El Saltillo que se fue y quedó pintado en el Anuario de 1886 (2/3)

Opinión
/ 13 agosto 2023

¿Cómo eran los teléfonos en el Saltillo de 1886? En la parte del “Anuario” para ese año, relativa a la capital del estado, Esteban L. Portillo da cuenta del desarrollo de la telefonía local, para lo cual transcribe unas “Observaciones necesarias para el buen servicio”, de la Compañía Telegráfica-Telefónica, que dictan al pie de la letra:

1. Antes de llamar, fíjese bien el número que va a pedir. 2. Dar vueltas al manubrio antes de quitar la trompetilla o audífono. 3. Terminada la conversación, colocar la trompetilla antes de dar la señal de desunión; 4. No olvidarse de dar esta señal si se quiere evitar equívocos. 5. Exige el buen servicio que los suscriptores se abstengan de conversar con los empleados de la oficina central, pues distraen su atención. 6. Para evitar pérdida de tiempo, indicar solamente el número de la persona con quien se desea comunicar, sin emplear más palabras. 7. No debe tocarse la campanilla mientras estén comunicados dos suscriptores, pues cualquier llamada de aquella sería señal de desunión, y 8. No debe usarse el teléfono cuando haya una fuerte tempestad.

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Dichas observaciones muestran cómo era la comunicación telefónica y los teléfonos de la época y, al mismo tiempo y en el trasfondo, retratan un aspecto de la vida cotidiana, en la que con la mayor facilidad cualquier usuario podía ocupar sus ocios conversando tranquilamente con la telefonista.

Según Portillo, ese año de 1886 había en la ciudad 82 teléfonos entre particulares y comerciales ya instalados, y 14 más en el proceso de instalación ya con número asignado, mientras que había 30 abogados, 10 ingenieros y dos profesores de instrucción primaria particulares, y el Ateneo Fuente, a 19 años de su fundación, contaba con 112 alumnos.

El siglo 19 no había llegado a su fin y Saltillo ya era una ciudad internacional. El “Anuario” es un libro obligado para quien quiera conocer cómo era Saltillo ese año de 1886. Como muchos libros de ese tiempo, el de Portillo tiene varias páginas dedicadas a los anuncios comerciales y algunos de ellos dan a conocer que ya entonces se ejercían en la ciudad actividades mercantiles a nivel internacional, pues en él se publicitan dos personas que se ocupaban de ellas. Así se anuncia el comercio El Río de la Plata: “Tienda de abarrotes de Rómulo Garza, ubicado en la 4ª. calle de Allende núm. 5. Las extensas relaciones con que cuenta esta casa y el variado surtido de efectos nacionales y extranjeros, hacen que los pedidos que se le hagan sean atendidos debidamente. También se encarga de todas las comisiones que se le confieran, cobra letras y hace situaciones a cualquiera plaza”.

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Blas Cantú, un comisionista que realizaba sus actividades mercantiles en su negocio ubicado en la Plaza de Tlaxcala No. 21, se anuncia: “Se encarga de toda clase de negocios y operaciones concernientes a su profesión, dentro y fuera de la República, contando para ello con bastas relaciones en todos los Estados del país y del Extranjero, se encarga igualmente de compra y venta de mercancías, cobra y cambia letras sobre cualquiera plaza, pagando los fletes anticipados de las mercancías que se le consignen en comisión”.

Y una Agencia de Publicaciones del señor Francisco Álvarez se promociona de este modo: “Suscripción a todas las obras del mundo. Comisión en general para todas las naciones de Europa, Estados Unidos del Norte, Isla de Cuba y para la Capital de la República”.

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Lo anterior confirma que Saltillo no era un punto perdido en el Universo. Lejos estaba de terminarse el siglo 19 y ya los saltillenses practicaban las relaciones comerciales y el intercambio financiero a niveles internacionales, no sólo en el continente, sino también en el Viejo Mundo.

El libro de don Esteban es un caudal de útil información para quien desee emprender cualquier investigación referente a la historia de la ciudad y del estado de Coahuila. Y como muestra de la tipografía decimonónica, nos dejó también el primor de los anuncios comerciales, con sus ingenuos textos enmarcados en bellos adornos tipográficos que son una delicia para los ojos del lector.

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