Hablemos de Dios 154: un tema inagotable

Opinión
/ 16 diciembre 2023

Hablar de Dios es cosa de nunca acabar. Pero igual, es cosa de la cual, a uno le debe de “girar la piedra”, según expresión agradable y feliz del chef de sabor huracanado, Juan Ramón Cárdenas. Dios, al menos para mí y si usted me ha leído, lo sabe, jamás está en mis sentimientos sino en mi razón. “El tema de Dios parece ser específico y privativo de la especie humana. Somos la criatura que tiene capacidad para afirmar o negar la existencia de Dios”. El entrecomillado es de uno de los pensadores más influyentes en el mundo moderno, el profesor George Steiner, recientemente fallecido.

Por lo anterior, cuando algún humano se declara “ateo” o algo tan loco o absurdo como “agnóstico”, sólo merecen de mi parte ternura, conmiseración, comprensión y tolerancia. Los únicos que pueden amar o negar a Dios, somos los que recibimos de él eso llamado libre albedrío, libertad. Y esta es la peor tragedia de la humanidad: ser libres de creer o negarlo. ¿Delfines, pájaros inteligentes, hormigas arquitectas, perros desarrollados...? Caray, qué perdido está el mundo: tienen instinto, no inteligencia.

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Se va acabando el año y no tenemos para cuándo dejar de hablar de Dios. Nos falta mucho por analizarlo, escudriñarlo, amarlo, quererlo, paladearlo e incluso, increparlo. Dios es un tema inagotable por un motivo: es como nosotros, y nosotros, humanos, no tenemos fondo ni “llenadera” de nada. Nunca. Siempre queremos más. De todo. ¿Lo notó con la sabia reflexión del intelectual George Steiner? Dios tiene qué ver con los humanos civilizados, no con los animales.

¿Necesitamos a Dios o a la religión? ¿Es posible vivir sin religión, pero sí con Dios de nuestro lado? ¿Entonces buscar a Dios y no una religión es construirse o edificar o creer en un Dios personal? Dejemos que lo resuelva de un plumazo un escritor italiano, autor de una sola obra, inconmensurable y perfecta, es Giuseppe Tomasi Di Lampedusa en su eterno “El Gatopardo”. En uno de tantos fragmentos que alude a la religión, escribe: “Soy un pecador, lo sé –espeta en un soliloquio, don Fabrizio, Príncipe de Salina– doblemente pecador, ante la ley divina y ante el amor de Stella. No cabe duda que lo soy; mañana me confesaré ante el padre Pirrone... peco sí, pero peco para pecar más aún, para arrancarme esta espina carnal, para evitar desastres mayores. El señor lo sabe”.

¿Lo nota? Se ha enseñado que “confesar pecados”, lo que eso signifique, ante un padre o sacerdote, luego de ello y con cierta penitencia, se libera de esos pecados. Los católicos van ante Dios o la Iglesia, seamos francos, a vaciar sus penas y pecados. Los hermanos cristianos se escudan en su conocimiento milimétrico de las escrituras, pero son incapaces de apostar por el mundo real. Acodados en la penumbra de su habitación y grises los ojos de leer tanto la Biblia, repiten sus mismos estribillos hueros de siempre, lo cual seamos francos, ya no convencen ni conmueven.

Parece que ya se lo he platicado antes, pero vale la pena repetirlo hoy. Hay una poeta norteamericana, Emily Dickinson, la cual y apenas salió de las cuatro paredes lustrosas de su habitación. Pero, es autora de una poesía intimista, perturbadora, bella y dolorosamente actual. ¿Escudriñar a Dios? Lea lo siguiente: “El cerebro pesa lo mismo que Dios/ y si lo calculas –libra a libra/ hallarás la misma diferencia –si la hubiere/ que separa a una sílaba de un sonido”.

ESQUINA-BAJAN

Dios es tan importante, que gira en mostros los creyentes. E invade la vida de los “ateos” y los “agnósticos” los cuales dejan su vida en la tierra tratando de no probar la existencia de aquello que les taladra los sentidos. La ausencia de Dios es presencia. Leamos a un poeta árabe, tan injustamente olvidados en este mundo occidental, es Najwan Darwish, nacido en Palestina en 1978. Ignoro si viva al día de hoy. Lea usted esto:

No soy el Rey David

Para sentarme en la puerta del arrepentimiento

Y lamentar con los salmos, después, los pecados.

¡Ay con estos poetas árabes! Los cuales tienen una formación más crítica y erudita a nosotros, los occidentales. Los anteriores versos bien medidos nos recuerdan que a la par de la gloria religiosa de David, es imposible olvidar al hombre: David tuvo debilidades como varón, fue rudo guerrero; astuto, en su vejez cometió graves faltas contra sus hijos, su moral fue un galimatías... en fin, era humano, demasiado humano.

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A vuela pluma lea lo siguiente: estamos hablando del mismísimo Rey David, no del villano, pandillero y calamitoso de Francisco Villa. Bueno caramba, ambos villanos, cuatreros, una nulidad, pues: “Y asolaba David al país, y no dejaba con vida hombre ni mujer; y se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos y las ropas, y regresaba a Aquis”. ¿Son los cabrones Zetas, el CJNG, el cártel del Golfo; era el pinche forajido de Pancho Villa que de héroe no tuvo nada? No, es David y sobre él está construido el cristianismo. El texto es largo en la Biblia (da igual, es lo mismo, la Biblia católica o cristiana), lea usted la 1ª de Samuel. Medítela y hágala suya.

LETRAS MINÚSCULAS

Ja, me sigue maravillando la idea de Dios en la gran Marguerite Yourcenar: “Dios... (es) El remedio que buscan los solitarios”. Le creo.

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