Hablemos de Dios 179

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Goethe era un genio. Así de simple. Su obra portentosa así lo demuestra. Las dos partes de “Fausto” son un momento estelar de la humanidad. Aunque tiene una buena poesía y de buen calibre, es recordado y está inscrito en la historia de la humanidad por aquello del pacto con diablo de su Doctor Faustus. No, el gran Goethe no lo inventó, pero si lo dejó por escrito y de tal manera, que dicho pacto fáustico está tatuado precisamente por su personaje.
Y este alemán, como todo buen creador y poeta, tenía su muy peculiar forma de “inspirarse”, digamos. Lo he contado antes: leyendo aleatoriamente a sus biógrafos, varios de ellos se refieren a su “método” o manera de trabajar. Lo que hizo para crear su obra prodigiosa. Es decir, cómo utilizaba su imaginación, su poder de creación; máxime cuando éste tenía obstáculos y dificultades en su trabajo creativo como cualquier humano.
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¿Sabe usted qué hacía el gran Goethe? Mantenía conversaciones imaginarias durante horas. Vaya, tenía su “amigo imaginario” el cual le contestaba con propiedad, ecuanimidad e inteligencia todas las dudas y preguntas que le enderezaba el escritor, poeta y filósofo. Su amigo le contestaba dilectamente, con paciencia, esmero y sabiduría. Incluso, era tan plástico aquello, que su amigo hacía gestos, tenía otros modos, otra voz y se paraba de su silla, se enderezaba, bebía cosas diferentes a lo que bebía Goethe... sí, es la famosa teoría del “otro” que nos habita a los escritores (el “otro”, no pocas veces, es un club de heterónimos, como en el caso del lusitano, el poeta Fernando Pessoa o bien de Juan Gelman).
Y sucede con el maestro Goethe y su “Fausto”, lo que sucede con los grandes creadores y su obra de arte: son trabajos totales, símbolo y arquetipo de aquello universal y bueno, común a todos los seres humanos, por lo cual lo que usted quiera “preguntarle”, aquí encontrará respuesta. El poema dramático “Fausto”, usted lo puede leer y disfrutar en varias aristas: la veta gastronómica, la veta teológica, la vena poética, un muestrario de sustancias y elíxires de encantamiento; o bien y de plano, el disfrute estético en todos los sentidos de este inmortal poema.
A vuela pluma hay le van algunas perlas sin orden ni concierto. Lo siguientes con el fin de que si usted no tiene dicha obra en su biblioteca, no hay nada mejor que correr a comprarla y disfrutarla. Si usted ya la tiene, pues dedíquele diario una hora a su lectura y ayúdese con un lápiz o plumón de colores y una libreta a un lado, para que usted tome nota de sus frases favoritas, los aforismos o citas que usted puede poner en práctica en su vida cotidiana para su toma de decisiones en todo tipo de materia.
Me atrevo a escribirlo de nuevo: en todo tipo de materia cotidiana. Le transcribo la ficha completa del libro que tengo a la mano, aunque tengo tres ediciones, está es la que yo recomiendo: “Fausto” de Johann W. Goethe, traducción de Pedro Gálvez con una excelente introducción del filósofo Eugenio Trías. Lea usted por favor y de entrada: Mefistófeles le da el siguiente consejo al doctor Fausto: “Vámonos presto y déjate guiar;/ es necesario que sudes,/ para que la fuerza penetre dentro y fuera./ Te enseñaré luego a apreciar la noble ociosidad...” Pues sí, no hay nada como el ocio creador, injustamente olvidado por los humanos hoy en día y con el tren de acción que no lleva a ninguna parte.
ESQUINA-BAJAN
¿Es el diablo como lo pintan en los libros antiguos, usted cómo se imagina al diablo, a Satanás? Lea usted la propia descripción que hace de sí mismo Mefistófeles, lo cual se lo cuenta a una bruja que está preparando un caldo ponzoñoso en una olla, en un caldero ardiente: “La cultura, que tiene su barniz por todo el mundo,/ha llegado también hasta el demonio mismo;/ el nórdico fantasma no es ya, pues, fácil de distinguir;/ ¿dónde ves cuernos, rabo y zarpas...” Líneas después le endereza lo siguiente: “Si me llamas Barón, todo andará de rechupete...”
Pues sí, don Diablo, don Satanás, el señor Barón Mefistófeles. En el curso del poema dramático intervienen variados personajes, como un “Contador imperial”, el cual en uno de sus discursos, habla sobre partidos políticos, la búsqueda del dinero, lo escaso de éste y lea lo siguiente que puede ser atribuido hoy a la peste bíblica (Covid) que aún se manifiesta en el mundo, sí, la maldita pandemia del virus chino.
Lea usted: “(de los partidos políticos) no importa su color/ (no) nos podemos fiar en estos tiempos;/ ya pueden censurar o alabar,/ que amor y odio se han vuelto indiferentes.../ ¿Quién piensa en socorrer hoy a su vecino?/ Cada cual ha de velar por sí mismo”. Hay una deliciosa cancioncilla interpretada por el ya alegre Doctor Fausto, luego de dejar su mohosa morada y estudio y entregado a los placeres terrenos. Al bailar con una joven hermosa le canta: “Una vez tuve un sueño hermoso,/ en el que vi un manzano;/ dos ricas manzanas brillaban en él,/ y tanto me excitaban, que arriba trepé”. La referencia bíblica es obvia.
LETRAS MINÚSCULAS
Hoy y por último, va una sabia lección del Barón Mefistófeles: “¿Es que no habéis hartado todavía de esta vida?/ ¿Cómo os puede gustar tan dilatada?” Pues sí, es mi tirada de naipes: ¿Para que ser eternos?