Entre lo real y la intencionalidad estética: algunas reflexiones sobre la performance art (II)

Opinión
/ 23 noviembre 2023

“Se apagan las luces de sala, se silencia la música, se corre el telón... Se inicia así, en el seno del convivio, un acontecimiento de lenguaje, instauración de un orden ontológico otro, enmarcado por el espacio de la escena, que opera como encuadre de la manifestación del mundo poético”; Jorge Dubatti comienza así, en su artículo Teatralidad y cultura actual: la política del convivio teatral, la explicación de la importancia del acontecimiento poético en la distinción entre el hecho teatral y cualquier otro hecho cotidiano. Estoy consciente de que teatro y performance no son la misma cosa, sin embargo, múltiples teatralidades hoy en día mezclan uno con otro, por lo que me tomaré la libertad de usar teóricos del área de la Teatrología para intentar arrojar un poco más de luz sobre el tema que nos ocupaba la semana pasada: ¿cómo se distingue a la performance art de cualquier otra acción no-artística inusitada?

Tomábamos el ejemplo de una mujer que mientras transitaba por las calles – en lo que la mayoría de los observadores interpretaron como un delirio causado por la locura – tomó una paloma moribunda del piso y la arropó y consoló hasta su último aliento. El caso presentado es difícil de definir, en inicio, porque el espacio en el que ocurrió la acción era la calle, espacio múltiple en el que el universo ontológico al que se refiere Dubatti, no estaría enmarcado por nada que nos sugiera que lo que observamos ahí es arte; no obstante, existen múltiples ejemplos de performances cuya intencionalidad artística es clara a pesar de ocurrir en espacios no-convencionales. ¿Cuáles son entonces los otros elementos que nos indican que estamos, o no, ante un hecho artístico?

Otra de las características de la performance art, y que la coloca en un sitio difícil de definir, es el hecho de que una de sus principales materias primas es el cuerpo del artista. Acciones como el performance The artist is present de Marina Abramovic, desesperan a algunos por tratarse aparentemente de acciones en las que la artista simplemente está ahí, pero para ser justos, eso no es totalmente cierto. Existe, dentro de la construcción de un acontecimiento poético, la necesidad de una desviación del lenguaje natural, algo que permite que el espectador intuya que eso que está presenciando existe en otro orden de la existencia, más allá de la vida cotidiana.

Por un lado, tenemos a una mujer consolando a una paloma y por otro a Marina Abramovic sentada en una sala, mirando fijamente por un minuto a un asistente a la vez, por un periodo de 736 horas y 30 minutos. Por más que algunos detractores de la segunda pudieran argumentar que la mujer delirante es más interesante, la verdad es que, al analizarlo desde la óptica del hecho poético, Abramovic cumple con un requisito que la mujer y su paloma no: desgraciadamente no es tan inusual en un país con graves problemas de crisis de vivienda y drogas ver a gente delirando por las calles del centro de la ciudad y por ello, sin el ojo educado de un artista, esa mujer era una loca más. En cambio, y por simple que sea, los museos no tienen todos los días a una mujer en carne y hueso sentada en un elegante vestido durante horas y horas, simplemente mirando al que se siente enfrente. Estábamos en 2010, pero ya era raro tomarse el tiempo de mirar a la gente a los ojos.

Algunos artistas eligen crear ese otro universo, el de lo poético, desde la disposición corporal, otros con elementos físicos, otros en relación a los espacios. El hecho es que esta desviación creada, convierte lo observado en signo que referencia al mundo y sus significados al mismo tiempo en que existe en sí mismo, como potencia y como lenguaje puro. Es necesario, aún en las acciones que trabajan puramente con lo real, esa otredad que nos invita a entrar en un espacio donde las reglas son otras; de otra forma, es difícil que se logre acceder a significados más profundos, y no por parte del artista sino del espectador, que es a fin de cuentas ese otro elemento que acaba decidiendo lo que es arte. Pero eso se queda para la siguiente parte...

Seguimos.

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