¡Ehhhhhhhhh... Putin!
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Cuando una pareja de amigos truena de fea manera y se da un rompimiento en malos términos, la vida social del grupo entero se ve amenazada, y es que uno se siente comprometido con ambas partes
Es un brete tratar de conciliar y buscar que ambos participen de las actividades sin que se sientan incómodos. ¡Pero es imposible, carajo! Invariablemente llegaremos a la misma conclusión: “¡Ay, ya! ¡Yo cumplo con invitarlos, el que quiera que asista y el que no, que se pique la... la ‘ombliga’”!
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Eso es lo que hay que hacer desde un principio. A fin de cuentas siempre uno se recupera antes que el otro; uno llegará primero con una nueva pareja, más joven y agraciada, mientras que el otro −ahí, todo solo− será quien realmente esté en vías de superar al ex.
Así funciona en el plano de las relaciones interpersonales, más no necesariamente en el ámbito de las relaciones internacionales. Lo menciono por la invitación que la 4T hizo a Vladímir Vladímirovich Putin para que venga a nuestro País y asista a la toma de protesta de Claudia Sheinbaum el 1 de octubre.
La Cuarta Transformación no se distingue precisamente por la estatura de la gente que enaltece; muy al contrario, es un régimen con una marcada predilección por personajes, por decir lo menos, polémicos; y que lo mismo le ha abierto los brazos a Maduro (toma de protesta de AMLO 2018) que a Evo Morales en calidad de “perseguido político” (2019); le ha realizado homenajes al criminal sexual y líder sectario Naasón Joaquín García y le ha cedido la máxima tribuna parlamentaria de México a charlatanes como Jaime Maussán y Claudio Yarto (wtf!?). De manera que invitar a un tirano, autócrata y asesino de primerísimo nivel no es sino el último en una larga lista de desatinos.
Como nación firmante de un montón de convenios y acuerdos internacionales, México no puede hacer como en el ejemplo de líneas arriba: “¡Ay, pos yo cumplo con invitar... y ya el que quiera que venga!”. No. Es un poquito más complejo que eso:
Ante una invasión militar contra un país libre, soberano y reconocido por la comunidad internacional, perpetrada por otro con un mero afán expansionista, se tiene que fijar una postura. No cabe aquí la Doctrina Estrada, tampoco el muy a conveniencia invocado principio de no intervención. No se trata de la “autodeterminación de los pueblos”, hablamos de una invasión militar tan vil y tan políticamente injustificada como las guerras coloniales del siglo 16 en el continente americano, mismas que tanto inflaman el corazón de los chairos y de sus líderes trasnochados. Es el mismo principio: Un imperio tratando de apoderarse de otro pueblo y su territorio nomás por sus “putinescos goebos”.
A estas alturas es como invitar al alemán del bigotito chistoso y no encontrarle nada de objetable.
Pasa que en el discurso pseudo-izquierdoso de nuestro actual gobierno, todo lo que le favorezca a la antigua Unión Soviética (aunque esa madre ya ni existe) le cae, se supone, como patada a los Estados Unidos. Y si le purga a los gringos, entonces es bueno para el mundo, porque “el imperio yanqui está forjado por el intervencionismo militar y la explotación de otras naciones”. Vale. Entonces, para darle en la madre a EU, ¿aplaudiremos que el imperialismo ruso realice operativos militares para intervenir, explotar y adueñarse de otros pueblos?
¡Ah! Porque en la narrativa chairo-cuatrotera, detrás de Ucrania está la OTAN, o sea los Estados Unidos en “drag”, cuyo único propósito en la vida es hacer llorar al pobre del tío Vlad.
A propósito de Putin (“putín”, como dijo Xóchitl en el debate), al dictador se le acusa de adueñarse de la vida política y democrática de Rusia, básicamente de secuestrar al gobierno de su país montado en su oso, con el apoyo de los oligarcas y del ejército. Pero también de otras linduras, como de que los líderes políticos que emergen en la oposición siempre se le mueren “accidentalmente”. ¡Bien curioso, oiga! Lo mismo que aquellos que se atreven a criticar a su lindo régimen e incluso los aliados que llegan a cuestionar sus excesos o manifiestan el menor desacuerdo, un día aparecen difuntos de causas naturales (por envenenamiento, de un tiro o de una caída desde un tercer piso, era natural que todos muriesen).
Pero uno de los crímenes de guerra más infames que a Putin se le imputan es el haber secuestrado a unos 16 mil niños ucranianos para darlos en adopción a familias rusas e internarlos en centros de reeducación, criarlos como rusos, adoctrinarlos y nacionalizarlos para que se olviden de su patria y de su familia.
Sólo por si usted no lo sabía, esta acción está perfectamente reconocida como un crimen de guerra, es decir, una acción que de tan atroz se considera baja, ruin e inhumana aun en el contexto de un conflicto bélico. Es por ello que la Corte Penal Internacional ha girado una orden de aprehensión en contra de Putin, quien de hecho se burla de esta orden y de dicho organismo, al mismo estilo en que la 4T se burla de las instituciones.
Aun así, a la futura presidente de México no le tembló la mano para enviarle a Vladimir Ras-Putin el consabido “te invito a mi fiesta” con todo y Piolín.
Déjeme decirle que hay más posibilidades de que se saque el Melate dos veces consecutivas que las que hay de que Putin se apersone en el guateque de la 4T. Putin será un dictador, pero es un dictador ocupado. Él está haciendo la guerra, cometiendo sus crímenes y haciendo sus cosas de tirano y no se va a distraer con una celebración rascuache en la que de seguro van a cantar Eugenia León y Regina Orozco. Además, Putin no llegó a la edad que tiene y luciendo como villano de James Bond, tragando garnachas y tamales de chipilín.
Y ya sólo para redondear y a propósito de crímenes cometidos en contra de la infancia, apenas la semana pasada, la bancada del partido del Presidente, Morena, en la Cámara de Diputados, votó en contra de elevar a rango constitucional la prohibición de los matrimonios con menores de edad, para que ninguna ley local o de usos y costumbres estuviera ya por encima del veto a esta aberración.
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Pero el partido oficial y por ende, el Presidente que lo maneja, se opuso a esta medida. En dicha sesión del Congreso se dijo que hay aproximadamente unas 28 mil niñas y adolescentes indígenas casadas.
Recordemos que el Presidente desde el inicio de su mandato se negó a condenar esta práctica porque, “son nuestros pueblos originarios y al cabo ni son tantas niñas”.
¿Saben qué? Ojalá que sí venga el camarada Putin a apadrinar el segundo piso de la Transformación... Después de todo, son dignos el uno de la otra.