El sumiso Marcelo: dos preguntas pertinentes
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Usted está en todo su derecho de afirmar que la Cuarta Transformación eligió a su dirigente sucesor en un ejercicio totalmente genuino, transparente y democrático, libre por completo de la injerencia de su actual líder, en el que todos los contendientes compitieron en igualdad de circunstancias y de intenciones, ya que ninguno habría sido tan abyecto como para prestarse a contender en el proceso sólo para legitimar algo que, de tan diáfano, es el cuestionarlo un completo despropósito, una calumnia politiquera y una Traición a la Patria.
¡Vale! Es su derecho, sin duda, pero si tal es el caso, usted nada tiene que hacer en esta página. Le invito a reagruparse con los de su especie por favor (si este comentario le ofende, investigue quién disolvió al Conapred) y dejarnos solos a quienes partiremos de una lectura radicalmente opuesta de los hechos:
Nos quedamos solamente quienes consideramos que todo este circo del Proceso Interno de Selección del Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación es un embuste tan cínico que el único pudor que tuvieron fue el de no denominarlo como lo que en realidad fue: un Proceso Anticipado de Proselitismo y Encubrimiento del Dedazo Presidencial para la Designación de la Corcholata Favorita como Candidata Presidencial.
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Una vez que estamos todos aquí de acuerdo en que el teatro de las corcholatas fue una pobre y costosa escenificación que, sin embargo, le bastó al Presidente para llenarse la boca diciendo que no hubo dedazo, que la democracia prevalece en Morena y la 4T y que “no somos iguales”, podemos hacernos la primera pregunta pertinente al respecto: ¿por qué Claudia?
Es decir: ¿por qué no Marcelo? Vaya, si de cualquier manera se iba a imponer la voluntad presidencial, si la cargada se iba a sumar al proyecto que el macuspano señalara; si las chocolatas comparsas iban a acatar cualquier resultado, fuese cual fuese; si difícilmente alguien iba a contradecir la versión oficial de las cosas; si, como suelo decir, AMLO puede postular a un pedazo de alfombra y hacerlo Presidente... ¿Qué hizo al macuspano decantarse por Claudia? ¿Por qué apadrinar a la corcholata de menos colmillo, a la de menos tablas? ¿Por qué cebar desde un inicio la candidatura más políticamente endeble?
No hablo de la intención de voto (que esa se determina por otros medios), hablo de madera política. Si hasta Noroña tiene un mejor desenvolvimiento y es mucho más articulado que la “Shein”; Ricardo Monreal sabe responderle a un periodista sin quejarse de que lo están violentando. ¡Vamos, si hasta Adán Augusto sabe capotear los cuestionamientos con una mezcla de hostilidad y cinismo! ¿Por qué Claudia y no el excanciller, que es un político más experimentado, que ha resuelto incontables entuertos diplomáticos para el Gobierno de López Obrador, que es bien visto incluso por una parte de la oposición que lo percibe como el miembro más moderado de la enardecida tribu cuatroteísta?
¿Por qué Sheinbaum y no Ebrard? ¿Por qué Clau y no Chelo? ¿Por qué? ¿No se supone que ambos son fieles siervos de México, elementos leales y comprometidos con el proyecto y con la visión transformadora del líder? ¿Por qué, si AMLO iba a arreglar el proceso y el resultado, su predilección estaba con la “Teacher’s Pet” y no con su “concierge & consigliere”?
Claudia, de hecho, le ha representado varios dolores de cabeza a esta administración (mismos que el Gran Tlatoani Q-Tip estuvo dispuesto a absorber por ella con sus gruesas y acolchadas capas de respaldo popular). En cambio, si alguien se dedicó a limpiar las presidenciales deyecciones, a componer los diplomáticos entuertos, a tender con otras naciones los puentes de entendimiento que AMLO se empeñaba en dinamitar, fue el siempre leal y bonachón Marchelo.
¡Bueno, qué tan incondicional y devoto no habrá sido Ebrard que hasta se prestaba al ridículo! Como en aquella operación/simulacro “Recibiendo las Vacunas”, nomás para que el jefazo pudiera presumir días antes la entrega de medicamentos. Esos numeritos no recuerdo haberlos visto antes en ningún secretario de Estado, pero quizás me equivoco.
La pregunta, sin embargo, persiste: ¿por qué? Y la única explicación plausible es que AMLO intuye (¡no, AMLO sabe!) que Ebrard Presidente significa un eventual rompimiento con sus políticas, compromisos y “legado” (entendiendo por “legado” la consolidación de su imagen a posteridad como prócer y padre de la Transformación).
La doctora Ivermectina, en cambio, está hueca, es un ser inanimado desprovisto de cualquier iniciativa, carácter o atisbo de la voluntad, desprovista por completo de alma, lo que posibilita a AMLO el seguir gobernando de facto. Y no porque regir el destino del País sea la pasión o real vocación del viejo López Obrador, sino porque es menester para que se respeten sus acuerdos con las fuerzas del orden (y las del desorden); sus políticas de “resarcimiento” de los más pobres y su narrativa como reivindicador de nuestro “pasado glorioso”, que garanticen su entrada al Panteón de los Mexicanos Ilustres (tal y como acaricia en sus sueños masturbatorios) junto a Hidalgo, Juárez, Madero y Chabelo.
Es la única explicación plausible, razonable y lógica. Si usted tiene otra, seguramente ya involucra extraterrestres y un plan reptiliano de dominación mundial que de momento, con la pena, no tenemos interés en conocer.
La cosa es que Marcelo se debate entre (¡discúlpeme la finura!) hacerla de pedo o mandarlos a la chingada, y es que por alguna razón fue él el único mexicano que no vio hace tres años que este escenario era el único posible resultante, dada la vocación de nuestro Presidente por faltar a su palabra, por utilizar a la gente y por velar sólo por su propio interés.
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Ya si Chelo es tan sumiso como para quedarse en la 4T a tragar camote y validar este muladar; o si es tan ingenuo como para lanzarse como candidato presidencial (independiente o por MC); o si decide pagarle a la Cuarta con la misma moneda, queda en el excanciller. Pero bajo este último escenario, me pregunto si se atreverían el Presidente y su jauría brava a darle a Ebrard el trato de los apestados.
Minimizando sus inconformidades en el proceso interno, lo invitan a aceptar el resultado y a sumarse a la causa. Pero no se han atrevido a tildarlo de loquito, de traidor, de ambicioso o de vendido a los enemigos de la Transformación, como se ha hecho en su momento con otros ángeles caídos de la Gracia Macuspana.
¿Se atreverán, llegado el momento, en caso de tenerlo como un adversario en serio (digamos, sumado a la campaña de la Xeñora de los Huipiles), a atacar con su virulencia característica al único miembro del gabinete que le reportó alguna utilidad al régimen lopezobradoriano, al que acató los caprichos más inverosímiles e infantiloides del emperador tropical, al que pagó por las hociconadas de su jefe, y al que de tan leal resultó ser el gran perdedor sólo por jugar con las reglas establecidas por el propio Presidente? ¿Se atreverán a desconocerlo? ¿Se atreverán?
Encuesta Vanguardia
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