Elección 2024: la danza de las encuestas
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O solo una de la encuestas está bien -y el problema es saber cuál- o todas están equivocadas. Ese es el panorama actual en un país en el cual las encuestas han perdido toda credibilidad
Digámoslo pronto: a fuerza de persistir en una conducta alejada de la técnica y de la ética, quienes se dedican a la realización de encuestas -en México- han logrado despojar de toda credibilidad a estos ejercicios. Si el señor Gauss viviera montaría en cólera al atestiguar la prostitución de sus métodos de inferencia matemática.
Porque también debe decirse pronto: la estadística -el análisis estadístico- es una ciencia... una ciencia exacta. Si se ejecuta con pulcritud es posible inferir, con altísimo grado de precisión, el comportamiento de una población a partir de la medición del de una muestra.
Lejos de tal posibilidad hoy, como nunca, tenemos encuestas a pasto... pero no es posible confiar en ninguna de ellas porque, o solo una está bien, o todas están mal.
Me explico rápidamente: si para realizar una encuesta todo mundo debe usar el mismo método, es decir, en esencia diseñar una muestra capaz de reproducir las características del universo, hacerle preguntas y sistematizar sus respuestas para averiguar cuál es la preferencia en favor de A, de B, y de C... sus conclusiones deberían ser muy parecidas.
Lejos de tal posibilidad tenemos, por un lado, encuestas según las cuales una de las candidatas presidenciales, Claudia Sheinbaum, supera por 20, 30 o 40 puntos a su más cercana contendiente, Xóchitl Gálvez y, por el otro, estudios en los cuales la distancia entre ambas es menor a 10 puntos, e incluso uno, hecho circular en la semana, en el cual las aspirantes se encuentran empatadas.
Tal disparidad de resultados, simple y sencillamente, no puede ser. Como se ha dicho líneas arriba, o solo uno de los estudios está bien, o todos están absolutamente equivocados.
Peor todavía: la danza de cifras, provenientes de presuntas encuestas “serias” invita a considerar la peor de todas las posibilidades: en realidad ya nadie hace encuestas sino simplemente “maquila” resultado a gusto y capricho de quien la paga para usar su logotipo como coartada de la mentira con la cual intentará engañar al público.
Curiosamente, a nadie parece importarle mayormente el absurdo representado por este mosaico de resultados estadísticos incoherentes. Al menos a nadie puertas adentro de la clase política del país. Todo mundo parece cómodo con la esquizofrenia estadística a la cual nos vemos sometidos cotidianamente.
Y eso abre nuevas interrogantes. ¿Acaso todo mundo aparece tranquilo porque tiene en sus manos los datos derivados de las “verdaderas encuestas”, de las bien hechas? Pero si eso fuera así, ¿cómo pueden afirmar todos su convicción en el triunfo electoral?
Personalmente no lo entiendo y, frente a la inintelegible realidad numérica de las encuestas me decanto por una opción igualmente válida en estas circunstancias: cualquier cosa puede salir de las urnas cuando se cuenten los votos la noche del 2 de junio.
Una acotación: cuando digo cualquier cosa, intento señalar cómo es igualmente posible ver, en cada una de las cientos de elecciones en proceso, el triunfo de las dos principales fuerzas en competencia: el oficialismo y la coalición opositora. Con algunos matices, desde luego, allí donde el partido Movimiento Ciudadano tiene marca y, por ende, posibilidades de triunfo.
ARISTAS
Todo es posible el 2 de junio... pero el todo no incluye la posibilidad de ver al señor Jorge Máynez convertido en el ganador de la elección presidencial. El cuento de haberse trepado ya el segundo lugar y estar detrás de la líder de la competencia, apenas se lo creerá él...
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx