La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo presentó ayer, en compañía de su secretario de Seguridad, los trazos generales de la Estrategia Nacional de Seguridad con la cual se propone hacer frente al que, sin duda alguna, es el problema que más preocupa a la sociedad mexicana: el clima de violencia que aqueja al país desde hace ya demasiado tiempo.
Sobre el proyecto se habían adelantado ya algunos aspectos que fueron, en su momento, ampliamente difundidos por los medios de comunicación. Sin embargo, en estricto sentido se trataba de especulaciones porque los planteamientos no provenían de un gobierno en funciones.
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Lo dicho ayer, sin embargo, es ya un acto de autoridad, es el estandarte de una administración que le realiza un ofrecimiento específico a la sociedad que le votó y a la que no. Es un compromiso con la obtención de resultados concretos para un problema puntual.
En ese sentido es relevante que se tengan claros los objetivos que se pretende alcanzar, así como las estrategias y líneas de acción a través de las cuales se perseguirán dichos objetivos.
Tres metas se plantearon ayer de forma puntual: disminuir la incidencia de homicidios dolosos vinculados a la actividad de la delincuencia organizada, así como de otros delitos de alto impacto como la extorsión, el secuestro y el robo con violencia en vías generales de comunicación; neutralizar a los generadores de violencia y las redes criminales y; mejorar el diálogo con los sectores de la sociedad.
Nadie podría estar en contra de que se persigan tales objetivos. Tampoco tenía que esperarse al inicio de un nuevo gobierno para que se enunciaran en voz alta como propósitos, ni se requiere argumentación alguna para suscribirlos y acordar que son un acierto.
Sin embargo, lo que se requiere en México a estas alturas es mucho más que el planteamiento de objetivos con los que todo mundo puede estar de acuerdo. Lo que urge es el establecimiento de metas puntuales, así como de horizontes temporales en los cuales se cumplirán.
Es decir, cuando se afirma que el objetivo es “disminuir la incidencia” de los delitos que más preocupan a la sociedad, lo que necesitamos que se nos diga, sobre todo, es en qué porcentaje. ¿90 por ciento? ¿70 por ciento? ¿50 por ciento? Y también necesitamos el establecimiento de un compromiso temporal: ¿en cuánto tiempo ocurrirá eso?
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Adicionalmente, desde luego, necesitamos un compromiso expreso, puntual y sin ambigüedades respecto de los momentos en los cuales se evaluará, de forma periódica, si nos estamos acercando realmente a la meta, es decir, si las estrategias implementadas están siendo eficaces y qué ocurrirá en caso de obtener resultados adversos.
Porque el diagnóstico lo conocemos todos; las consecuencias del fracaso institucional en el control de la violencia las hemos sufrido todos y todos concordamos en los objetivos que es necesario alcanzar. De eso ya hemos tenido demasiado; lo que demandamos son resultados.