El abrazo de Mochomos que nunca ocurrió

Opinión
/ 11 octubre 2024

Apenas el pasado jueves 26 de septiembre, después del obligado “pre” en casa de gobierno en Torreón, Manolo Jiménez y Román Alberto Cepeda se dieron un abrazo -metafórico- en la inauguración del restaurante Mochomos de la misma ciudad, que apagaba por el momento, los escenarios apocalípticos derivados de la separación del municipio de Torreón del Mando Único estatal.

Sin embargo, el abrazo nunca fue el de Acatempán, entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero que selló una alianza para luchar juntos por la independencia en 1821. Tampoco fue el de ET y Elliot en la película “ET el extraterrestre” o el de Lord Voldemort y el mago Draco Malfoy en la saga de “Harry Potter”. Y, mucho menos, el de Lilo y Stitch en la película del mismo nombre.

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Erré, por darle esa estatura al abrazo de Jiménez y Cepeda en mi columna publicada el 27 de septiembre con el título: “el abrazo de Mochomos”, cuando en realidad, solo había sido una pausa para degustar de entrada en ese fino restaurante, unos “amarrados de ostión” y unos “camarones chiguili”, seguido por el plato fuerte de un “rib-eye Mochomos” y una “costilla cargada”, y finalizar con postres varios y un perfecto maridaje de vinos a lo largo de la cena.

Terminada la pausa, la terca realidad enterró cualquier resultado concreto que los torreonenses esperaban para probar la veracidad del abrazo de Mochomos.

Finalizada la cena, desintegrado el abrazo y desdibujada la sonrisa, los tambores de guerra, sonaron otra vez.

Los ataques contra Cepeda continuaron por parte de los corifeos del aparato estatal que sin medir consecuencia alguna exigían a Jiménez “un golpe seco y fuerte” de autoridad ante el “reprobable” desacato de Román.

El mismo 27 de septiembre, en Saltillo fue publicada esta noticia: una aplicación de IA designó Torreón como “la ciudad más fea del mundo“, sin duda, para alebrestar el amplificado regionalismo de los torreonenses.

Dos días antes del fallido abrazo, Mario Cepeda, polémico líder popular y regidor electo, en un acto de regularización de tierras y ante la presencia de Román, provocó a Jiménez con estas palabras: “Torreón se cuece aparte, Torreón es de los torreonenses y en esta ciudad, mandamos los torreonenses y apoyamos al Señor Presidente en todo (...) lo que él quiera...”

Sobra decir que las palabras de Cepeda, tan irresponsables como las de los corifeos oficialistas, avivaron, aún más, el fuego separatista y polarizante sin medir las consecuencias.

El primer golpe seco llegó desde las alturas el pasado 5 de octubre: Jiménez nombró a un acérrimo enemigo de Román, Xavier Herrera, de cepa riquelmista, Subsecretario de Asuntos Políticos y Sociales de la Secretaría de Gobierno.

El segundo golpe seco cayó desde las mismas alturas el pasado 7 de octubre: una denuncia contra Mario Cepeda “por presunta agresión contra una mujer en un evento oficial en 2022 fue desempolvada y éste fue “inhabilitado para ejercer el cargo y deberá portar un brazalete como medida cautelar.”

En esta descabellada espiral de golpes secos lanzados desde las alturas, el próximo sería solicitar juicio político a Román, a través de Antonio Attolini, diputado morenista, para impedir su segundo arribo a la alcaldía de Torreón.

Por lo que, sin cuestionar el derecho legítimo de Manolo para imponer como gobernador su autoridad; y, mucho menos, arrojar por la borda, el derecho legítimo de Román para afirmar como alcalde la autonomía municipal de Torreón, me pregunto: En un entorno regional y nacional en llamas; ¿a quién beneficia este conflicto?, ¿al crimen organizado siempre atento desde Durango y Tamaulipas para aprovechar la mínima grieta en la clase política gobernante?, ¿o a Morena que tiene ya las garras bien afiladas con la torva mirada de Shamir y Salazar para llegar a la alcaldía en 2027 y, luego, a la gubernatura en 2029? Con estos pleitos internos, ¿que tanto durará el blindaje en seguridad y en política de Coahuila?

¿Acaso votamos por ellos para que nos metieran en esas interrogantes que ponen en grave riesgo nuestro presente y futuro?

De no pararse en seco este conflicto, Jiménez y Cepeda perderán y, con ellos, perderemos los torreonenses, los laguneros y, eventualmente, los coahuilenses.

Al tiempo.

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