Hablemos de Dios 153: ¿somos iguales a Él?
Con su voz de trueno, el viejo gruñón de don Antonio Usabiaga Guevara, nos dictaba cátedra en el ISER. Al menos yo, pálido y gris alumno, por cinco o seis años, lo escuchaba a él y su batería de académicos los cuales eran amén de sabios, unos humanos ejemplares. Las charlas en privado con él, eran interminables, no pocas veces compartimos tertulia, comida y buenos tragos con el sabio maestro y con su equipo. En una de tantas charlas y clases, cuando estábamos en la doctrina de “Religión comparada”, lo dijo tal cual: el bruto de Mahoma había leído la Biblia al revés, por ello, de tanto error y acomodarla, digamos, al espíritu árabe, lo que hoy son los hermanos musulmanes y el Islam.
El Islam nació, usted lo sabe en el siglo VII en Arabia. Es la segunda (yo digo que ya es la primera) religión más practicada en el mundo y es del llamado tronco monoteísta junto con el judaísmo y el cristianismo. Tengo tres ediciones de “El Corán”, su libro sagrado (y cosa de la cual hay que dejar huella: para ellos, los musulmanes, es un libro “descendido”.
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Bajó literalmente del cielo y fue encarnado en la voz del profeta Mahoma. Es libro sagrado. Para nosotros los cristianos o católicos, la Biblia es eso, un conjunto de libros. Y la Biblia es un libro de libros, pero no como “El Corán”, libro “descendido”, alado. Si usted trae un “Corán” en la mano y cerca hay un hermano musulmán ortodoxo, pruebe usted si acaso puede usted poner encima de él un lápiz, una copa, una servilleta... literal, lo matan) en fin.
El anterior y torpe liminar viene a cuento porque una y otra vez le he contado lo siguiente: ¿No tenemos un Dios? es necesario inventarlo. Nosotros lo inventamos en la antigüedad, en la espesura de la noche, al amparo de la hoguera y del verbo ardiente que destilaba fuego y letras orales. Un poeta árabe, Fakhri Ratrout (nacido en 1972, ignoro si viva aún), en un verso devastador lo dice: “Gritó un Dios: es estrecho este universo”.
Una y otra vez se lo voy a repetir: nosotros, usted y yo, nosotros los humanos, los seres pensantes, los inteligentes, los escritores, los poetas, creamos a Dios. No al revés. Hemos creado un Dios antropomorfo. Y de plano, lo hemos hecho rey de todo el universo, lo cual dijo el poeta, ya le quedó estrecho, chico. Se lo voy a probar una vez más en este corto espacio el cual siempre nos falta para divagar, crear, elucubrar. Emily Dickinson (1830-1886), poeta norteamericana, usted lo sabe, apenas abandonó y por pocas horas o días, su casa e incluso, su habitación de cuatro paredes.
¿Viajar? Lo hizo todo el tiempo con su poderosa poesía que hoy está en la luna. En sus textos hay de todo: composiciones juveniles, amables, románticas y digamos, fáciles; a la par de un tono, otra vez digamos, “gótico”, decadente y fuerte, con un fuerte tufo de trascendencia a pesar de sí misma. Sus poemas están sólo numerados por los estudiosos de su obra (la decadente Dickinson apenas publicó un puñado en vida, sus cuadernos estaban atiborrados de ellos y se editaron póstumamente), le transcribo versos del numerado 632. Sigo la edición de Alianza, factura de Amalia Rodríguez.
ESQUINA-BAJAN
Prepárese para lo soberbio, lo grande, la exploración de una poeta (ellas a sí mismas se dicen así, poetas, en masculino, jamás poetisas; en fin, lo creen peyorativo y degradante, de segunda liga de género, hoy tan de moda barata) encerrada en las cuatro paredes de su habitación en un pueblecillo gringo amodorrado. Lea:
El cerebro –es más ancho que el Cielo–
Y –si los pones juntos–
El uno contendrá al otro
...
El Cerebro pesa lo mismo que Dios–
Si el cerebro pesa lo mismo que Dios, ¿somos iguales a Dios?, ¿nosotros somos Dios? Pues caray, se lo he dicho una y otra vez, sí. Dios nos habita y como nos habita, debemos de hablar de las glorias de Dios en la tierra, que es lo único que conocemos. ¿Necesitamos a Dios? Sin duda, todo el tiempo. Tanto lo necesitamos, que lo hemos moldeado a nuestra imagen y semejanza. Avanzamos: ¿Un Premio Nobel de Literatura, del calibre y estatura del sabio mexicano Octavio Paz, necesita de un Dios o dioses?
Buscar las revelaciones, citas y palabras y letras donde el Nobel mexicano explora o convoca a Dios, es tarea titánica (¿alguien ya lo hizo?, lo ignoro), placer y tarea colosal: releer todo Octavio Paz bajo su arista divina. El ser humano es un ser que imagina y desea, lo dijo el poeta, y este continuo imaginar es buscar la eternidad a través de la palabra, y la palabra funda edificios, ciudades, libros, conciencias. Edifica y funda a Dios.
¿Deberíamos extirpar a Dios de nuestra mente y cerebro cuando éste es un problema? En su texto, “El prisionero”, dedicado, como no, al divino Marqués de Sade, Paz escribe en uno de sus letales versos: “Esos delicados instrumentos de cirugía para extirpar/ El chancro de Dios...”.
LETRAS MINÚSCULAS
Van dos versos de Paz: “El cuerpo que hoy sacrificamos/ ¿no es el Dios que mañana sacrifica?”. Los poetas crearon y siguen hablando de Dios.