarrollo de la técnica pianística en el siglo XIX. Afinación, equilibrio y empaste son los elementos corales que aún están en proceso de madurez y equilibrio en el Coro de la Compañía de Ópera de Saltillo, y en el que se percibe un avance paulatino.

II

El 23 de marzo pasado falleció uno de los más grandes exponentes del pianismo de todos los tiempos, Maurizio Pollini. Sin duda, un pianista equiparable a Rubinstein, Horowitz, Brendel, Cortot, Arrau y demás genios del teclado. En un próximo Atril hablaré sobre él.

CODA

“La sociedad necesita del arte. El arte no es una distracción ni una cosa superficial. La cultura y las manifestaciones artísticas son no solo útiles, sino extremadamente necesarias para la sociedad”. Maurizio Pollini.

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