Hablemos de Dios 258: El dinero no es del diablo, hay que utilizarlo bien

Opinión
/ 19 diciembre 2025

Gracias por todos sus comentarios señor lector. Esta arista en la cual tenemos al menos ya cuatro/cinco textos con dicha temática, otear a Jesucristo desde su perspectiva de carácter, perfil sicológico, humano, vaya, ha gustado enormidades. No soy el más preparado para ello, pero le repito, estoy acometiendo dicho reto porque un lector, pastor él de una Iglesia Metodista, me lo pidió.

Tarea nada menor, pues. Todos los días trato de investigar algo nuevo, todos los días leo y releo la Biblia con tal de encontrar nuevas resonancias a los dichos de Jesús, sus discípulos y su tránsito por la vida terrena la cual tuvo. Vida de calvario casi toda. Pero este humano hijo de un Dios, nos puede dar claves precisamente de eso, de vida, sus hábitos, costumbres, dichos, palabras y aforismos los cuales nos pueden guiar a nosotros en nuestro trajín cotidiano y azaroso.

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Hoy vamos a tocar un tema “extraño”, digamos, poco abordado en la personalidad del maestro Jesucristo: su relación terrena, muy terrestre con la economía, con el dinero... Así de sencillo y complicado. Confesión: nunca he tenido dinero. Salvo para pasarla bien. Tan bien, que todo el dinero que he tenido en mis manos lo he regalado, dilapidado. Eso de ser magnate no se me dio en mi vida. El ábaco del avaro jamás se me ha dado. De joven, poco; ahora de viejo, menos.

Tal vez tenga una enfermedad congénita la cual me ha hecho repeler los fajos de billetes en mi existencia. Pero ojo, claro que me gusta el dinero. El dinero como vehículo y puente para lograr un fin. En mi particular caso, necesito el dinero y lo busco para varios fines.

Por lo general y repasando mi existencia para escribir esta columna, necesito el dinero para pocas cosas: viajar, comprar libros y discos, halagar a las musas de buen ver, ayudar cuando puedo al jodido (aunque usted no lo crea, lector, hay gente más jodida que yo y sí, necesitan ayuda). Como ejemplo le platico lo siguiente: hace un año y medio le pagué el parto a una amiga. Ella, como buena lady enamorada, su novio la embarazó y pues no, ni se quiso casar con ella y menos atender el parto.

El joven veinteañero no lee las Leyes perfectas de Coahuila. Como era de alto riesgo la cosa, la señorita enamorada era un mar de llanto y claro, su familia le volteó la espalda. ¿Qué hacer? Pues no la iba a dejar sola o morir por falta de atención adecuada. Le estuve pagando en difíciles abonos una clínica particular donde al final, tuvo a su niño. El cual para acabarla de amolar, nació con ciertas insuficiencias de salud. Pero al final, Dios le dejó al bebé a mi amiga. No fue poca lana, por lo demás. Fin. Necesito dinero periódicamente para pagar la renta, servicios...

Al punto hoy: El 15 por ciento de todas las palabras y dichos de Jesucristo en el Nuevo Testamento tienen que ver con el dinero y las posesiones materiales. Y ojo, habla más de ello, que por ejemplo, del cielo y el infierno. Resulta elocuente una vieja anécdota de un comediante norteamericano, Richard Pryor, el cual luego de sufrir un grave accidente y estar en cama, cuando apareció de nuevo en un show televisivo, éste le dijo al entrevistador: “Todo lo que yo podía pensar fue en llamar a Dios. No llamé ni una sola vez al Banco de América”.

ESQUINA-BAJAN

En Mateo 6:21 se lee: “Porque donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón”. El dinero no es el diablo, hay que utilizarlo bien; si lo tenemos, pues hay que administrarlo. Pagar deudas, los servicios, etcétera. Igual en Mateo se lee la siguiente anécdota: “Cuando llegaron a Cafarnaúm, fueron a Pedro los que cobraban el impuesto del templo y dijeron: ¿Vuestro maestro no paga el impuesto del templo? Él dijo: sí...”. ¿Ya vio? Jesucristo sería muy hijo de Dios, muy Mesías y toda la cosa, pero pagaba sus deudas.

Volvemos a Mateo con aquellas famosas palabras que usted ya ha leído: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (6. 19-21. 24). El problema es que nadie sigue estas enseñanzas. Esto de la lana y las riquezas es una adicción. Quien tiene dinero, tiene poder y quien tiene más lana, puede tenerlo todo: poder económico y poder político. Por esto y no otra cosa, nadie osa dejar colgado en el teléfono a Carlos Slim, a José Antonio Fernández o al magnate hoy contra las cuerdas, Ricardo Salinas Pliego.

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Seamos francos, ¿usted cree que tipos como los anteriores nombrados, o los Bringas, Azcárraga, González Moreno, etcétera, van un día a cumplir las siguientes palabras del maestro Jesucristo?: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven, sígueme...” Marcos 10:21. Ahora bien, ¿a ellos les preocupa pasar como un camello por el hoyo de una aguja? Ni les preocupa ni les viene ni les va, señor lector. Por eso este país es un país de jodidos, de pobres. En la medida de sus posibilidades, usted haga lo contrario: ayude al pordiosero. El dinero es un puente, un vehículo para regalar bendiciones a su alrededor.

LETRAS MINÚSCULAS

“Dad y se os dará...” Lucas 6:38. Si usted ya tiene, pues dé un poco. Sólo un poco. Al final de su vida, nada se llevará al otro mundo. O como dijo el filósofo de la canción, sólo “un puño de tierra”. Fin.

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