Hablemos de Dios 229: versos devastadores

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Lea usted lo siguiente del gran poeta, uno de los mejores poetas hispanoamericanos que ha dado la tierra, José Gorostiza:
“La barca morena de un pescador,
Cansada de bogar,
Sobre la plaza se puso a rezar:
¡Hazme señor,
Un puerto en las orillas de este mar!”
¿Nota usted todos los elementos naturales e inmateriales de este texto. Estos versos devastadores en la historia de la humanidad? El poeta le pide al gran Dios que le lleve a mejor puerto a éste el cual habitamos, nosotros los tristes y patéticos humanos. Un puerto a orillas de este gran mar que nos engulle de a poco o bien de una sola dentellada. Así de simple.
Los versos son de José Gorostiza, repito. Del cual debo de tener casi toda su obra, pero hoy, en un bazar en Monterrey, he comprado y de nuevo y por cuarta o quinta vez, “Poesía en Movimiento” México en la poesía de 1915 a 1966, selección y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis. Sobra decirlo y usted lo sabe, el prólogo completo, criticado aún hoy, es de Octavio Paz: el único sabio mexicano en haber ganado un Nobel de Letras entre nosotros, tristes mexicanos ancilados en el nopal.
La anterior selección de poetas y poemas fue hecha en 1966. ¿Suena a viejo? Tal vez, pero es la vida misma hoy. Si usted quiere leerla en tono de luz, de sol, de nostalgia, de melancolía, de hambre, de comida, de filosofía; vaya pues, en tono divino, usted obtiene respuesta. Así de sencillo y complicado. A la vez y sin contradicción de por medio.
Todos los poetas recogidos en esta selección hablan de Dios, de la Biblia y de eso siempre inasible, lo sagrado, lo divino. ¿Quién no ha estado tocado por la Biblia o uno de sus libros o personajes? El gran poeta, don Jaime García Terrés, tiene un poema titulado “Las Tinieblas de Job” donde precisamente, ahonda en ese martirio, esa cosa tan extraña llamada hoy “depresión”, cuando en la historia se le conoce como melancolía, ictericia, tristeza, al menos; caray. Lea al poeta en un parágrafo de miedo y escándalo:
“...Fácil es el consejo; la comprensión difícil
Al plácido pastor de vanidades.
Lumbre contra lumbre quiero yo, porque me estoy
Quemando...”
¿Qué es la vida? Quemarse, arder vivo en la propia vestidura. ¿Ser eternos? Caramba, a quien diablos le interesa. Y en fin, presente usted un ser, un alma, un espíritu viviente en mi puerta y entonces, y sólo entonces voy a creer un poco más.
En esta solida y bella antología (selección) he redescubierto y de nuevo al gran Xavier Villaurrutia. Atormentado él. Poeta señero. De los pocos y multifacéticos que han nacido y habitado este país de chocolate expuesto al sol. Este poeta tiene un buen poema., como todos, “Muerte en el frío.” El cual es una reflexión seria, filosófica, bella y punzante sobre eso llamado muerte, milagro, vivir o morir. Todo en un mismo boleto llamado vida, precisamente.
ESQUINA BAJAN
Escribe el poeta: “Cuando he perdido toda fe en el milagro/ cuando ya la esperanza dejó caer la última nota/ y resuena un silencio sin fin, cóncavo y duro...” Caramba, ¿qué queda después de ello? “...Un clima del silencio/ donde se nutre y perfecciona la muerte...”.
Aquí se hace presente, cómo no, un gran poeta injustamente olvidado por su servidor, del cual ya he dado cuenta aquí: Efraín Huerta. Con Huerta no hay medias tintas ni paños tibios: sé es o no se es. Los temas de Huerta como los de Pessoa, como los de Baudelaire, como los de Paul Verlaine forman un enorme corpus con líneas concomitantes. Es donde bulle y hierve el ser humano y toda su calamidad, genio y miserias.
Es decir, en Efraín Huerta aparecen las autoridades civiles del país (a las cuales ataca no pocas veces en sus textos y del extranjero, los representantes del clero, la creciente desazón y desesperanza social ante el estado de las cosas, el Estado policiaco represor, eso llamado hambre... en fin, todo ello es puesto bajo la lupa del poeta en sus versos). Hay un largo poema de Huerta, “Dolorido canto a la Iglesia Católica y a quienes en ella suelen confiar”. Lo vamos abordar en subsecuentes textos, pero de entrada, lea usted este alarido verdadero:
“Bendito sea el temor escalofriante.
Y bendito tu nombre, Jesucristo, varón a sangre y fuego,
Látigo y maldición. Bendito sea tu nombre, como maldito es,
Bajo el polvo de siglos, el crujir de sotanas
(Águilas de rencor y lascivia);
¿Qué son los sacerdotes católicos? “Águilas de rencor y lascivia”. ¿Dónde está Dios? Al leer o releer esta selección de poetas mexicanos, tal vez Dios esté presente en su ausencia: en su silencio ensordecedor. Valgan los oxímorones anteriores. Sí, es como aquel mítico y legendario “Silencio de Buda”. A Buda le preguntaron diez preguntas eternas; entre ellas, ¿el espíritu está en el cuerpo o es independiente? ¿El tiempo tiene fin o es infinito? Etcétera.
LETRAS MINÚSCULAS
¿Qué hizo Buda? Jamás habló. El silencio de Buda. El silencio de Dios: Dios jamás habla.