El Saltillo que se fue, pero quedó pintado en un anuario de 1886 (1 / 3)
Saltillo no fue siempre lo que es hoy. El Saltillo que vivimos en el momento actual no se parece al que fue, pero aquel Saltillo del pasado fue construyendo poco a poco esta ciudad que tanto queremos los buenos saltillenses. Y por amor recurrimos al pasado, para conocerlo y darlo a conocer a otros. Lo que se recuerda con frecuencia se vuelve memoria. Y para mantenerla viva se recurre a la historia de los historiadores y a los documentos, y también a la historia oral, que es la de la vida cotidiana y al traspasarse de generación en generación conserva los hechos habituales y pequeños de la comunidad.
Recordar nuestro pasado es evitar que se quede en el olvido. Y para eso es aconsejable recurrir a los libros y periódicos de época. En las bibliotecas y archivos de la ciudad, siempre podrá encontrarse algún libro o documento que ponga el remedio para el olvido. Saltillo cuenta con varias instituciones que ponen a disposición de los interesados una rica colección de libros y documentos originales que son parte fundamental de su historia. Buscar en ellos, es como hacer un “Viaje a la semilla” (valga el título del cuento de Alejo Carpentier) a ese pasado que no puede serle tan ajeno a los buenos saltillenses, puesto que de él somos y de él venimos.
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Los documentos depositados en las instituciones, algunos datados desde los primeros años de la fundación, cuando Saltillo estaba muy lejos todavía de ser la capital del estado de Coahuila, resguardan la memoria de la ciudad: familias que aquí vivieron y se extendieron en varias generaciones, y otras cuya descendencia se perdió en el tiempo; personajes que aquí nacieron y aquí se forjaron; los héroes de hazañas colosales y los de las no menos grandes proezas cotidianas; las epidemias, las batallas, los acontecimientos ligados a su historia. Y no sólo los hechos grandiosos, sino algunos que pudieran considerarse nimios, como el consignado en un documento de hace unos 170 años, que resguarda el Archivo Parroquial de Catedral.
En ese documento, las autoridades civiles envían una queja a las eclesiásticas. Dicen que cuando el campanero se emborracha, se le olvida jalar las cuerdas de las campanas y se desquicia el ritmo de la vida en la ciudad, y adelantan que, si la iglesia no soluciona el problema, el gobierno instalará sus propias campanas y contratará su propio campanero.
Un ejemplo de esos libros remedio, es un libro memorioso publicado en 1886 por don Esteban L. Portillo, “Anuario Coahuilense para 1886”. El mismo año publicó también “Apuntes para la historia antigua de Coahuila y Texas”, pero su Anuario aporta los muy variados datos que exige una obra de tal naturaleza y que a la vuelta de los años sirven para satisfacer curiosidades, alimentar historias y refrescar la memoria. Por muchos años, fue difícil de encontrar y se consideraba afortunado el que poseía un ejemplar. En 1994, el Gobierno del Estado y Conaculta hicieron una reimpresión que pudo llegar a un buen número de lectores y, sin embargo, el tiraje fue insuficiente.
Además de la información propia de una obra de su clase, el Anuario contiene una Galería de Coahuilenses Ilustres que incluye datos biográficos relevantes; también las leyes y reglamentos del estado; una relación que titula “Conquista de la Provincia de la Nueva Extremadura, hoy Estado de Coahuila”; la descripción geográfica y de lugares principales, instituciones, escuelas, etcétera; listas de las personas que ejercían los diversos oficios; y los eventos y sucedidos en la capital del estado: Saltillo.
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Los historiadores más rigurosos dicen que como Esteban L. Portillo no consignó la fuente de procedencia de sus indagaciones, su libro pudiera no ser absolutamente confiable en cuanto a los datos históricos que maneja. A su favor habla el hecho de que entonces no se usaba registrar esa referencia en el mismo libro. Con todo, a 134 años de su publicación, el Anuario es en sí mismo una amplia fuente de consulta para quien busque información sobre Coahuila en la segunda mitad del siglo 19, o anterior, pues en algunos temas el autor se remonta en el tiempo para consignar hechos pasados.