Inversión en México: entre el discurso y la dura realidad
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¿Será que los empresarios mexicanos son miedosos o tienen miedo a algo/alguien? ¿Será que operan, en general, con costos y fundamentos distintos a los extranjeros?
Recientemente, a raíz de la creación de un nuevo “Consejo” de inversiones por parte del gobierno mexicano, ha surgido mucho ruido acerca de los niveles de inversión privada en México y sobre si los empresarios mexicanos están perdiendo oportunidades de invertir por estar muy negativos respecto de la 4T, sus políticas, su ideología, su mensaje, sus resultados hasta ahora y el destino que pueden darle al país.
Me parece un debate interesante que, como casi todo en estos tiempos, tiende a polarizarse entre los “pro” y los “anti” 4T, lo que provoca que, en ocasiones, el intercambio de ideas se manche de ideología y preferencias políticas. Eso evita que el análisis del tema, y del potencial problema, alcance siquiera a despegar.
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A pesar de que nos insisten en que “vamos bien”, e independientemente de otras variables que pudieran estar frágiles, ¿tenemos hoy un problema que atender sobre montos y calidad de inversión en el país? La respuesta, creo yo, tendría que ser un rotundo SÍ para casi cualquier persona que no dependa de tener una opinión alineada al gobierno en turno.
En México estamos invirtiendo poco y la inversión no siempre es de buena calidad. Pero aquí hay quien justamente pudiera pedir un poco más de detalle sobre a qué tipo de inversión nos referimos. Y sí, la inversión pública (del gobierno) se ha apagado después de que en el sexenio anterior se echó la casa por la ventana en tres proyectos insignia, con costos elevados y rentabilidad cuestionable. La refinería, el aeropuerto y el Tren Maya, nos dicen, ya están terminados, pero todo indica que los niveles de refinación de barriles, la cantidad de vuelos y el tráfico de pasajeros están lejos de los niveles adecuados para que dichas inversiones sean rentables.
En este sexenio no parece haber proyectos similares; empieza a percibirse que la prioridad será el gasto. Y alguien ya se percató de que, sin crecimiento económico, los niveles actuales de gasto no son sostenibles, y si no hay inversión, la economía difícilmente crecerá.
Pero sigamos con el tema de la inversión. Si la inversión pública va de bajada, ¿cómo se ve la inversión privada? La inversión privada tampoco despega y parece estar dependiendo de proyectos de empresas grandes (nacionales y extranjeras) para, más o menos, sostenerse en niveles similares al histórico (insuficientes) y con una aparente tendencia o expectativa negativa. Existen dos indicadores que dan una idea sobre los niveles de inversión privada: la Formación de Capital Fijo Bruto (FCFB), que separa entre pública y privada; y la Inversión Extranjera Directa, que consiste en reinversión de utilidades, transacciones entre compañías y nuevas inversiones en proyectos (una parte de esta va contada en la FCFB y ronda el 25-35 por ciento de la IED). Es decir, no se tiene certeza de cuánto de la FCFB es nacional o extranjera.
Distintos analistas y académicos han publicado opiniones que sostienen que los empresarios mexicanos (así, en general) no deberían tener miedo y animarse a invertir, porque sus contrapartes extranjeras lo están haciendo y, palabras más, palabras menos, les van a robar el pastel. Es aquí donde pudiera convenir ir un poco más a detalle sobre por qué un empresario mexicano no invierte en México mientras uno extranjero sí lo hace.
Hay que señalar que cuando se habla de empresarios extranjeros que invierten en México (para atender el mercado nacional o de exportación), generalmente se trata de empresas de medianas a grandes o muy grandes, con cierto nivel de sofisticación y con productos o servicios que funcionan no sólo en México, sino también en otros países. En cambio, cuando alguien dice “empresarios mexicanos”, se habla de cerca de 5.5 millones de empresas, de las cuales el 99 por ciento son micro o pequeñas; alrededor de 0.8 por ciento (44 mil) son medianas, y unas 11 mil (el 0.2 por ciento) son grandes. De las medianas, unas 10 mil son extranjeras y cerca de 5 mil de las grandes corresponden a compañías extranjeras ya establecidas en el país.
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Todas estas empresas van a invertir, o no, dependiendo de la demanda que tendrán sus productos o servicios en México (con economía estancada) o en el mercado de exportación. Responden a las variables macro, a las políticas (o a la falta de ellas) industrial, monetaria, comercial, fiscal (impuestos) y económica; a las señales y al nivel de certidumbre que proyecte el gobierno; a las condiciones jurídicas y el nivel de Estado de derecho; al nivel de seguridad patrimonial y física; a la existencia y calidad de infraestructura alrededor de sus negocios; al acceso suficiente y a costo competitivo a financiamiento (dentro o fuera de México); a la existencia y cantidad de barreras burocráticas; a la competitividad de sus costos de operar en México contra hacerlo en otro país, incluyendo el efecto (muy relevante) que pueda tener el tipo de cambio.
Y a final de cuentas, si todos los puntos anteriores son aceptables, la decisión de inversión se determinará con un análisis serio de factibilidad de proyectos (de esos que no se hicieron para el tren, el aeropuerto, la refinería, la aerolínea, la supercomputadora) que determinará si, en el papel, el rendimiento sobre la inversión justifica el riesgo percibido. ¿Será que los empresarios mexicanos son miedosos o tienen miedo a algo/alguien? ¿Será que operan, en general, con costos y fundamentos distintos a los extranjeros? ¿Será que están viendo algo que los extranjeros no ven? ¿Está el gobierno poniendo la mesa para que más empresas, mexicanas o extranjeras, inviertan más y mejor en México?