Genio e ingenio: los hermanos Ethel, Lionel y John
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Estos eran tres hermanos −dos hermanos y una hermana− que fueron geniales dentro y fuera de la escena. Hablo de “los fabulosos Barrymore”, como se les conoció en su tiempo. Ethel, Lionel y John. Los tres brillaron como estrellas no sólo en el teatro, el cine y la televisión, sino también en el arte −más difícil− de la vida.
El mayor, Lionel, fue además de extraordinario histrión un destacado pintor y un compositor de genio: a la muerte de su hermano John escribió un oratorio, “In memoriam”, que estrenó la Sinfónica de Filadelfia en 1942, y una sinfonía que sorprendió a los críticos por su acabada técnica, su belleza y su originalidad. Casi paralítico a consecuencia de una larga enfermedad Lionel siguió actuando en su silla de ruedas. Así lo recordamos en “It’s a wonderful life” (1946), con James Stewart, quizá la película de Navidad más famosa en la historia del cine.
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La gente le aplicó a su hermano, John Barrymore, el mote de “El Perfil” por la perfección y armonía de su rostro. Pero no solamente una bella cara le dio la madre naturaleza: aparte de eso lo dotó generosamente con otras ocultas cualidades y medidas que sólo sus cuatro esposas y sus docenas de cercanas amigas conocieron. Éstas últimas se encargaron de propalar dicho secreto encanto, pero a Barrymore le molestaba tal popularidad. Decía con sincero enojo: “No quiero ser conocido por algo en que muchos hombres me igualan y cualquier asno me supera”.
Desde muy joven fue irrefrenable bebedor, y eso al final lo dañó mucho. Perdió casi por completo la facultad de la memoria: en sus últimas filmaciones había que presentarle sus líneas escritas con grandes letras en un enorme rollo de papel que un empleado del estudio iba desenvolviendo. Nadie olvidaba, sin embargo, su grandeza: es el mejor Hamlet que ha aparecido en la pantalla –superior, dicen los críticos, a Laurence Olivier–, y su representación de Ricardo III no ha sido hasta ahora superada.
Ethel fue popular por su sentido del humor, su gran biblioteca y su afición al beisbol. Sobrevivió a sus dos hermanos, y durante muchos años ostentó el indiscutido título de “Primera dama de la escena americana”.
En los libros de memorias escritos por John y Ethel hay frases que dan idea del ingenio, sentido común y sabiduría de la vida de estos grandes artistas que no sólo supieron actuar, sino también vivir.
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De “Nosotros los Barrymore”, obra de John:
- “Los buenos mueren jóvenes porque oportunamente se dan cuenta de que la vida no se disfruta mucho cuando eres bueno”.
- “Sexo: de todas las cosas de la vida es la que produce el placer más corto y las dificultades más largas”.
- “Un hombre es viejo sólo cuando sus ilusiones ceden lugar a sus lamentaciones”.
Y de las “Memorias” de Ethel:
- “Para triunfar como actriz debes tener la belleza de Afrodita, la sabiduría de Atenea, la gracia de Terpsícore y la piel de rinoceronte”.
- “Has llegado a la madurez cuando aprendes a reír de ti mismo”.
- “Si la vida te hace caer de rodillas –y tarde o temprano te hará caer– levántate y continúa el camino. Si otra vez te hace caer de rodillas –y otra vez te hará caer– entonces reza. ¿Acaso estar de rodillas no es la mejor posición para rezar?
Momentos antes de morir Ethel Barrymore dijo las que fueron sus últimas palabras:
“¿Están felices? Quiero que todos estén felices. Yo estoy feliz”.