El triduo sacro hacia la victoria pascual. ¿Cómo vives los días santos?

Opinión
/ 4 abril 2023
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Es una trinidad de días después del domingo de ramos y palmas.

Jueves, viernes y sábado. Son el trampolín para el clavado hacia el domingo.

Son días que están en la historia y en el misterio. En el recuerdo cronológico y en la hondura de la espiritualidad cultual y mística.

El jueves es banquete conmemorativo y sacrifical. Pero es también ejemplo de humildad servicial, mandamiento nuevo y regalo sacerdotal.

El viernes es el sacrificio de amor redentor consumado.

El sábado es día de silencio contemplativo y vigilia que se abre a la luz victoriosa de la resurrección, con sabor bautismal.

Algunos lo viven en una playa, como días cualesquiera, sin ninguna unción de fe.

Otros asisten a las celebraciones y guardan serenidad y silencio, austeridad y templanza en el transcurso de la semana.

Los más conscientes y comprometidos llegan al domingo pascual después del alpinismo cuaresmal, dejando atrás muchos sepulcros de egoísmo y amaneciendo a una vida nueva, victoriosa, limpia y generosa.

Es el tiempo fuerte de la vida de fe. Es ascensión hacia la cumbre de la Pascua, como lo fue también el Adviento para alcanzar la alegría de la Navidad.

El tiempo pascual son cincuenta días de entusiasmo, de júbilo, de regocijo y de sorpresa, en que se estrena esa forma de vivir que definió Pablo de Tarso cuando dijo: “Ya no soy yo el que vivo, sino Cristo es el que vive en mí”.

Es la misteriosa unción pascual que se vive en cada momento presente, como servicio generoso a la creación y a la humanidad, a tiempo completo y con un amor universal, en un peregrinar lleno de esperanza de la propia pascua, como inicio de gloriosa eternidad.

Cristo vivo es entonces Señor, Maestro, Salvador y Amigo.

COMUNICACIÓN PARA COMÚN UNIÓN

No es más de lo mismo.

No es búsqueda de afinidades, unidades y uniformidades. No es afirmar para discriminar.

No es dogmatismo sin autoridad divina. Tampoco actitud polémica que sólo busca adversarios y confrontación. No es actitud dilemática que sólo conoce negro y blanco, sin admitir matices. La comunicación para la unión ama lo diverso, lo múltiple y distinto. Imita eso del universo. Aplaude siempre la complementación de lo diferente.

No es soliloquio, sino orquestación de timbres diferentes en la misma afinación.

El emisor lanza su mensaje hacia el receptor, usando el mismo lenguaje, en actitud dialógica que escucha, entiende y aporta.

No es mensaje asustadizo siempre apologético que continuamente se defiende, aunque nadie lo ataque.

La comunicación para la común unión es la madurez relacional que admira, elogia, respeta, discierne y sugiere completando e iluminando.

TARDE, SÍ; PERO NO NUNCA

Selma Lagerlöf nos contó la historia del cuarto rey mago que ya no vio la estrella, se apartó y se extravió. Se quedó a vivir en una aldea y ahí pasaron los años.

Se encaminó, otra vez, ya viejo, hacia Jerusalén con su cofre de ofrenda y llegó cuando estaban crucificando al que fue niño de Belén. Llegó tarde, pero pudo tachar el “nunca” y pudo presentar su ofrenda.

Muchos, en estos días, abrirán sus cofres retrasados ante el crucificado. Llegan tarde, pero encuentran el “siempre” divino que tacha y borra los “nunca” que jamás llegaron...

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