El Reyezuelo de Chocolate y la Princesa Caramelo

Opinión
/ 26 junio 2023
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Érase un país en el cual un reyezuelo de chocolate marca Abuelita, con nariz de cacahuate, que a pesar de ser tan dulce tenía amargo el corazón. La princesa Caramelo no quería vivir con él, pues al rey en vez de pelo, le brotaba pura hiel. Empero, la princesa se esmeraba en cuidar la salud del reyezuelo porque éste le había prometido que algún día sería la Reina de la Cuarta Transformación.

Ambos vivían en un Palacio aristócrata colmado de fantasmas con rostro de virreyes, emperadores y presidentes. Con los cuales, a las 4 de la tarde, puntuales, el reyezuelo y la princesa merendaban tostadas francesas con budín marmoleado, medialunas de Brioche caseras y buñuelos choux rellenos de dulce de leche. E ingerían para degustar estos manjares traídos desde Europa, té de infusión de camelia y tés “blanco, verde y negro, aromatizados con todo tipo de ingredientes y esencias frutales y florales”.

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Las conversaciones que duraban hasta las 6 de la tarde, eran picaronas, cachondas y lujuriosas. Por ello, cada día, sus carcajadas rebotaban con las murallas de membrillo del palacio, descaradas se esparcían en sus patios de almendrita y desnudas se escondían en sus torres de turrón. Justo es decirlo: Benito Juárez era siempre el alma de las meriendas; el mero centro de la atención. Mientras, Porfirio Díaz era su mayor aplaudidor.

Un día, cercano el fin del reyezuelo, “al ver su suerte comenzó a llorar tan fuerte” que estuvo a punto de tirar las murallas de membrillo de su Palacio.

La princesa Caramelo, que dormía en otros aposentos, solícita acudió en ayuda de su rey. Y le preguntó: “¿por qué lloras mi rey de chocolate Carlos V? “¿‘Tas enojallo’ porque te escondí las garnachas, las tlayudas, las picadas y los tlacoyos que tenías escondidos bajo tu cama del Conde de Revillagigedo?”. “¡Ah cabrón!, no me había dado cuenta. Pero no es por eso, mujer”, le respondió, limpiándose las lágrimas de sus mejillas café y de su nariz de cacahuate. “Estoy preocupado porque mi fin está próximo y debo entregar el bastón de mando de los pueblos originarios a mi sucesor”.

La princesa aprovechó la oportunidad para recordarle: “no olvides tu promesa de hacerme Reina de la 4T, que me hiciste dos veces: primero en el ‘gender reveal’ que hicimos frente a mil 500 Servidores de la Nación en los patios de almendrita del Palacio: y luego en el Hospital Médica Sur cuando nació nuestro hijo, también de chocolate, como tú, mi ‘daddy king’, y de flan, como yo, tu única ‘baby queen’”.

“Me excitas mi princesa cuando hablas como Harley Quinn: asertiva y exigente. Pero mi cuerpo es de chocolate añejo y debo controlarme”. Sonrojada, ella le pregunta: “¿ya sabes qué hacer?”

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“Obvi, mi acaramelada princesa: nombraré entre nuestra ‘gente de confianza’ a seis corcholatas, pero de refrescos nacionales, no imperialistas; como Titán, Escuis, Gugar Soda, ToniCol y Caballitos. Fijaré las reglas para que compitan sin fracturar a Morena. Con el INE en la bolsa, violaremos toda legalidad electoral para permitir a cada corcholata aterrizar su campaña electoral del 19 de junio al 27 de agosto. Del 28 de ese mes al 3 de septiembre cuchareo las encuestas y tres días después saco mi corcholata presidencial; entre los perdedores repartiré las presidencias del Senado, del Congreso y la gubernatura de la CDMX”.

Embelesada, la princesa mira a su viejo, y sin hacerle el feo, imagina que huele a rosas. Y lo interroga: “mi rey trufa de La Madeleine (el chocolate más caro del mundo); ¿asegurará tu corcholata que yo seré la Reina de la 4T?”.

“Jajajaja, mi aprehensiva princesa, no temas: ella ya sabe que sus límites para gobernar serán muy acotados por tu real servilleta: ella estará obligada a sembrar un gran barquillo en los bosques del Palacio. Tendrá que regarlo cada día, a las 6 de la mañana, con refrescos nacionales de limón. Y estará forzada a bañarse cada tercer día, en la cascada de azúcar granulada y colación. Mi brother el Marqués de Piloncillo y tu paje Pirulí ejercerán marcación personal a la corcholata para que cumpla lo acordado”.

Extasiada, la princesa Caramelo besa la frente de su reyezuelo, a pesar de su olor a hiel.

Nota: El autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución

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