El 2024 (año electoral) y los extremismos en la Iglesia
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La polarización en la Iglesia Católica no es cosa nueva, tampoco lo es en la mayoría de las religiones. Sea por cuestiones doctrinales, morales, políticas o socioeconómicas, no es raro que se den enfrentamientos entre corrientes antagónicas de pensamiento. De hecho, como institución, la Iglesia Católica tiene mucha más historia recorrida en materia de conflictos que las instituciones civiles. La jerarquía sabe lidiar con las pasiones desbordadas de grupos que hoy consideramos de ultraderecha o de ultraizquierda. En el pasado, estos grupos han recibido diferentes denominaciones.
A finales del siglo 19, cuando el socialismo adquirió mayor presencia, muchos católicos, tanto laicos como clérigos, percibieron esta corriente de pensamiento y acción como la gran respuesta a la enorme desigualdad que resultó de la Revolución Industrial. Muchos otros, desde una situación de privilegio, escudados en una ortodoxia doctrinal, salieron en defensa del capitalismo sin controles, como ruta única para enfrentar los problemas sociales agudizados por el sistema económico. Frente a estas dos posturas antagónicas, el Papa León XIII defendió la esencia de la doctrina Católica en su encíclica Rerum Novarum, texto sobre cuyos cimientos se iría construyendo la Doctrina Social de la Iglesia Católica.
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Todos los Sumos Pontífices han tenido que mediar en el enfrentamiento teórico y práctico entre estos extremos y con las muy divergentes lecturas de la doctrina construida e impulsada a partir de León XIII, que unos y otros han hecho, tanto de palabra como de obra. Muchos Papas han sido señalados por ser más de derecha que de izquierda, más ortodoxos o liberales o que pusieron más énfasis en unos temas que en otros, sin negar ninguno.
Al igual que los regímenes civiles, los eclesiásticos no han sido inmunes a las debilidades del mundo. Más que el fracaso de uno u otro modelo, el golpe letal les ha llegado por el lado de la soberbia y sus consecuencias: la sed de poder, la ambición, la corrupción, los abusos sexuales. El Papa Francisco llegó al Pontificado en ese contexto, después de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, dos papas considerados de derecha, situados en realidad más en el centro con inclinación o preferencia a la vida y la familia. De no ser así, la llegada de Francisco habría sido imposible.
Suele ubicarse a Francisco en la izquierda, aunque en realidad está en el centro, con inclinación o preferencia por temas sociales, su postura se entiende después de treinta y cinco años de que estos temas ocuparan un lugar secundario. Una señal clara de su ubicación centrista radica en que uno de sus principales problemas es una porción de la iglesia alemana, cuyos voceros más conspicuos se ubican claramente en el extremo izquierdo de la doctrina cristiana. Su posición no lo libra de los ataques de sectores más conservadores, en especial de Estados Unidos, encabezados por el Cardenal retirado Raymond Burke y la cadena de televisión católica EWTN.
La repentina irrupción en la escena política mexicana del actor Eduardo Verástegui, a quien impulsan los conservadores más radicales de Estados Unidos, tiene lugar en este marco general de confrontación dentro de la Iglesia Católica. Se lanza a una cruzada de “salvación nacional” utilizando el discurso de los ultraconservadores en todo el mundo. Términos, conceptos, categorías abstractas, ahistóricas, fundamentalistas, caracterizados por su escasa formación política, dividen y enfrentan a amplios sectores de la sociedad. Su mensaje simplista lo presenta como una especie de predicador, sabelotodo, aunque desconoce lo más básico de la teoría, la práctica y la técnica que requiere el tratamiento de los retos políticos, económicos, sociales y culturales propios de las sociedades modernas.
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En 2024, Verástegui será un simple peón en una lucha que no entiende. Está más cerca de Donald Trump que a Francisco, así de fácil, no hay más que decir. Es un converso repentino, un fundamentalista que, como muchos otros de un día a otro, lo saben todo y se arrancan perorando simplezas, pontificando y condenando toda palabra que no sea la suya. Lo utilizarán quienes con la bandera del catolicismo “puro” pactaron con Trump en Estados Unidos. Poco les importó el pasado y el presente del candidato, la liviandad ética de sus actos públicos, no sólo los sexuales, sino los empresariales. Estos grupos optaron por pactar con un pitbull que les cumpliera, a cambio de darle poder. Les funcionó una vez, quizá les funcione una segunda. No será fácil, aunque ya han avanzado mucho en sus temas prioritarios, la vida en el vientre, aunque ataquen sin piedad, la vida del bebe migrante cuyos padres huyen del hambre y la muerte.
Vivimos tiempos de polarización. No es la primera vez que sucede en nuestro mundo y en la Iglesia. No es el fin del mundo. Pero conviene saberlo. La reflexión histórica es una brújula indispensable para los retos que enfrentamos como sociedad.