Entre lo real y la intencionalidad estética: algunas reflexiones sobre la performance art (I).

Nuestra reflexión comienza con un salón de clases en el que pasé más de una hora discutiendo sobre una mujer y una paloma
Si hay un tema de cuya definición he evitado hablar durante todo este tiempo es del performance. Si definir el arte teatral es complicado, una vez que se entra al terreno del performance la tarea se vuelve casi imposible. No cuando se le mira en un festival o en una sala de museo con su debido trabajo curatorial, en esos casos ya se nos ha establecido que eso que tenemos enfrente es efectivamente arte o que se supone que lo sea. Sin embargo, es parte de la naturaleza del performance el explorar espacios fuera de los establecidos, así que, teóricamente, el toparse con un performance en plena calle es perfectamente posible, especialmente en ciudades con gran actividad cultural. Por eso, abordo hoy el tema sin ninguna intención de sacar conclusiones definitivas, pero con ánimo de reflexionar sobre algunas características importantes que tanto en el teatro como en el performance nos pueden arrojar un poco de luz para decidir que es performance art o algún tipo de teatralidad alternativa y qué es un delirio sin sentido.
Nuestra reflexión comienza con un salón de clases en el que pasé más de una hora discutiendo sobre una mujer y una paloma. La cuestión colocada por el afligido estudiante era la siguiente: Una mujer cuya salud mental no estaba en las mejores condiciones en medio de un delirio toma en sus brazos una paloma moribunda que yacía en la calle. Le sigue una serie de acciones que a los ojos del “espectador” podrían considerarse poéticas. ¿Era eso un performance?, ¿lo estético estaba en la acción de la mujer o en la mirada de quien contaba la anécdota?
Para conseguir responder esas preguntas necesitaremos hacer muchas otras. Pero antes, una breve aclaración sobre el tema que suele causar la primera de muchas confusiones: el performance en las ciencias sociales y la performance art no son lo mismo, pero a ambos los vamos a encontrar en los estudios e investigaciones del área de las artes escénicas. El uso de un u otro artículo gramatical no nos ayudará, pues en lo que se refiere al arte de la performance los artículos se usan indistintamente, y la Real Academia de la Lengua Española lo confirma.
Así, cuando hablamos de performance desde la antropología nos referimos a la noción usada por Victor Turner y Richard Schechner para nombrar un hecho de conducta y categoría analítica en la antropología del ritual – misma que se presenta en la vida fuera del arte – y cuando hablamos de performance art nos referimos al “arte de acción” que tiene sus raíces en las artes plásticas – aunque actualmente multidisciplinaria – y que implica un acto estético realizado por un artista cuyo desarrollo se enfoca en el espacio, el tiempo, el cuerpo y las presencias. La confusión puede ser en parte debido a que Schechner actúa y ha escrito libros tanto en el campo de las ciencias sociales como de las artes escénicas, lo que hace que se le cite en ambos rubros. De ahí – y esto es solamente una teoría – que de pronto algunas personas piensen que el performance como arte equivalga solamente a “hacer cosas” sin necesidad de acto estético o espectatorial, dado que el performance de la antropología podría – muy escuetamente – entenderse como eso.
¿Es entonces la mujer delirante y la paloma un acto de arte? Mi respuesta, después de mucho pensarlo sería algo entre “depende” y “no lo es, pero podría serlo”. Y es que para definirlo tendríamos que averiguar las intenciones de la mujer y si es alguien que se finge loca o que realmente está loca, lo cual es difícil cuando no se está en un teatro o una galería. La única forma de concretar el hecho como acto artístico sería saber este detalle; dado que la acción sí tenía espectadores, la definición recae sobre la intencionalidad del ejecutante. Aún más, ¿si el espectador no se da cuenta que lo es, se trata de un acto estético? Según los parámetros más comunes en las artes escénicas la respuesta es no, inclusive, la ignorancia del espectador acerca de su condición de espectador abre algunas cuestiones éticas importantes y que desgraciadamente, requieren de más espacio para abordarlas...
Seguimos.