Hablemos de Dios 163: El poder de olvidar y la ebriedad sagrada

Opinión
/ 24 febrero 2024

Dios. Siempre, siempre Dios. ¿Por qué ese al que nombramos que es Dios se nos esconde en las letras, en las sílabas, en todo lugar? Tal vez porque no existe. O tal vez porque todo es de él y de eso, a hacernos caso, pues nada. Media una eternidad para entenderlo. ¿Nombrar a Dios? Usted y yo tenemos varias columnas, ensayos, textos, explorando eso, el nombre de Dios. Cosa, nombre que no existe. Si no existe el nombre, ¿existe Dios? En fin. Mucho por explorar.

Otra pregunta, ¿por qué Dios es escurridizo, por qué se esconde en sus letras, en su nombre y su “lenguaje”? No lo sabemos. Los filósofos, los escritores, los poetas los cuales crearon este mito, leyenda, es decir, fraguaron a ese “Dios irreal o real”, lo cual hoy es Dios. Ojo, esos escritores ya murieron. Avanzamos de nuevo, ¿hay un Dios?, ¿o hay dioses para cada cosa de la vida, para cada galimatías personal?, ¿si hay varios o muchos dioses entonces somos una religión politeísta, según ya muy rebasado en la historia o somos una buena religión al creer en tantos “dioses”? Ja. De locos.

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De nuevo aquí voy, lo repito: si acaso Dios tiene nombre es lo siguiente. Insisto: es JHWH o IHWH. Es decir, es “Iahvé” o “Jehová” para hacerlo inteligible a nosotros, patéticos humanos y occidentales, pero su nombre es IHWH. Trate usted de decirlo, nombrarlo, pronunciarlo en voz alta... No se puede. Es un grito, un murmullo, una cosa de niños implorando alimento. Es algo inexpresable. Entonces, ¿por qué le hablamos tan fraternalmente si ni siquiera sabemos su nombre?

¿Por qué Dios tiene tantos nombres? La verdad, no lo sé. Pregúntele usted a los hermanos cristianos que dicen saber todo de Dios. Yo lo estoy masticando aún. Pero, es un Dios múltiple, es “el creador soberano, poderoso”, pero también es “señor y amo”, también “Dios altísimo”, “el señor de los ejércitos”, “el señor es mi salud”, “el señor mi proveedor”... En fin. ¿Es el mismo Dios o es diferente?, ¿necesitamos un Dios para cada circunstancia especial de la vida?, ¿a quién invocar entonces? La cosa no es nada sencilla. Nada sencilla para los creyentes que pensamos. Sean hermanos musulmanes, cristianos, católicos, metodistas, bautistas... en fin. Cosa complicada.

Al azar, leyendo la Biblia (sea de los hermanos cristianos o católicos, es lo mismo en su Antiguo Testamento), voy a citar a varios “dioses” los cuales “ayudan” para diversas causas. Es decir, es lo mismo que los hermanos cristianos cuando nos critican porque tenemos muchos santos. Es verdad, pero no están muy diferenciados de nosotros. Los nombres o apellidos de Dios son para cada causa, ocasión de vida o problema. Lea.

¿Salud? Usted debe de invocar el nombre de Jehová Rofe. ¿Un ejército militar? Usted debe de implorar a Jehová Tseboat. ¿Estar suficiente de todo? Es “El shadai”... en fin, ¿es uno o es el mismo?, ¿son muchos santos o cómo está esto? Ya ve señor lector que está de la patada. Hablar de Dios no es sencillo. Máxime cuando yo me atrevo a muchas cosas y lo mejor, lo dejo por escrito. Respeto y amo a mis amigos y hermanos cristianos, católicos, musulmanes, testigos... en fin. Me leen obsesivamente, me halaga. Ellos saben más que yo, de todo. Pero, insisto... busco a Dios con mi intelecto y razón, no con los torpes sentimientos ni menos con el corazón: una víscera atrofiada por siempre.

ESQUINA-BAJAN

El problema y el pensar es eso: leer y pensar. Por eso su servidor no encaja en nada del mundo real. Habito la literatura, pero más, el conocimiento supremo: la poesía. Y no, aquí nadie lee poesía. Avanzamos de nuevo: hay libros completos que hablan de los nombres de Dios. He leído algunos, no me convencen del todo. Es decir, busco lo mío, mis respuestas. Mis preguntas. Respuestas a mis preguntas. Sólo eso.

De nuevo: hay un Jehová Tseboat, “El señor de los ejércitos”, Jehová Makkeh, “el señor quien me moldea”. Un Dios para todo. Leamos a un hombre, un poeta, un creador que se volvió loco de amor. Viene a mi memoria aquella recomendación de don Gerardo Blanco Guerra, cuando un día me vio con la madre en rastra por un amor mal correspondido de su servidor, como siempre en mi patética vida, pues.

Blanco Guerra me espetó: “No se enamore maestro, el amor mata”. Le creo. El gran, inmenso Friedrich Holderlin al cual la eternidad no le interesó... y es eterno. Escribió estos versos. Lea usted lo siguiente del poeta alemán:

En esta oscuridad nos queda un asidero,

El poder de olvidar y la ebriedad sagrada

“Ebriedad sagrada”. Y es justo de lo que acusaron al maestro Jesucristo: comía carne asada, cordero a las brasas, cabrito, pescado a la parrilla. Todo lo anterior bañado con una buena selección de vinos tintos. O caguamas. No es broma, casi es literal en la Biblia. ¿Por cuál platillo se decantaría usted? En lo personal, me gustan todos. Y todos estos platillos están... en la Biblia.

De hecho, al maestro de Cafarnaúm se le acusó no pocas veces de ser un glotón y bebedor (Marcos 2. 13-17). Pero, también era buen parrillero. En uno de tantos episodios donde Jesucristo enseña a través de sus actos y estilo, a la par de hacerlo a través de sus historias (metanoia/transformación).

LETRAS MINÚSCULAS

En Juan 21.2-13, el maestro se convierte en Chef y les cocina un delicioso pescado a las brasas con pan a sus amigos y discípulos... “Jehová, chef”. ¿Lo nota? Ya tenemos otro nombre de Dios. De mi cosecha, pues.

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