Enamorado del amor

Opinión
/ 27 septiembre 2023

-I-

Un divertimento de Mozart puede alegrarte la mañana del domingo. ¿Qué gracia tiene eso? Mozart es capaz de alegrarte hasta la mañana del lunes. Pero que un autobús te alegre el día, eso sí tiene su chiste.

Pintado con grandes letras rojas y amarillas el camión ostentaba en su defensa ese letrero: “Estoy enamorado”. No decía por cuánto tiempo, ni de quién, ni por qué. Proclamaba sencillamente el milagro de estar poseído de amor, estado el más feliz, el más pleno y perfecto que el hombre y la mujer pueden sentir.

TE PUEDE INTERESAR: Todo tiempo pasado... una solemnísima mentira

Si yo pudiera llevaría en la frente, inscrita en letras de oro, esa misma proclama jubilosa, pues he aquí que estoy enamorado de todo: del amor, de la vida, del cielo y de la tierra, del mar y sus pescaditos, de Dios, de sus criaturas, de las cosas sencillas, de los grandes prodigios, del mundo que veo y del que no puedo ver. Yo también soy un enamorado, con puertas y ventanas abiertas para que entren por ellas todos los vientos −y todas las tempestades− del amor.

-II-

Hace unos meses, antes de este encierro, me ocurrió ser más cursi que otros días.

¿Cómo no iba a ser cursi si tenía sobre mi mesa de trabajo un pequeño florero con dos gardenias hechas de aroma, de terciopelo y de marfil?

El perfume y la blancura de dos gardenias son capaces de suscitar todas las cursilerías de este mundo. Y de los otros, porque estoy seguro de que en los otros mundos también hay cursilería.

¿Quién que es, no es cursi alguna vez?

Me sucedió que en una calle un hombre vendía vida y belleza. Quiero decir que vendía plantas y flores. Vi que tenía una pequeña planta de gardenia y la compré. Volví a mi casa llevándola junto con recuerdos de amor, de canciones cantadas en noche de vino y de guitarra –“dos gardenias para ti, / con ellas quiero decir / te quiero...–, de versos perdidos de Julio Herrera y Reissig.

TE PUEDE INTERESAR: Tortillas de mujer; relato entre Guadalajara y Tepic

Compré una planta de gardenias que luego me dio flores, perfumes y recuerdos.

Dicen que el dinero no compra la felicidad. Pero a veces basta muy poco para comprar pequeñas maravillas que se le parecen.

-III-

Cuando con mis compañeros de colegio hice la primera comunión, el buen padre Secondo nos pidió que antes de recibir a Jesús Sacramentado fuéramos con nuestros padres y les pidiéramos perdón por nuestras faltas. Y buscó cada quién a sus papás, y ahí en la banca les pidió perdón.

No entendimos aquello: a los 7 años no es necesario entender nada. Pero ahora creo saber lo que aquel santo padre nos quería enseñar. Primero, que no estábamos pidiendo perdón a nuestros papás por las faltas que habíamos cometido −¿qué faltas podrían ser aquéllas?−, sino por las que íbamos a cometer. Ellos, al fin papás, las perdonaban todas por adelantado. Y otra: el perdón de Dios sólo se puede hallar íntegro y pleno en el perdón de aquellos a quienes ofendimos.

He vuelto a pensar en eso una y otra vez. A los 7 años no es necesario entender nada, pero a los que tengo ahora sí.

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM