El gran milagro

COMPARTIR
TEMAS
“El hombre está verdaderamente vivo cuando toma conciencia de sí mismo como dueño de su propio destino para la vida o para la muerte, percatándose del hecho de que su realización final o su destrucción dependen de su libre albedrío, y dándose cuenta de su capacidad para decidir por sí mismo. Éste es el comienzo de la vida verdadera”.
Estas palabras pertenecen al monje trapense Thomas Merton (1915-1968), quien fue uno de los poetas, pensadores y escritores más influyentes del siglo pasado sobre el tema de la espiritualidad.
Gracias a su sensibilidad supo ser un extraordinario observador de las convulsiones sociales del siglo XX lo que, a la vez, le permitió visualizar las contradicciones y los retos espirituales que el siglo XXI traería consigo, de los cuales somos testigos.
Merton fue un aguerrido pacifista en un tiempo en donde la hecatombe nuclear, la guerra fría y el conflicto de Vietnam quebrantaban las conciencias del mundo, para él “la raíz de la guerra es el miedo”; también se distinguió por ser férreo defensor de los derechos humanos y civiles, por ello, siempre proclamó la necesidad de ser personas sencillas y fraternas.
En este contexto, es necesario apuntar que para Merton “la ciudadanía propia, el lugar donde nacimos o vivimos, es parte de la llamada que recibimos de Dios”, así lo expresaba: “la nacionalidad de cada uno de nosotros debería llegar a tener un sentido a la luz de la eternidad”.
ORFANDAD
Morton nació en Francia, en el seno de una familia con una profunda sensibilidad artística; desafortunadamente, siendo adolescente perdió a sus padres y a su único hermano. Esta orfandad le brindó un especial gusto por la soledad y la reflexión, realidad que influiría significativamente en su forma de pensar, así como en los libros que luego escribió.
En Francia obtuvo su formación básica, luego estudió en Inglaterra. En 1934, se trasladó a Nueva York donde terminó sus estudios doctorándose en la Universidad de Columbia, siendo francés de nacimiento asumió la ciudadanía norteamericana.
CONTEMPLAR
Merton se convirtió al catolicismo y en 1941 ingresó en el monasterio trapense de Gethsemani, en Kentucky, Estados Unidos, para luego ordenarse sacerdote en 1949, aunque, cabe mencionar, que siempre estuvo abierto a otras experiencias religiosas.
Merton fue promotor de la vida contemplativa, influyendo a innumerables personas, especialmente en los jóvenes; pero su invitación no fue para el aislamiento, sino más bien para el humanismo, así lo refiere: “solo lo que es auténticamente humano cuadra para ser ofrecido a Dios”; por tanto, “no podemos ser santos si no empezamos siendo por encima de todo humano”.
TRANSFORMACIÓN
La transformación existencial de Merton se puede comprender en su autobiografía “La Montaña de los siete círculos”, obra magistral que lo hace mundialmente celebre.
Merton tuvo la capacidad de amalgamar los problemas reales del mundo con la espiritualidad, proponiendo que las personas podemos abrigar la felicidad llevando una vida plena si somos conscientes de la importancia del desapego de las cosas, si renunciamos al materialismo. En esta obra se puede descubrir que Merton “fue un hombre de Dios intensamente humano. Buscó a Dios como podríamos hacerlo cualquiera de nosotros”.
En todos sus libros y ensayos se puede encontrar lo que su editor destacó: “Merton alumbró a Dios en sí mismo al escribir sobre la necesidad que él mismo sentía de que Dios naciese en él. Merton se convirtió en monje escribiendo acerca del proceso de convertirse en monje. Escribió acerca de su condición de perdido para que Dios lo encontrara rápidamente”.
GOZO
Merton también escribió “El camino de Chuang Tzu”, una colección de fragmentos del filósofo y taoísta chino Chuang Tzu (siglo II a. C.) que recreó bajo la mirada del siglo XX.
En este libro existe un pasaje: “El gozo perfecto”, cuya lectura hoy viene como anillo al dedo; por ello, me he tomado la libertad de compartirlo editándolo, respetuosamente, por la tiranía del espacio:
“¿Existe sobre la Tierra una plenitud de gozo, o acaso no existe tal cosa? ¿Existe alguna manera de hacer que la vida sea realmente digna de vivirse, o es imposible? Si existe esa manera, ¿Cómo es posible encontrarla? ¿Qué debemos intentar hacer? ¿Qué debemos intentar evitar? ¿Cuál debería ser la meta en la que nuestra actividad llega a su fin? ¿Qué debemos aceptar? ¿Qué debemos negarnos a aceptar? ¿Qué debemos amar? ¿Qué debemos odiar?
Lo que el mundo valora es el dinero, la reputación, la larga vida, los logros. Lo que considera goce en la salud y el bienestar del cuerpo, la buena comida, la buena ropa, las cosas bellas de ver, la música agradable que escuchar. Lo que condena es la falta de dinero, un rango social bajo, la reputación de no valer para nada y la muerte temprana. Lo que considera desgracia es la incomodidad corporal y el trabajo. La falta de oportunidad de hartarse de buenas comidas, no tener ropas elegantes, no tener miedos para entretener o deleitar la vista ni música agradable para oír.
Si la gente se encuentra privada de estas cosas, le entra el pánico o la desesperación. Está tan preocupada por su vida, que su ansiedad se la hace insoportable, incluso cuando tiene todo lo que cree desear. Su propia preocupación por divertirse la hace infeliz”.
CUANTO MÁS...
“Los ricos hacen tolerable la vida, esforzándose por conseguir cada vez más dinero que, en realidad, no pueden usar. Al hacer esto, quedan alienados de sí mismos y se agotan a su propio servicio, como si fueran esclavos de alguna otra persona.
Los ambiciosos corren día y noche en persecución de honores, constantemente angustiados por el éxito de sus planes, temiendo el error de cálculo que lo puede echar todo a perder. Así, están alienados de sí mismos, agotando su vida real al servicio de una sombra creada por su insaciable esperanza.
El nacimiento de un hombre es el nacimiento de su dolor. Cuando más tiempo vive, más estúpido se vuelve, porque su ansiedad por evitar la inevitable muerte se hace cada vez más aguda. ¡Qué amargura! ¡Vive para algo que está siempre fuera de su alcance! Su sed de supervivencia en el futuro lo hace incapaz de vivir en el presente”.
WU WEI
(...) “No puedo decir si lo que las personas consideran “felicidad” es felicidad o no. Lo único que sé es que, cuando considero la manera en que buscan conseguirla, los veo arrastrados de cabeza, adustos y obsesionados por la marea general del rebaño humano, incapaces de detenerse o de cambiar de dirección. Continuamente afirman estar a punto de alcanzar la felicidad.
Por lo que a mí respecta, no puede aceptar sus parámetros, ya sean de felicidad o de infelicidad. Me pregunto si, después de todo, su concepto de la felicidad tiene realmente algún significado. Mi opinión es que nunca se encuentra la felicidad hasta que se deja de buscarla.
Mi mayor felicidad consiste precisamente en no hacer absolutamente nada pensado para obtener la felicidad; y éste, según el criterio de la mayor parte de la gente, es el peor de todos los caminos posibles.
Me remito al dicho de que: “El goce perfecto es carecer de él. La alabanza perfecta es carecer de alabanzas”. Si preguntáis “qué hacer” y “qué no debe hacerse” sobre la Tierra para obtener la felicidad, yo contesto que estas preguntas no tienen respuesta. No hay forma de determinar tales cosas.
Y, aun así, al mismo tiempo, si dejo de buscar la felicidad, el “bien” y el “mal” resultan inmediatamente evidentes por sí mismos. El contento y el bienestar se hacen posibles al instante en el momento en que se deja de actuar con ellos en la mente; y, si se practica el no-hacer (wu wei), se consigue tanto la felicidad como el bienestar”.
UNA MARIPOSA...
Concuerdo con Merton: “la felicidad es como una mariposa. Cuanto más la persigues, más huye. Pero si vuelves la atención hacia otras cosas, ella viene y suavemente se posa en tu hombro”.
Lo paradójico de la felicidad reside en que ésta se escapa al pretenderla al buscarla, pero, al regalarla, tal como lo comenta Follereau, surgirá el gran milagro: “la felicidad es lo único que estamos seguros de poseer cuando la hemos regalado”, y esto suele suceder cuando se comprende que vivir es hacer vivir y que la felicidad, por tanto, es incomprable.
Programa Emprendedor
ITESM Campus Saltillo
cgutierrez@tec.mx