Hablemos de Dios 235: la poesía nunca pasa de moda
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Gracias al atender estas letras semanales. Sección ya en el corazón de usted lector, el cual es lo más importante para mí. Sigo cosechando hartos comentarios debido a esta arista la cual y por cierto, siempre la he tocado: hablar, escudriñar y otear a Dios a través de las letras de poetas y escritores no sólo nacionales sino internacionales. Pero caray ¿Quién alguien se puede sustraer en hablar o pensar en Dios? o su ausencia, claro.
Y a últimas fechas hemos explorado la poesía de mexicanos aglutinados en la selección “Poesía en Movimiento”, libro editado en 1966, pero de una actualidad formidable. La poesía nunca pasa de moda, jamás se destruye y siempre encontramos en cada nueva lectura, resonancias secretas en sus versos y sílabas.
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Pero en el hoy y ahora, estamos escudriñando a Dios a través de un puñado de poetas mexicanos, también lo podemos y lo debemos hacer mediante algo sencillo y complicado a la vez: Dios en los elementos que nos rodean y usted lo sabe, esos cuatro elementos de la antigüedad la cual es hoy, son: fuego, tierra, agua y aire. Comenzamos dicha variante el día de hoy: los elementos y su influencia o presencia o manejo en Dios. Claro, de la mano de los grandes poetas y su poesía de roca y fuego.
El agua es vida. Bueno, casi siempre. Nacemos en un universo acuoso, el vientre materno. Repito, el agua es vida. Pero, no pocas veces, lastima, hiere y mata (ve las inundaciones de miedo y espanto en Texas, por ejemplo). Jesucristo no pocas veces utiliza en su lenguaje, en su jerga, metáforas, sinónimos y proverbios enlazando la vida del ser humano con el agua. ¿Sed? ¿Sed de vida, amor y eternidad y paz? Sin duda, beber del agua ofrecida por el maestro de Cafarnaúm; pero también, beber el agua primigenia, del agua hecho milagro vivo cuando el cayado de Moisés hizo brotar agua pura en medio del ardiente desierto al sólo contacto de su bastón de mando con la roca yerma.
Y este episodio bíblico, este milagro del Antiguo Testamento es retomado como motivo literario por una poetisa suicida la cual utilizó el agua (como Virginia Woolf, como la mexicana Concha Urquiza, dos mujeres, dos poetisas, dos escritoras también suicidas: muerte por agua) para inmolarse: Alfonsina Storni. Su poema se llama “Si la muerte quisiera”, es un tríptico bien dibujado con un tema eterno: la muerte que enamora. Leamos a Storni:
“Tenemos en las manos un poco de cicuta,
Perdimos de la lengua el sabor de la fruta
Y sabemos que un día seremos olvidados
Por la vida, viajero, totalmente borrados.
***
Tengo sed tan salvaje que me quema la boca
Y ansío beber agua que brote de la roca.
Persigo las corrientes para bañar la piel,
Alimentarme quiero de rosas y de miel...”
Ahora leamos brevemente el fragmento bíblico del profeta Moisés donde éste hace brotar agua de la roca ante un pueblo sediento y todo el tiempo quejumbroso: “Y altercó el pueblo con Moisés y dijeron: danos agua que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová?... Y he aquí que yo estoy delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y herirás la peña (con la vara) y saldrán de ella aguas y beberá el pueblo...” (Éxodo 17: 2-7).
ESQUINA-BAJAN
Pero vea usted entonces como desdobla este episodio: la ausencia de agua es sed, dolor, y no pocas veces, sinónimo de muerte. Si hay sed, o bien, donde hay harta sed, anida la tristeza y la melancolía. Alfonsina Storni hace esta ecuación en su poema “¡Adiós!” y luego, codo con codo, en la poesía “La tristeza”.
La ecuación para Storni es la siguiente: sed es tristeza, la tristeza es una sombra sin fin ni moldura, las sombras engendran a la melancolía y ésta, la muy ladina, fue engendrada en un hospital... sin que Dios se enterará. Leamos los dos cuartetos de Alfonsina Storni al respecto:
“Yo sé que algunos dicen que nació la tristeza
En las rosas de sangre que murieron de sed
Porque habiendo tanta agua, Madre Naturaleza
No se acercó hasta ellas a darles de beber.
Yo sé que algunos dicen que ha nacido en la sala
De un hospital de niños, porque piensas que Dios
No pudo darse cuenta de cómo es fría y mala,
Para un niño, la ley maldita del dolor”.
Y vaya, lo vimos rápidamente, el agua salva o condena. Da vida o mata; de plano mata, como en el vecino Estado de Texas. Jesucristo en una escena memorable (todas lo son), dicta cátedra en un pozo de agua, cuando le pide de beber en un cuenco a la famosa samaritana. Un poeta norteamericano, W. S. Merwin, deletrea: “Deja que el mar y todas sus mujeres/ con sus peines y sus cabellos blancos,/ sus espejos y sus conchas.../ Vengan por la mañana...”
LETRAS MINÚSCULAS
¿Agua, mar, universo acuoso? Haga como el poeta Merwin: déjelo llegar y espere a las musas y sirenas; sin duda, cantarán para usted.