¡Exterminio!

Opinión
/ 26 marzo 2024

El término genocidio (de la palabra griega genes, que significa tribu o raza y del latín cide, que significa matanza) fue adoptado por la ONU en 1948 para efectos jurídicos, y significa, según el diccionario: “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. Y, las cosas por su nombre, esto es lo que está sucediendo en Siria y Palestina, precisamente, mientras escribo estas líneas.

PRÁCTICAS

El conflicto en Siria, la situación en Palestina y otros eventos similares no son meramente asuntos locales que afectan exclusivamente a los ciudadanos de esas regiones. Estos conflictos tienen repercusiones globales y afectan a toda la humanidad.

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Estos eventos están intrínsecamente vinculados con cuestiones fundamentales de derechos humanos, justicia y paz. La violencia y los conflictos en estas regiones provocan sufrimiento humano, desplazamientos masivos de personas, violaciones de derechos básicos y destrucción de infraestructuras vitales. Estos impactos afectan no solo a los directamente involucrados, sino también a la estabilidad y seguridad de la comunidad internacional en su conjunto.

En palabras de Raphael Lemkin: “Las prácticas de genocidio, en cualquier lugar, afectan los intereses fundamentales de todas las personas civilizadas. No se pueden aislar ni localizar sus consecuencias. Tolerar el genocidio es admitir el principio de que un grupo nacional, por su supuesta superioridad racial, tiene el derecho de atacar a otro. Este principio invita a la expansión de tales prácticas más allá de las fronteras del Estado atacante y eso significa guerras de agresión”.

IMÁGENES

El miércoles 2 de septiembre de 2015, una imagen que hoy se ha convertido en símbolo del drama de la crisis de los refugiados y del inimaginable sufrimiento de los niños sirios, recorrió el mundo rompiendo el corazón de millones de personas. En la dramática imagen se apreciaba el frágil e inocente cuerpo de Aylan Kurdi que yacía muerto en la playa. Vestía pantalones cortos azules y una camiseta roja.

El pequeño huía con sus padres y su hermano Gallip de la guerra que destruía a su país, Siria. Todos murieron excepto su padre.

2016

Fue el turno de una fotografía que también conmocionó al mundo: Es la imagen de un niño rescatado de un bombardeo en Alepo. El pequeño se encuentra descalzo, con sus manitas juntas, sentado en la silla anaranjada de una ambulancia, se ve todo su cuerpo cubierto de polvo. Su mirada perdida, desorientada; tal vez, acostumbrada o resignada a esa cotidiana realidad. Sus cabellos se observan desordenados. Su rostro ensangrentado. El pequeño no llora. El niño no se queja.

Es Omran Daqneesh de apenas cinco años. Esta imagen que se convirtió en el símbolo del dolor, la impotencia y el horror de esa guerra.

INFIERNO

La imagen que ahora conmociona al mundo y de manera personal nos afecta y duele, muestra a Abdul, un padre de familia de 29 años, abrazando a sus pequeños gemelos, Ahmad y Aya, víctimas de la masacre que, de nueva cuenta, el martes pasado realizó el Gobierno sirio con armas químicas, concretamente con gases tipo cloro y sarín, que son de los más mortíferos, en contra de los habitantes inocentes e indefensos de la provincia siria de Idleb.

Las cifras cambian según la fuente, pero de acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, este ataque ha dejado un saldo de 131 muertos, de los cuales 41 son niños. Además, se estima que hay más de 400 heridos.

SUFRIMIENTO

El dolor que provocan estas armas químicas es inimaginable: “Alguien que ha estado expuesto al sarín puede desarrollar una gran variedad de síntomas, que incluyen: mocos, baba, dolor en los ojos, visión borrosa, problemas respiratorios, náuseas, vómitos, diarrea, y convulsiones. En casos extremos, después de convulsiones y fallos respiratorios sigue la muerte”.

Abdul así describe la existencia en la tierra del mismísimo infierno: “Tenían espuma en la boca, hubo convulsiones. Todos estaban en el suelo”, “todos fueron sacrificados”. En esta inaceptable matanza también fueron asesinados su esposa, sus padres y una decena de familiares.

ALEPO

Los niños de Siria son las víctimas inocentes de este conflicto, como lo manifiesta la Unicef:

“Los constantes bombardeos y ataques ponen en riesgo su vida a cada minuto que pasa. Hace unos meses, la metralla impactó en el cuello de Hasan de apenas 10 años. La herida afectó a la movilidad del lado derecho de su cuerpo, en sus propias palabras: “Mi mano está un poco torcida por la metralla en el cuello. Ahora suelo usar la mano izquierda para llevar el bidón de agua”.

Hasan recorre cada día las calles de Alepo en busca de agua para su familia: “Me gusta jugar con mis amigos mientras recojo agua”.

Según la Unicef el conflicto en Siria –y ahora en Palestina- ha provocado que millones de niños “se encuentren sufriendo la violencia más extrema, grandes desplazamientos y escasez de recursos básicos como agua, medicinas o alimentos”.

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HOLOCAUSTO

La periodista Lucy Aharish, primera presentadora árabe en el noticiario del Canal 2 israelí, afirma que lo que ocurre en Siria es un “holocausto” y advierte que existe insensibilidad global ante la muerte de niños en Siria. Estas son las palabras que movieron las redes sociales la semana pasada y que intentan hacer consciencia sobre la realidad de Siria:

“En este momento, en Alepo, Siria, a solo ocho horas en coche de Tel Aviv, se está produciendo un genocidio. ¿Sabes qué? Déjame ser más precisa: es un holocausto. Sí, un holocausto.

“Quizás no queramos oír hablar de ello, o enfrentarnos a que, en el siglo XXI, en la era de las redes sociales, en un mundo donde la información puede caber en la palma de la mano, en un mundo en el que se puede ver y escuchar a las víctimas y sus historias de terror en tiempo real, en este mundo no estamos haciendo nada, mientras los niños están siendo masacrados en todo momento.

“No me pregunten quién tiene razón y quién está equivocado, quiénes son los buenos y quiénes son los malos, porque nadie lo sabe y francamente, no importa. Lo que importa es que está pasando ahora mismo frente a nuestros ojos y nadie, ni en Francia ni en Reino Unido, ni en Alemania ni en Estados Unidos, está haciendo algo para detenerlo. ¿Quién está saliendo a manifestarse en las calles por los hombres y mujeres inocentes de Siria?, ¿quién está gritando por los niños? Nadie. La ONU celebra reuniones de sus consejos de seguridad y se limpia una lágrima cuando ve la imagen de un padre que sostiene el cadáver de su pequeña hija. Hay una palabra para esto: ¡hipocresía!

“Soy árabe, soy musulmana, soy ciudadana del Estado de Israel, pero también soy ciudadana del mundo, ¡y estoy avergonzada! Me da vergüenza como ser humano que elijamos líderes que son incapaces de ser contundentes en su condena y poderosos en sus acciones. Me avergüenza que el mundo árabe esté siendo tomado como rehén por terroristas y asesinos, y que no estemos haciendo nada. Me avergüenza que la paz de la humanidad sea irrelevante una vez más.

“¿Necesitamos un recordatorio?, ¿Armenia, Bosnia, Darfur, Ruanda, Segunda Guerra Mundial? No, no lo necesitamos. Lo recordamos muy bien. Lo que necesitamos es no olvidar lo que dijo Albert Einstein: ‘El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino más bien por aquellos que los vigilan sin hacer nada’”.

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¿HASTA CUÁNDO?

Las evidencias demuestran que los sirios han sido víctimas de una masacre sistemática, de un genocidio, donde los niños son los más afectados y parece que esta despiadada barbarie no tiene fin.

Con la muerte de Aylan Kurdi, Gallip, Omran Daqneesh y los gemelos Ahmad y Aya, y de tantos niños y ciudadanos, víctimas del genocidio sirio, también ha muerto mucho de nuestra humanidad. El mundo debería estar permanentemente de luto.

Me pregunto: ¿Dónde se encuentra la compasión del mundo?, ¿acaso ha sido vencida por la insensibilidad o el egoísmo?

Esta Semana Santa brinda la oportunidad de renovar el compromiso con la compasión. Al reflexionar sobre el significado de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, podemos tener presentes las masacres que diariamente suceden en México y en el mundo para orar por la paz, pero también para vivir de acuerdo con los valores de compasión, amor y perdón en nuestras vidas cotidianas.

cgutierrez@tec.mx

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