Haciendo ciudad desde el renovado ánimo del consumo local

Opinión
/ 5 febrero 2025

El consumo local guarda una profunda relación con el urbanismo, sobre todo porque parte importante de quienes en él participan comparten la misma ciudad

No cabe duda de que el presidente de los Estados Unidos es un provocador profesional. Sin embargo, el arranque de este segundo mandato ha mostrado a un Donald Trump más agresivo en su forma de presionar a naciones −amigas o no− a ceder a sus pretensiones.

Teniendo el control de un mercado tan vasto como el estadounidense, la posibilidad de que los productos que se exportan a ese país sean gravados genera una gran incertidumbre que se traduce en una serie de impactos a las economías de las naciones.

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La simple amenaza −que afortunadamente se encuentra en pausa para México, al menos por un mes− de la imposición de un 25 por ciento de gravamen a las mercancías de entrada a la unión americana, ha provocado distintas reacciones en ambos lados de la frontera.

Entre las reacciones en nuestro país se percibe un renovado ánimo ciudadano de acudir al consumo local. Más allá de las razones que hacen que alguien acuda al consumo local, hacerlo genera una gran cantidad de beneficios en distintos niveles, incluso en lo urbano.

En este sentido, conviene recordar que el consumo local guarda una profunda relación con el urbanismo, sobre todo porque parte importante de quienes en él participan comparten la misma ciudad, manteniendo cercanía entre proveedores y consumidores.

Esta cercanía, de escala humana, que suma el valor de la comunicación efectiva, permite que quien consume genere confianza y familiaridad con quien provee, permitiendo dinámicas que serían prácticamente imposibles en tiendas de cadenas comerciales.

Basta con dedicar unos minutos a buscar alternativas a los grandes establecimientos comerciales para advertir que, más cerca de lo que nos imaginamos, existe una diversidad de opciones para abastecernos de lo que necesitamos en nuestros hogares.

Las redes sociales, los mapas interactivos, accesibles mediante plataformas digitales, entre otros mecanismos, facilitan de manera importante la posibilidad de que ubiquemos estos lugares, encontrando alternativas convenientes en precio, calidad y variedad.

Por ejemplo, quienes consumen pan de tiendas de autoservicio, podrían encontrar opciones deliciosas y de gran calidad en panaderías locales, con gran arraigo comunitario y la garantía que ofrecen sus años de servicio a generaciones de consumidores.

Quienes compran productos cárnicos en cadenas comerciales, regularmente congelados y a veces incluso con incertidumbre del tiempo que llevan refrigerados, encontrarán en las carnicerías locales productos frescos y de buena calidad, entregadas al gusto del cliente.

Existe una gran diversidad de productos que encuentran alternativas de consumo local. Frutas, verduras, dulces, botanas, embutidos, lácteos, entre otros, forman parte de aquello que la ciudad puede ofrecer de manera local, con otras ventajas adicionales.

Una de las más importantes consiste en que el consumo local fomenta comunidades más sostenibles, inclusivas y económicamente resilientes, además de favorecer una movilidad más humana, fuera de la burbuja aislante que supone el automóvil.

En este sentido, contar con servicios y comercios cercanos a los que se pueda acceder a pie o en bicicleta, ayuda a fortalecer el tejido social a partir de la visibilidad de las y los vecinos en el entorno urbano, favoreciendo la comunicación y la integración comunitaria.

Menos tráfico vehicular y más movilidad activa abonan directamente en la mejora en la calidad de vida, tanto a partir de la reducción de la congestión vehicular como de la mitigación en la generación de emisiones contaminantes y de contaminación auditiva.

También puede influir de manera importante en la regeneración de espacios urbanos descuidados y hasta abandonados. La instalación de mercados locales, talleres o pequeños comercios contribuye a la revitalización del entorno, haciéndolo más habitable.

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Es necesario considerar que fomentar el consumo local en la ciudad precisa de un cambio cultural. Estamos tan acostumbrados a la comodidad de los grandes supermercados que darnos la oportunidad de cambiar nuestro estilo de consumo resulta no tan sencillo.

Sin embargo, hacerlo puede en verdad sorprendernos. Nos permitirá descubrir facetas de nuestra propia comunidad que desconocíamos e, incluso, abrirnos la oportunidad de participar en esta misma dinámica, no sólo como consumidores.

Un sólido compromiso colectivo, apoyado congruentemente por las autoridades, hará viable construir ciudades humanas y conectadas con su entorno local, panorama necesario para un futuro posible.

jruiz@imaginemoscs.org

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