Café Montaigne 271: Un encuentro literario inesperado
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Todo conspiró. Todo fue conspirando conforme fueron pasando los días. Sin duda, fueron los duendes, los hados de los libros. Primero fue lo siguiente: una estimada amiga me invitó a merendar cualquier día. Llegó con una bolsa de libros y publicaciones diversas. Dijo: “Maestro, te traje esto de mi casa. Lo vas a valorar tú mejor que yo. Aparte de que ocupan y me roban espacio, los libros y revistas hacen mucho polvo...”. No tengo por qué juzgar lo anterior. Los libros y revistas que mi amiga me regaló “hacen mucho polvo”. En fin. Así anda el mundo hoy.
Cuando regresé a mi casa me puse a ver los materiales. Había una revista de una cadena de librerías en la Ciudad de México con sucursales en varias partes de la República, es para promover libros, autores y todo tipo de publicaciones que ellos venden. La revista es del año 2020. Aquí se transcribe una entrevista con el autor norteamericano Nicholas Sparks. Entrevista la cual le realizó el diario “El Clarín” de Argentina. ¿Le suena conocido el escritor? Tal vez un poco. Pero si le digo de dos películas de los años noventa del siglo pasado inspiradas en sus libros, creo de inmediato lo identificará. Son las cintas “Mensaje en una Botella” y, sobre todo, “Diario de una Pasión”.
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El tipo es un rompe-ventas como autor, con más de veinte novelas salidas de su pluma, traducidas a más de 50 idiomas y la friolera de más de 100 millones de ejemplares vendidos al día de hoy. No poca cosa. ¿Son novelas de fácil digestión, de eso llamado género romántico, donde abundan los finales felices? Puede ser, pero este tipo de emociones es lo que hoy y siempre han existido. Así somos los humanos y así miles de humanos buscan su lugar en la tierra: bajo el palio de un amor romántico.
En dicha entrevista, el autor, Nicholas Sparks, habla de su novela tal vez más leída y famosa, “Diario de una Pasión”, la cual en el 2021 cumplió 25 años de editada. Y aquí entonces se fue tejiendo lo siguiente: el tipo no se defiende en la entrevista de un cierto estigma de escribir una literatura “romántica”, con visos de amor y final feliz o, de plano, de tragedia; mejor aún, puntualiza lo anterior al aclarar: “el amor es una de las principales emociones de la vida, y cuanto más percibes las emociones en cualquier historia, más real se siente esa narración...”.
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Sparks tiene razón. Por eso los gringos hacen gala de algo: saben narrar, entretienen y hacen la vida, la lectura interesante. Por algo sus novelas de tan plásticas han sido llevadas al cine de Hollywood con tremendo éxito. Fue entonces que los hados de los libros me pusieron en el camino su novela, “Diario de una Pasión”. La edición es reciente y se sigue vendiendo. Eso lo intuyo por la cantidad de ejemplares disponibles y otras varias del mismo autor. La compré. Di cuenta de ella en dos noches. Nada de insomnio, simplemente una lectura para disfrutarse. El protagonista es Noah Calhoun, un tipo que remodela con sus manos una vieja casona en ruinas luego de recibir en herencia de empresa una pequeña fortuna. Conoce a una guapa mujer, la cual emigra y a la cual su familia le esconde por lustros la correspondencia amorosa que el novio de un verano le fue enviando pacientemente por años (mínimo una vez al mes) y sin fallar. ¿Ya recuerda la cinta, señor lector?
ESQUINA-BAJAN
Pues bien, el chavo en su juventud (y por eso escribe dicho diario en sus cuadernos, el texto y la película inician cuando él ya tiene ochenta años y habla en retrospectiva) es un obcecado y empedernido lector de poesía, entre sus poetas predilectos figuran dos santos tutelares: Walt Whitman y Dylan Thomas. Caray. ¿Quién no recuerda entonces los versos iniciales de la elegía, la balada mortuoria que Walt Whitman le escribió como homenaje póstumo al padre de los norteamericanos todos, Abraham Lincoln? Son aquellos que se titulan... “¡Oh, capitán! ¡Mi Capitán!”.
Y recuerdos traen y atraen recuerdos. Estos versos son también parte del entramado en la cual se basa la película “La Sociedad de los Poetas Muertos”, con el protagónico, creo recordar, recayendo en Robin Williams, actor multipremiado que luego se suicidaría. Todo, todo lo anterior se fue tejiendo para de nuevo, ir al estante de los libros de poesía que tengo y retomar la lectura del “viejo hermoso Walt Whitman”, como le definió Federico García Lorca. Su obra toda agrupada bajo el genérico de “Hojas de Hierba”, donde el famoso “Canto de mí Mismo” es un apartado genial y único.
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No tengo la obra completa del poeta, acusado en su momento de “impiedad libidinosa y audacia fálica” (en sus poemas deambulan en parvadas, mecánicos y choferes de brazos musculosos y caras retorcidas y bellas), apenas la he encargado a la Ciudad de México. Lo que sí tengo es un libro del cual ya no recordaba habitaba mi biblioteca: “Canto a mí Mismo” en traducción de... León Felipe. Ni más ni menos.
Vemos entonces que la obra, la novela romántica de Nicholas Sparks, amén de dejarse leer con atracción y entretenimiento, me hizo convocar ciertos fantasmas a la luz: el suicida Williams, el viejo Whitman y su halo poético eterno: “¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! Levántate y escucha las campanas; / levántate, por ti la bandera ondea, por ti el clarín suena...”.
LETRAS MINÚSCULAS
A poco más de 200 años de su nacimiento, el viejo Whitman sigue más lozano que nunca. Pues sí, es un poeta y los poetas son eternos.