Hablemos de Dios 210: La ironía de su ausencia y presencia

Opinión
/ 25 enero 2025

Dios fue fundado, creado, inventado por poetas. Así de sencillo. ¿Locura o genialidad?

Hablar de Dios es tema y cuento de nunca acabar. Lo sé, pero qué le vamos a hacer, hay que seguir haciéndolo, al menos en mi caso, porque es mi llamado interior. Hay gente, humanos, que buscan el placer, otros eso llamado “amor”, otros buscan drogas y otros poder. Otros buscan algo tan tangible y a la mano que pocos lo tienen: dinero, harto dinero. Otros buscan algo práctico y sin significado hoy alguno, el matrimonio. En fin, cada quien busca aquello con lo cual se identifica, o bien, quiere explorar. Yo, en lo personal, busco a Dios.

“Cuando pienso en los viejos amigos que se han ido

de mi vida, pactando con terribles mujeres

que alimentan su miedo y los cubren de hijos

para tenerlos cerca, controlado e inermes”.

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Es un cuarteto poderoso del poeta ibérico, Luis Alberto de Cuenca, al cual usted y yo lo estamos analizando en clave divina. Pero no deja de ser un tanto escandaloso y certero, lo que es su definición del matrimonio y del amor: “terribles mujeres” que alimentan el miedo de los hombres y los “cubren de hijos” para tenerlos en su cárcel por siempre. Sí, una beca perenne.

En su siguiente cuarteto del mismo poema, “Cuando pienso en los viejos amigos”, escribe el poeta:

Cuando pienso en los viejos amigos que se fueron

al país de la muerte, sin billete de vuelta,

sólo porque buscaron el placer en los cuerpos

y en las drogas que alivian la tristeza”.

Los poetas siempre tienen la razón en su palabra. Se busca el placer efímero, lo mismo en el sexo que en el alcohol o drogas duras, las cuales llevan irremediablemente a la muerte. Al valle de las sombras del cual jamás nadie ha regresado. ¿Jesucristo regresó de dicho valle funesto luego de ser crucificado en el Monte Calavera? Es una polémica interminable. Dios no puede alterar su creación. Dios no puede alterar la naturaleza de su creación. Si alguien muere, muerto está. Si Jesucristo resucitó, ¿por qué alguien no lo ha hecho en tanto tiempo entonces?

Pero bueno, motivo de una saga de textos al respecto. Por hoy continuamos con nuestro poeta asediado, Luis Alberto de Cuenca. En uno de sus poemas, “Última Luna”, el escritor maneja aquella vieja idea, idea seminal por lo demás, de que sólo los locos y en su locura pueden hablar y sentir a Dios. Mejor a cualquier humano religioso y practicante de cualquier culto o fe. Estudios hay por decenas de ello. Serios todos: aquella gente clasificada, catalogada o diagnosticada con algún signo de locura es más propensa a tener arrebatos místicos y no pocos de ellos siente y hablan con Dios. Lea usted algunos versos del poeta:

“...Y en el frenesí

que esa luna te dicte, en la locura

que nuble tu cerebro moribundo,

llegarás a entender qué significa

la ironía de Dios”.

LETRAS MINÚSCULAS

¡Caramba con estos versos de estirpe filosófica! Y no, el poeta no está nada alejado de estudios psicológicos, neuronales, biológicos y conductuales sobre seres humanos en los límites de la locura, los cuales siempre hablan de Dios en sus trances ¿místicos, de locura, de soledad, de éxtasis?

Avanzamos. Lo he dicho ya reiteradamente: Dios fue fundado, creado, inventado por poetas. Así de sencillo. ¿Locura o genialidad? ¡Ja! Lea usted, el maestro de Cafarnaúm, el mismísimo Jesucristo, fue acusado de satánico (Marcos 3, 22-30); fue acusado de estar loco, de haber perdido la razón (Marcos 3, 20-21). Abro paréntesis rápido: de ser cierto, lector, la humanidad, los creyentes como usted o yo, seguimos la doctrina de un loco. Así de sencillo. También fue acusado de ser un glotón y bebedor (Marcos 2, 13-17). Pero vaya, por hoy nos detenemos en la tirada de cubilete: estar “loco”, estar obnubilado por las fases lunares nos conduce a la locura, según el poeta ibérico, y eso nos lleva a entender la locura e “la ironía de Dios”.

En un buen poema (todos, la gran mayoría son buenos), al hablar sobre ese poeta, entre místico, real y engendrado él mismo en sueños, Coleridge nos regala la siguiente estampa rápidamente en la entrada de su texto:

“Sólo el mar, y esta sed inextinguible,

y un montón de cadáveres a bordo,

y la ausencia de Dios”.

¿Lo nota, señor lector? La ausencia de Dios, siempre es presencia. Si está o no está (es un giro retórico, pues es basura, es nada) en nuestro radar es cosa secundaria, pero siempre lo tenemos presente, para bien o para mal. Por eso aquellos que se dicen ateos o agnósticos, al tratar de sacudirse su “no presencia”, son los que más insisten en su inexistencia.

LETRAS MINÚSCULAS

Por cierto, usted y yo acabamos de pasar por eso llamado Navidad. Justo acabamos de pasar por ello. Lea a Luis Alberto de Cuenca: “Navidad: horror inexplicable/ con que los astros dan por terminado el año”. ¡Puf! Gran poeta y versos poderosos.

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