Hablemos de Dios 234: somos espectadores
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Mundo inmundo, estamos viviendo de prestado. Usted y yo, somos espectadores. Pero ojo, podemos modificar el eje de la tierra de así quererlo. Somos espectadores en este gran teatro del mundo y de la guerra la cual está a un tris de desaparecer a toda entidad viviente y vigente. Insisto en mi tiro de naipes o de cubilete: sólo nos queda rezar. Y orar siempre tiene sus beneficios y lleva a buen puerto las súplicas y peticiones. Sin duda. Al menos, yo creo en ello.
No pocos comentarios me llegan y me siguen llegando cuando abordé en pretéritas columnas sabatinas, la lectura del siguiente libro en clave divina: “Poesía en Movimiento” México en la poesía de 1915 a 1966, selección y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis. El prólogo completo es de Octavio Paz: el único sabio mexicano en haber ganado un Nobel de Letras entre nosotros. Y cosa grave y lamentable, hoy Octavio Paz está más olvidado que nunca por la ignorancia de la llamada 4ª Traición: basura, pues.
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La anterior selección de poetas y poemas fue hecha en 1966. Pero dicha nómina de poetas variopintos, no obstante la mayoría muertos, están más vivos, actuales y lozanos al día de hoy, que otros relativamente recientes los cuales ganan becas, pero nadie lee y nadie sabe sus versos de memoria. A los poetas de esta selección, “Poesía en movimiento”, a casi todos usted y yo los hemos leído y hemos hecho nuestros sus poemas. En esta nómina aparecen: Manuel Calvillo, Jaime Sabinas, Gilberto Owen, Salvador Novo; con su prosa poética, aparecen dos ases: Juan José Arreola y nuestro inmenso Julio Torri. También figuran el iracundo de Efraín Huerta, Margarita Michelena, Rodolfo Usigli...
Insisto en mi argumento central con respecto a la crítica o comentario de esta selección de 1966: si usted quiere leerlos en tono de luz, de sol, de nostalgia, de melancolía, de hambre, de comida, de filosofía; vaya pues, en tono divino, usted obtiene respuesta. Así de sencillo y complicado. A la vez y sin contradicción de por medio con esta nómina de poetas convocados.
Todos los escritores recogidos en esta selección hablan de Dios, de la Biblia y de eso siempre inasible, lo sagrado, lo divino. ¿Algunos no lo hacen y abordan otros temas como lo es la vida misma o bien, la muerte emparentada ésta con el mal, la maldad y la oscuridad? Pues por eso es dicha tensión de contrarios: lo sagrado y lo profano. ¿Quién no ha estado tocado por la Biblia completa o uno de sus libros o personajes?
Por lo general, y me incluyo, todos nos decantamos por personajes señeros de la Biblia. Hay gente, no pocos, los cuales dicen y afirman que la Biblia se debe a la prédica de un solo hombre: Pablo. Por lo cual debería de llamarse iglesia paulina y no cristiana. Cosa en lo personal, no comulgo. Pablo era un judío, un asesino. Participó en la lapidación de Esteban. Ya luego en el camino a Damasco, escuchó voces (puf, qué fácil convertirse, pues, y evadir la responsabilidad) y siguió las enseñanzas de Jesucristo. Es decir, el cristianismo está construido sobre las bases de un traidor, de ser así.
ESQUINA-BAJAN
No me voy a meter en honduras hoy en ello. Aunque ya he escrito al respecto antes. He dicho o escrito Damasco. Pues hay un personaje (son tres) el cual participa en Hechos de los Apóstoles. Es Ananías, pero es personaje diferente en cada caso. Ojo, no hay que confundirlos ni es el mismo. Son tres “fulanos” diferentes. Uno es Ananías de Jerusalén, el otro es Ananías de Damasco y el otro es Ananías el sumo sacerdote, el cual estuvo a un tris de hacerle ver su suerte a Pablo, aunque este, cobarde como siempre, se salvó por un pelito de camello.
Pues bien y entrando en materia, el poeta Juan Bañuelos aparece antologado aquí con un poema titulado “Esta noche y sus viejos nómadas de blanco”. Forma parte de su poemario “Puertas del mundo”, el texto está escrito en verso libre y en un alarde al conjugar y conjurar tiempos, culturas y distancias, en su poema hace coincidir (y bien) a Tiresias, ese viejo ciego helénico del cual todos estamos enamorados, habla de Quetzalcóatl, el cual con su astro a cuestas, “anda buscando sitio entre la noche”. Y claro, a mitad del poema nos habla de Ananías. ¿Cuál de los tres Ananías? Lea usted y saque sus conclusiones:
“Que el tiempo nos separe como separa los días y las aguas,
Que la palabra sea como la mano de Ananías y veamos
Por una sola vez,
Por una, lo que nos podíamos ver...”
Gran texto, el cual abre lejanías. Si usted tiene dudas de qué Ananías es, lo remito a leer Hechos de los Apóstoles, capítulo 10. Léalo completo por favor. Por eso y por algo, el poeta Bañuelos habla de la imposición de manos para ver y abrir puertas y distancias a nuestros ciegos ojos.
Lo siguiente se lo he platicado antes: el texto es de José Emilio Pacheco: “En el último día del mundo –cuando ya no haya infierno, tiempo ni mañana– dirás su nombre incontaminado de cenizas, de perdones y miedo. Su nombre alto y purísimo, como ese roto instante que la trajo a tu lado”. Y este ser innombrable pues precisamente es uno de los nombres de Dios, valga la paradoja de por medio.
LETRAS MINÚSCULAS
Su nombre es YHWH. Es decir, algo, nombre impronunciable, innombrable.