Espionaje amistoso
Un tipo le comentó a otro: “Sufro una grave discapacidad que me impide tener sexo”. “¿Ah sí? –se interesó el otro–. ¿Qué discapacidad es ésa?”. Respondió con desolado acento el tipo: “No tengo dinero”. (Nota. Pobre hombre. Debía recurrir al sistema recomendado por la revista “Popular Mechanics”: do it yourself)... Se necesitan dos para que un matrimonio tenga éxito, y sólo uno para que fracase. Doña Jodoncia es una de esas mujeres castrantes que anulan a su marido y lo sobajan. Don Martiriano, su esposo, le platicó un día, divertido: “Por broma hicieron una encuesta en la oficina para ver quién es el empleado más pendejo”. “¿Ah sí? –respondió con voz ácida Jodoncia–. ¿Y quién sacó el segundo lugar?”... Cebilia le contó a una amiga: “Mi marido es un mal hombre. Me hace sufrir mucho. En el medio año que llevo de casada con él he perdido 10 kilos de peso”. “Sepárate” –le sugirió la amiga–. “Lo haré –le aseguró a Crasita–. Sólo voy a esperar a perder unos kilitos más”... Don Galileo le dijo a su compadre Astasio: “Me compré un poderoso telescopio. Con él pude ver a través de la ventana de tu departamento, que está a más de un kilómetro del mío. Y te recomiendo que cuando hagas el amor bajes las cortinas. Ayer te pude ver follando apasionadamente con tu esposa”. “Tu telescopio no sirve –replicó, desdeñoso, don Astasio–. Ayer no estaba yo en la ciudad; andaba de viaje”... Babalucas sentía molestias al respirar, y tosía mucho. Un médico lo revisó, y le ordenó luego que se tomara una radiografía de tórax. El radiólogo le indicó: “Desvístase hasta la cintura”. Babalucas se quitó el pantalón y lo demás... La mujer de don Hamponio le dijo: “Quiero un collar de perlas”. Esa misma noche fue él a una joyería; con un ladrillo rompió el cristal del aparador, sacó el collar y se lo dio a su esposa. Días después la señora le pidió un reloj carísimo. En la madrugada el maleante buscó una relojería de lujo, rompió el escaparate con un ladrillo, sacó el reloj y se le entregó a la mujer. Al día siguiente le dijo ella: “Quiero un abrigo de visón”. Don Hamponio se encalabrinó: “¿Acaso crees que los ladrillo se dan en árbol?”... Una vedette le comentó a otra: “Voy a comprarme una cama king size”. “Entiendo –acotó la otra–. Quieres ampliar el negocio”... Al terminar el año escolar la guapa maestra les dijo a los niños: “Me despido de ustedes. Ya no tengo nada qué enseñarles”. Pepito levantó la mano: “¿Se admiten sugerencias?”... Doña Pasita y su marido cumplieron 65 años de casados. Una de sus hijas le preguntó a ella: “Mamá: en todos estos años ¿pensaste alguna vez en el divorcio?”. “En el divorcio no –contestó doña Pasita–, pero en el asesinato sí”... Picio, el hombre más feo de la comarca, fue al zoológico y pasó frente a la jaula de los monos. Desde atrás de las rejas le dijo uno de los micos: “Por favor, hermanito, preséntame a tu abogado”... Don Chinguetas y su esposa fueron a comer en restorán. En la mesa de al lado estaba una atractiva dama. La saludó él: “¿No me recuerdas? Soy Chinguetas”. La mujer se disculpó: “Perdóname. Así vestido no te reconocí”... El pobretón del pueblo le dijo al ricachón: “Su hijo le hizo el amor a mi hija”. “No hay problema –replicó el magnate–. Si sale embarazada y tiene una niña te daré un millón de pesos. Si tiene un niño, medio millón”. Arriesgó el pobrete: “Y si no sale embarazada ¿podrían darle otra oportunidad?”... Susiflor se inscribió en un club nudista. Le comentó a una amiga: “Aprendí ahí que tanto la Constitución General de la República como la Declaración Universal de los Derechos Humanos están equivocadas. No todos los hombres son iguales”... FIN.
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