‘El ánima de Sayula’, una de las mejores joyas de la musa popular en México

¿Quién escribió ese desaforado poema que puso jocundidad y picardía en nuestra adolescencia? Se atribuye al abogado Teófilo Pedroza, que lo habría escrito en 1870, o por ahí. Yo he preguntado en el lugar mismo del suceso, y nadie me da razón de otras obras del autor de esta ingeniosa picardía, una de las mejores joyas de la musa popular en México.
“El ánima de Sayula” es un relato escrito en verso quizás en los primeros años del pasado siglo. Se compone de 59 cuartetas octosilábicas. Narra la historia de un individuo, pobre de solemnidad, llamado Apolonio Aguilar. Trapero de oficio, compra y vende trapos, papel, botellas y otros objetos de desecho. Su mísero comercio no le da ni para comer: pasa hambre con su esposa y con sus hijos.
Este hombre ha oído muchas veces la conseja del ánima de Sayula, según la cual todas las noches se aparece en el panteón del pueblo un alma en pena que intenta comunicarse con algún humano. Su empeño es vano, pues todos huyen espantados cuando ven al espanto. Seguramente, piensa Apolonio, el fantasma quiere revelar el sitio donde enterró un tesoro, para así liberarse del castigo que lo hace vagar en muerte por la vida.
Está convencido el trapero de que quien oiga el mensaje del espectro se hará rico. Así, comunica a su esposa su decisión de hacer frente al ánima para sacarle el secreto del tesoro. Ella trata de disuadirlo del intento, pero el hombre está desesperado; nada lo apartará de cumplir su determinación.
Una noche, pues, va al cementerio. El presunto autor del poema debe haber sido un hombre de cultura: posee un buen oficio de versificador. Hay en su estilo ecos de Zorrilla o Espronceda.
Se le aparece el espectro, efectivamente, al desdichado Apolonio. Pero no le revela el secreto de un rico tesoro, no. Le pide algo que el trapero no estuvo dispuesto a entregar. ¡El ánima de Sayula era el fantasma de un homosexual activo que había pasado a mejor vida, y que buscaba en la otra lo que en ésta no pudo nunca conseguir! Huye presuroso Apolonio para librarse del delicado trance. Y termina el poema con una moraleja:
Juan Rulfo, el genial inventor de Pedro Páramo, dijo siempre que había nacido en Apulco, cerca de Zapotlán, Jalisco. No era cierto. La verdad es que nació en Sayula. Ahí está su acta de bautismo, que no deja ningún lugar a dudas. Tampoco nació en 1918, como afirmaba, sino en 1917. Se quitaba un año de edad, y cambiaba el sitio de su nacimiento, pues lo molestaba mucho que cuando alguien mencionaba a Sayula siempre salía a colación la famosa historia del fantasma.