El Jardín de Venus

Opinión
/ 19 octubre 2025

Por: Sofía Jazmín García Hernández

Más que un poemario erótico, una crítica a la hipocresía religiosa. El Jardín de Venus, poemario de Félix María de Samaniego, es un libro que no es para todo el mundo. Al leerlo nos adentramos en un terreno peligroso, hablamos no sólo de infidelidades o el libertinaje en el ámbito sexual. Vamos un poco más allá, tomando como tema principal la crítica a la hipocresía religiosa y cómo los presbíteros se hacen pasar por fieles al Señor; pero, como cada ser humano, terminan cediendo ante los deseos carnales que en los versos del autor son expresados con humor de doble sentido, humor negro y algo de ironía.

Sus textos eran conocidos desde 1780, pero fueron publicados todos juntos hasta 1921. Así de censurados fueron por la Iglesia, menos por sus amigos que los guardaron para la posteridad. Y es que en muchos de los poemas se utilizan a figuras religiosas como sacerdotes, frailes y monjas de muchas maneras, excepto de la justa que esperan todos. Más que figuras eclesiásticas, son humanos corrompidos por el deseo sexual, tanto así que llega al descaro.

El poema “La Beata” es un ejemplo de todo lo contrario a lo que predica la iglesia católica. Fue uno de mis textos favoritos justo por eso mismo. En tono algo irónico, el sacerdote hace un rito que es todo, menos algún tipo de exorcismo. Para mí, es más que obvio que la beata no era nada tonta y el padrecito muy vivo; o sea, un ejemplo perfecto de cómo por años los sacerdotes utilizaron su posición para “aprovecharse del prójimo” con la justificación de que comete algún acto de santidad. En este caso, él liberará a la beata de algún demonio maligno, si así se le puede llamar a la necesidad de quitarse el celo de carne viva.

Como nuestro profesor Miguel García siempre nos dijo que la poesía lleva figuras retóricas o literarias, no podía dejarlas de lado en este texto para demostrar que la lírica también es pícara, colorada, erótica, sutil. En este poema hay una metáfora cuando dice: “el diablo va saliendo... aún está rugiendo”. Esta frase para mí hace alusión a que la beata casi llegaba a su clímax o, siguiendo el rumbo de la historia, al fin del martirio que le causaba el demonio. Y como este recurso hay muchos otros.

Samaniego no niega la existencia del deseo, sólo lo toma de manera diferente a lo que en la época podía expresarse. Incluso hoy en día es peligroso cuestionar la autoridad de párrocos, sacerdotes, frailes o monjas. El simple hecho de hacer referencia a temas sexuales es como hablar del mismísimo diablo. Así, en El jardín de Venus se muestra sin máscaras la inmoralidad de quienes predican la rectitud en cuerpo y mente.

Otros poemas como “Las tijeras del fraile” o “El confesor y la beata” también son representaciones del abuso que se vivió en la iglesia, disfrazado de apoyo y solemnidad. En ambos se ve la intención de buscar algún tipo de soborno por el “apoyo” que dan. En el primero, el fraile aprovecha su autoridad para fiarse de una mujer inocente en el área sexual; en el segundo, se negocia el perdón a cambio de bienes materiales, algo más común gracias a los listillos sacerdotes y las ingenuas creyentes.

Este libro impreso postmortem es toda una obra erótica sin pudor alguno para exhibir la doble vida del clero. Para juzgar así, el autor no tiene pruebas, pero como dice el refrán: Si el río suena... Entre humor y eufemismos, este poemario es una crítica llena de sexo que demuestra que no importa cuánto se intente, el deseo carnal existe y todos terminan cayendo en el placer. Asegura que incluso en la iglesia no sirve de nada reprimir la alegría del error, es inútil; en cambio, lo que no es inútil es predicar lo contrario tal vez con la esperanza de que al pregonarlo se borre su mancha. A pesar de que el pecado no sea borrado, funcionan los sermones sobre llegar virgen al matrimonio y tener relaciones con el único objetivo de procrear. Si sus discursos fueran del todo funcionales, no habría hijos no reconocidos por monjas en los orfanatos o basureros.

Dejémoslo como que este libro no es sólo una burla al clero, es una crítica a toda una sociedad de poder en el catolicismo que va por la vida amparándose con su religión para controlar y resguardarse por siglos; además, esta joya oculta por mucho tiempo representa el erotismo en varios sentidos y aplaude la libertad sexual. La breve obra de Saramago, famoso por sus fábulas morales para las infancias, se dedica a desenmascarar el poder eclesiástico y hace pensar sobre cuál es la verdadera personalidad del sacerdote que ves cada domingo; o si sus oraciones son por la paz mundial o para que la madrecita no sea madrecita, si sabe a lo que me refiero.

SOFÍA JAZMÍN GARCÍA HERNÁNDEZ (Cuatro Ciénegas, 2007). Egresada del CBTa No. 22 en la carrera de Técnico en Servicios de hospedaje. Desde niña tuvo la dicha de conocer la lectura y es apasionada de la música. Fue impulsada a regresar al taller de narrativa, gracias a su mejor amiga. Ha sido primer lugar en el concurso de oratoria de los InterCBTas 2023, Diputada juvenil del Congreso del Estado 2024 y autora publicada en Vanguardia con textos como “Mazorca perfecta” (2023), “Testimonio de la oradora” y “Audiencia en 5B” (2025).

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