Hablemos de Dios 143: ¿Lo buscan quienes viven en la miseria?
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Hemos crecido juntos usted y yo, señor lector, en este camino de comentar, de buscar y hablar de Dios. Y usted y yo lo seguimos buscando y explorando porque tenemos ganas, ansias de él. Buscamos a Dios como una forma de encontrar respuestas claras y verdaderas a este galimatías que es la vida. Buscamos a Dios porque nos “sube agua al tinaco”; ideas a la sesera, pues. Buscamos a Dios porque somos inteligentes y humanos. ¿Las hormigas, los elefantes, los delfines, las moscas? Pues ellos no buscan a Dios, están muy a gusto en la ignorancia de su instinto. Saborear y deleitarse y satisfacer su instinto. Con eso, ellos están en su sitio y salvados.
Miles de humanos, sumidos en la pobreza extrema no sólo en México, sino en el mundo, no se preguntan por la existencia de Dios. Vaya, ni siquiera tienen tiempo para preguntarse sobre su sentido de trascendencia, aquella y clásica pregunta tripartita de “¿qué hago aquí, yo quién soy y a dónde voy?”. Para desgracia de estos miles de humanos, sumidos en su miseria de vida, la subsistencia es su motor de vida, no el buscar a Dios ni ponerse a filosofar. Aunque muchos sí lo hacen. Cuando hay hambre en la mesa, la filosofía desaparece. Dios mismo es inexistente.
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Y vaya, no pocas veces también este Dios al cual estoy invocando, se esconde en sus propias recuas de palabras y se trata o tratan de hacerlo incognoscible. Un escritor, Óscar de la Borbolla, se pregunta lo siguiente en un libro de su autoría: “¿Por qué soy si haga lo que haga algún día, necesariamente, dejaré de existir y todo lo que me ha importando, se perderá, igual que yo, en el abismo?”. Pensar es humano. Bien lo afirmó Federico Nietzsche, el que no piensa o es un dios o una bestia.
Y si pensamos, estamos más cerca de Dios, a mi juicio. Aunque la Biblia diga un poco o un tanto lo contrario. Claro que usted recuerda lo siguiente: cuando detienen a Pablo de Tarso por andar predicando, y cuando es llevado ante Festo y Agripa y éste alega a su favor y refiere su historia de conversión, Festo le reprime y le endereza lo siguiente: “... Festo a gran voz dijo: estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco”. Hechos de los Apóstoles (26:25). Espero que a usted y a mí, las muchas letras, lecturas y libros, nos acerquen a Dios y no nos lleven a la locura.
Y hablando de letras, lecturas y buenos, excelentes poetas, usted y yo en tres anteriores textos hemos explorado someramente la idea de Dios en las letras, en los poemas de la llamada “Generación poética del 27 español”. Todos ibéricos, todos ases, todos poetas y algunos de ellos, grandes filólogos. Aunque en varias antologías y varios estudiosos y críticos agregan a algunos otros escritores, básicamente dicho grupo, dicha generación son diez: Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Gerardo Diego, el inmenso Federico García Lorca, Jorge Guillén, Emilio Prados y Pedro Salinas.
El maestro Dámaso Alonso (1898-1990) nació y murió en España. Su primer libro lo publicó en 1921. Aunque se le lee más o se le conoce mejor sus eruditos y severos estudios sobre san Juan de la Cruz, Luis de Góngora y Lope de Quevedo, por citar algunos, en un poema titulado “Insomnio”, increpa a Dios, lo hace desde la ira y rencor no contenidos. Es parte del texto los siguientes versos: “... por qué mil millones de cadáveres se pudren/ lentamente en el mundo/ Dime, ¿qué huerto quieres abonar con/ nuestra podredumbre...”. El título del libro completo es “Hijos de la ira”.
ESQUINA-BAJAN
Es este mismo maestro y erudito quien en un texto titulado “Soledad en Dios”, nos clarifica precisamente los motivos de eso, su búsqueda, su estancia terrena. ¿Podemos estar o vivir sin Dios? Sin duda sí, pero tal vez y sólo tal vez, es mejor estar solo y en soledad... con Dios:
Yo estoy a solas con mi Dios, ¡qué espanto
Cámaras de mi mente! Compañía
Ni de hombres ni de arcángeles cabría
En tumba soledad que oprime tanto.
Generación, camada de escritores la cual fue también catalogada como una nueva edad de oro de la poesía ibérica. Nos deja atontados lo siguiente: de los diez escritores arriba nombrados, tres obtuvieron el Premio Cervantes (la antesala del Nobel de Literatura), fueron Jorge Guillén, Rafael Alberti y Gerardo Diego. Uno de ellos, el en ocasiones hermético Vicente Aleixandre, ganó el Premio Nobel de Literatura. Un dato anecdótico pero importante: Gerardo Diego cuando ganó el Premio Cervantes, lo compartió con el inmenso Jorge Luis Borges.
Es uno de los grandes libros de la poesía universal, es “Poeta en Nueva York”, de Federico García Lorca. Lea usted apenas tres versos los cuales mueven lejanías: “Déjame pasar la puerta/ donde Eva come hormigas/ y Adán fecunda peces deslumbrados”. ¿Lo nota?, ¿a dónde pasar, a dónde caminar, qué puerta traspasar? Pues sí, al prometido paraíso bíblico de Adán y Eva el cual perdieron por su tozudez, rebeldía e inteligencia, al final de cuentas. Los versos son un pálido ejemplo de la potencia de García Lorca en “Poeta en Nueva York”.
LETRAS MINÚSCULAS
¿Para qué vivir si “Todo es gris. /Nada existe...”? El verso entrecomillado es de Manuel Altolaguirre. Tremendo.
Encuesta Vanguardia
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