El ciudadano en el proceso electoral 2024 (1/2)

Opinión
/ 6 septiembre 2023

La última encuesta nacional de vivienda del Grupo Reforma aporta datos interesantes y muy dignos de estudiar y discutir. Destaco dos preguntas del cuestionario, por un lado, el seguimiento a la aprobación del Presidente de la República y, por el otro, la relativa a la percepción ciudadana de los problemas más graves que aquejan al país. En esta primera entrega de dos, discutamos primero lo relativo a la aprobación presidencial.

No es de sorprender la aprobación de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de la República. El 60 por ciento de los mexicanos aprueban el desempeño presidencial y sólo un 38 por ciento lo desaprueba.

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Propongo dos observaciones sobre este particular, una para cada extremo del espectro político. Primero, no debe sorprendernos ese alto índice de aprobación, prácticamente todos los presidentes hasta el último año de ejercicio, con excepción de Enrique Peña Nieto, han contado con el beneplácito mayoritario de los mexicanos.

Este fenómeno no es nuevo, aunque quizá sorprenda porque contrasta con la ya mencionada excepción a esta regla: Peña Nieto, su antecesor inmediato. Aparte de este, todos han gozado de buenos números.

¿Será un caso de rendición cultural ante la fuerte figura presidencial? ¿Será una suerte de cariño que va generándose a lo largo del sexenio? ¿Será que el afecto a la persona es inseparable del cargo que ostenta? Creo que algo hay de las tres en esta aceptación. En México, la figura del Tlatoani, el hombre fuerte que todo lo puede, está enraizada en lo más profundo de nuestra cultura política.

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Aunque lo anterior es un hecho cierto e histórico, considero que no deben menospreciarse estos números. La oposición sostiene una y otra vez que no son relevantes porque siempre ha existido ese nivel de aprobación. Lo cierto es que no podemos negar que afectan a la oposición y benefician a la virtual candidata oficial, Claudia Sheinbaum, y a su partido.

Sería entendible una aprobación de esa magnitud en un sistema centrípeto que busca el consenso y apoyo de otros partidos y de la sociedad, pero en un Gobierno totalmente centrífugo, al que no importa el acuerdo y que construye su popularidad atacando al opositor y cortejando sólo a sus seguidores, es algo muy distinto. Sin duda creo que la popularidad del Presidente tendrá impacto en el proceso, más aún con una candidata de Morena que no irradia carisma. Al menos de inicio, la popularidad presidencial no ayuda al Frente Amplio por México.

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