Migración y dignidad: Los retos que se avecinan para México

Opinión
/ 29 enero 2025

La migración es un derecho humano, uno de los más antiguos y del que todos participamos, directa o indirectamente. Negarlo equivale a negar nuestro origen, nuestras raíces

La migración de personas originarias de Centro y Sudamérica hacia Estados Unidos ha sido un fenómeno constante en las últimas décadas, con claras implicaciones para los países de origen, tránsito y destino.

Para México la migración tiene un impacto significativo pues, además de funcionar como ruta de tránsito para migrantes que buscan llegar a Estados Unidos, sirve también como asentamiento temporal o permanente debido a las crecientes restricciones migratorias.

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Desde una óptica urbanística, uno de los principales impactos que resiente nuestro país tiene que ver con la configuración y transformación de los espacios urbanos que se sitúan en las principales rutas migratorias, particularmente cuando la migración se ve detenida.

La necesidad de alojamiento deriva en asentamientos informales, con viviendas precarias, sin acceso a servicios básicos como agua, electricidad y saneamiento, lo que representa una presión adicional en la gestión de lo necesario e indispensable para vivir.

Las ciudades que cuentan con recursos limitados y problemas estructurales no resueltos enfrentan dificultades para absorber de manera sostenible el flujo de migrantes, lo que consecuentemente acentúa desigualdades sociales.

Las políticas cada vez más agresivas del gobierno de Estados Unidos aumentarán significativamente la población migrante que ve detenido su recorrido, obligándole a permanecer en ciudades fronterizas, entre ellas las de Coahuila.

Estas ciudades precisan de planear lo necesario para atender el flujo de personas que se verán detenidas por un tiempo incierto, a efecto de contener desafíos sanitarios, ambientales y de seguridad, así como de evitar comprometer los servicios básicos.

Dado que algunos espacios públicos se verán ocupados de manera informal, se generará una carga para gobiernos locales, que deberán adaptarse para responder a estos retos, precisando una coordinación efectiva en todos los niveles de gobierno.

Ante la falta de empleos formales por su estatus legal, se verá un aumento en la economía informal, como en el comercio ambulante, la construcción, entre otros. La saturación de la informalidad puede generar conflictos con la población local.

Esto también tendrá efectos notorios en el uso del espacio público, por ejemplo, con la ubicación de nuevos puestos de venta ambulante en calles, plazas y zonas comerciales, generando cambios en la dinámica urbana, la movilidad y la percepción de seguridad.

Dado que la mayoría de las ciudades potencialmente afectadas por la migración no están preparadas para el estancamiento de migrantes, se requiere de políticas integrales que aborden las necesidades de estos y de comunidades receptoras por igual.

Por ejemplo, la necesidad de una política efectiva sobre asentamientos informales, que sufrirán presiones que aumentarán su extensión y complejidad. Contenerles con políticas de acceso a vivienda digna y regularización del suelo ayudará a mitigar esos impactos.

Las políticas oportunas sobre distribución de agua potable, drenaje, transporte y distribución de energía eléctrica en ciudades de tránsito y destino evitarán colapsos en la prestación de servicios y afectaciones por carga excesiva en la infraestructura instalada.

El diseño de espacios multifuncionales de acogida, que cuenten con capacidad para satisfacer necesidades de migrantes, pero también de la población local, evitará que parques, plazas y otros espacios públicos se conviertan en refugios improvisados.

Las estrategias de seguridad pública que generen acciones eficaces a favor de poblaciones vulnerables ayudarán a contener los riesgos en seguridad, sobre todo en ciudades donde el crimen organizado y la trata de personas son problemas persistentes.

Es importante tener en cuenta, ante el difícil panorama que se avecina, que la migración es un derecho humano, uno de los más antiguos y del que todos participamos, directa o indirectamente. Negarlo equivale a negar nuestro origen, nuestras raíces.

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Asimismo, el respeto a la dignidad humana debe ser una premisa en todo lo referente a este tema. La gente que migra no lo hace por gusto, nadie deja su casa como una decisión simplista. La degradación de las condiciones de vida digna es lo que la provoca.

Tener esto en cuenta nos ayudará a abordar la problemática que se presentará de una manera sensible, consciente, empática y pertinente. No hacerlo sólo acentuará una situación ya de por sí compleja.

Abrazar la humanidad por encima de la comodidad, privilegiando la dignidad de las personas, es un mínimo indispensable para un futuro posible.

jruiz@imaginemoscs.org

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