El retorno a las aulas haciendo honor a un esfuerzo conjunto

Opinión
/ 19 octubre 2021
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La experiencia educativa en la pandemia ha tocado lo mismo a maestros como a estudiantes y a padres de familia. De mayor manera que en el pasado reciente, la educación se convirtió en
un proceso en el cual los padres se acercarían más a cada una de las etapas del
proceso.

Definitivamente no era lo mismo asistir a juntas escolares o recibir las calificaciones mes tras mes que todos los días estar al pendiente de los contenidos, del envío por parte de los profesores de archivos y guías, y de hacer llegar a estos las evidencias de que sus hijos estaban realizando cada una de las actividades. Fue una labor titánica de los padres de familia en algo para lo que no estaban familiarizados, y lo mismo puede decirse de los maestros que hubieron de enfrentarse a una forma inédita para establecer contacto a través de los medios electrónicos y digitales.

Desde una perspectiva, ello pudo haber desarrollado la empatía hacia los protagonistas, maestros y alumnos. Gracias a estas necesarias formas
de realizar, con los métodos al alcance, con las herramientas disponibles,
se ha llegado a ciertos resultados
positivos.

Sin embargo, también hay que agregar en los saldos el cansancio derivado del uso prolongado de las tecnologías. Igualmente, los problemas técnicos a los que profesores, estudiantes y padres se enfrentaron y aún enfrentan: actualización de los sistemas operativos, obsolescencia programada de
los aparatos al alcance disponibles. Y también la falta de contacto social con los pares: tanto por parte de los mismos estudiantes que por parte de los propios maestros, los cuales fueron convocados a reuniones laborales, pero con la ausencia de la necesaria interacción informal en los pasillos y patios de las escuelas; en la entrada y la salida.

Es un hecho que las cosas funcionaron de la mejor manera, hasta donde fue posible. Más de un año de encierro escolar derivó en estrés y cansancio. Ahora que el regreso a las aulas de manera presencial ha sido paulatino, y es una inminente realidad en su totalidad, resulta importante considerar aspectos nuevos en las metodologías, en la forma de impartir clase y tomando en cuenta el tema emocional: luego del encierro se llega al salón de clases con las dolorosas pérdidas de familiares y amigos.

Esto es un asunto a considerar, como también lo es que la programación de actividades escolares ha de sustentarse en contenidos que no se pretenda sean exhaustivos. Hace unos días, en Mirador Universitario, programa producido por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sus participantes señalaban cuán importante resulta dosificar los contenidos, a fin de hacer que la experiencia educativa tenga mejores resultados. De nada sirve atiborrar el panorama de información si no es posible, por el exceso, que esta sea debidamente procesada por el estudiante.

Para quienes impartimos clase, los retos han llevado a una búsqueda permanente de nuevas formas y de nuevas interacciones con los alumnos. Para ellos ha sido igualmente un desafío. Estoy cierta de que los aprendizajes han sido muchos para uno y otro protagonistas en este proceso. Y de igual forma para los padres de familia. Para muchos de estos, un desafío muy potente que tiene que ver igualmente con el tema económico.

El que México haya avanzado en todo este proceso, como el resto de los países del mundo, demuestra que resulta posible si las tres partes abonan en él de manera coherente y funcional. Unos necesitan de otros y es claro que las exigencias deben ir de la mano de las realidades de cada sociedad, de cada maestro, de cada padre de familia, de cada alumno. De cada escuela y de cada hogar.

Que se haga posible un retorno sin enfrentamientos, con un espíritu que haga honor a un importante esfuerzo conjunto.

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