El apocalipsis cotidiano: Rusia y Ucrania en guerra
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Cuando el 24 de febrero de 2022 los tanques rusos cruzaron la frontera ucraniana, el mundo entero se estremeció. Era el inicio de una guerra que, dos años después, parece haber redefinido el concepto de conflicto en el siglo 21. Lo que comenzó como una invasión relámpago con promesas de victoria rápida para el Kremlin, se convirtió en una pesadilla de desgaste donde Ucrania, con la ayuda de Occidente, ha resistido mucho más de lo que cualquiera hubiera imaginado. Sin embargo, el conflicto no sólo ha redibujado las dinámicas entre Rusia y Ucrania, sino que ha dejado marcas profundas en el tablero político, económico y social global. Algunos dicen que estamos al borde de una Tercera Guerra Mundial, otros insisten en que los mecanismos de la diplomacia, aunque erosionados, siguen siendo el último escudo de la humanidad. ¿Qué tan cerca estamos realmente del abismo?
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El reciente uso de misiles de largo alcance, ATACMS, por parte de Ucrania, autorizados por Estados Unidos, marca un nuevo punto de inflexión en el conflicto. Este armamento, que permite ataques de precisión en territorio ruso, ha llevado las tensiones a niveles inéditos. A esto se suma la participación de tropas norcoreanas en apoyo a Moscú, lo que demuestra cómo la guerra ha dejado de ser un asunto meramente regional para convertirse en una confrontación global por delegación. En respuesta, Rusia ha ajustado su doctrina nuclear, planteando el uso de armas de destrucción masiva en caso de agresión por parte de potencias nucleares. Este juego de amenazas y contramedidas, en el que cada movimiento parece destinado a escalar el conflicto, alimenta el miedo de un enfrentamiento directo entre superpotencias. Sin embargo, a pesar del dramatismo de los titulares y la retórica incendiaria, la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial sigue siendo, afortunadamente, remota.
¿Por qué no estamos al borde del abismo? Porque, en un mundo tan interconectado como el nuestro, la guerra nuclear ya no es una carta que los líderes mundiales pueden jugar sin consecuencias inmediatas para su propia supervivencia. Los principales actores lo saben. Estados Unidos y sus aliados han mantenido un apoyo calculado a Ucrania, lo suficientemente fuerte para resistir, pero sin cruzar líneas rojas que podrían desatar una respuesta directa de Moscú. Por su parte, Rusia, aunque cada vez más aislada y empujada a alianzas dudosas, como la de Corea del Norte, también comprende que una guerra abierta contra la OTAN sería suicida.
Esto no significa que el conflicto carezca de consecuencias profundas. La guerra ha sido una tragedia humanitaria en Europa como no se vio en décadas. Millones de ucranianos han sido desplazados, sus ciudades devastadas y su economía gravemente dañada. Pero las consecuencias no se limitan a Ucrania. El conflicto ha exacerbado la crisis energética global, con Europa enfrentándose a precios récord de gas y petróleo. También ha provocado una crisis alimentaria, ya que Ucrania y Rusia son dos de los principales exportadores de cereales del mundo. En términos políticos, la guerra ha consolidado bloques ideológicos: Occidente frente a un eje Rusia-China-Corea del Norte, en un reacomodo de fuerzas que recuerda a la Guerra Fría.
El mundo que surge de este conflicto es uno marcado por cambios acelerados. Políticamente, se ha demostrado que la democracia, aunque frágil, sigue siendo un modelo que inspira resistencia y unidad, como lo ha demostrado Ucrania. Socialmente, hemos visto un auge en el apoyo internacional a los refugiados y a las causas humanitarias, aunque también el peligro de la polarización y el discurso del odio alimentado por la propaganda. En términos económicos, la guerra ha acelerado la transición hacia energías renovables en Europa, que busca reducir su dependencia de Rusia, pero también ha hecho evidente la vulnerabilidad de las cadenas de suministro globales.
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En medio de este caos, ¿qué oportunidades hay para el mundo? Quizás el mayor aprendizaje que nos deja esta guerra es que las soluciones a los conflictos no pueden venir solo de las armas. Las encuestas muestran que una mayoría de ucranianos empieza a apoyar negociaciones de paz, un giro significativo en la narrativa de resistencia inquebrantable. Esto abre la puerta a una oportunidad para que la diplomacia recupere su lugar como herramienta principal para resolver disputas. La reconstrucción de Ucrania también puede convertirse en un modelo de colaboración internacional, uniendo a gobiernos, organizaciones y empresas en un esfuerzo sin precedentes para restaurar lo perdido.
Como dijo Churchill, “el éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. Tal vez el mayor éxito de nuestra generación será aprender de estas crisis y encontrar caminos que nos llevarán, no al fin, sino a un nuevo comienzo.
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