Hablemos de Dios 107

Opinión
/ 15 octubre 2022
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El agua es vida. Bueno, casi siempre. Nacemos en un universo acuoso, el vientre materno. Nada más cálido y amoroso. Y aparece otro asegún, otro, pero bueno. Va, si usted cree en la Biblia, hay un pasaje claro y esclarecedor: aunque a usted no lo quiera su padre ni su madre (por algún motivo), hay un ser (digamos) el cual a usted lo ama y lo amará por siempre: Dios. Esta y no otra es su promesa suprema. Una de tantas.

Regreso al tema de hoy: el agua es vida. Pero, no pocas veces, lastima, hiere y mata. Jesucristo no pocas veces utiliza en su lenguaje, en su jerga, metáforas, sinónimos y proverbios enlazando la vida del ser humano con el agua. ¿Sed? ¿Sed de vida, amor y eternidad y paz? Sin duda, beber del agua ofrecida por el maestro de Cafarnaúm, pero también beber el agua primigenia, del agua hecho milagro vivo cuando
el cayado de Moisés hizo brotar agua pura en medio del ardiente desierto al sólo
contacto de su bastón de mando con la yerma roca.

Y este episodio bíblico, este milagro del Antiguo Testamento es retomado como motivo literario por una poetisa suicida la cual utilizó el agua (como Virginia Woolf, como Concha Urquiza, dos mujeres, dos poetisas, dos escritoras también suicidas: muerte por agua) para inmolarse: Alfonsina Storni. Su poema se llama “Si la Muerte Quisiera”, es un tríptico bien dibujado con un tema, un tema eterno: la muerte que enamora. Leamos a Storni:

Tenemos en las manos un poco de cicuta, /

perdimos de la lengua el sabor de la fruta./

Y sabemos que un día seremos olvidados /

Por la vida, viajero, totalmente borrados.

Tengo sed tan salvaje que me quema la boca / y ansío beber agua que brote de la roca. / Persigo las corrientes para bañar la piel, alimentarme quiero de rosas
y de miel...

Ahora leamos brevemente el fragmento bíblico de Moisés donde éste hace brotar agua de la roca ante un pueblo sediento y todo el tiempo quejumbroso: “Y altercó el pueblo con Moisés y dijeron: danos agua que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová?... Y he aquí que yo estoy delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y herirás la peña (con la vara) y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo...” (Éxodo 17: 2-7).

Pero vea usted entonces cómo desdobla este episodio: la ausencia de agua es sed, dolor y, no pocas veces, sinónimo de muerte. Si hay sed, o bien donde hay harta sed, anida la tristeza y la melancolía. Alfonsina Storni hace esta ecuación en su poema “¡Adiós!” y luego, codo con codo, en la poesía “La Tristeza”.

ESQUINA-BAJAN

La ecuación para Storni es la siguiente: sed es tristeza, la tristeza es una sombra sin fin ni moldura, las sombras engendran a la melancolía y ésta, la muy ladina, fue engendrada en un hospital... sin que Dios se enterará. Leamos los dos cuartetos de Alfonsina Storni al respecto:

Yo sé que algunos dicen que nació la tristeza / en las rosas de sangre que murieron de sed / porque habiendo tanta agua, Madre Naturaleza / no se acercó hasta ellas a darles de beber.

Yo sé que algunos dicen que ha nacido en la sala /de un hospital de niños, porque piensas que Dios / no pudo darse cuenta de cómo es fría y mala, / para un niño, la ley maldita del dolor.

Y vaya, lo vimos rápidamente, el agua salva o condena. No deja de ser curioso, por decir lo menos, de que el entonces joven Charles Darwin a punto de hacerse pastor de una Iglesia se decantó por las ciencias naturales y se sumó a un largo viaje científico en el cual recolectó materiales los cuales servirían para su monumental obra “El Origen de las Especies”.

Pues sí, agua de por medio, harta agua por doquier y observando las maravillas naturales, Darwin se haría un científico connotado sobre el cual se ha construido eso llamado evolución. Ya luego, el científico Darwin se declararía ateo. En su “Autobiografía” así lo cuenta: “Poco a poco, posteriormente había empezado a considerar que el Antiguo Testamento ya no era más digno de confianza
que el libro sagrado de los hindús, o las creencias de otros bárbaros, por su historia del mundo manifiestamente falsa, con la Torre de Babel, el arcoíris como signo, etcétera, y porque atribuía a Dios los sentimientos de un tirano vengativo”.

Aunque regresaré puntillosamente a este tema, Charles Darwin, su idea evolucionista y sus polémicas con pastores de Iglesias de su tiempo, no deja ser llamativo que un “ateo” como él, cuando le escribía a su mujer, se despedía con un...

LETRAS MINÚSCULAS

“God bless you”. “Dios te bendiga”. ¿Creer o no creer? ¡Ay, maestro, ay con usted maestro Darwin!

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