Hasta las amígdalas...
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ESPIAR, según el diccionario de la Lengua Española, significa: “Acechar, observar disimuladamente a alguien o algo”. Una segunda acepción: “Intentar conseguir informaciones secretas sobre un país o una empresa”. Otra definición (Word Reference): Observar o escuchar a escondidas lo que alguien dice o hace. Y ponen un ejemplo para mejor ilustrar: La portera espiaba sus idas y venidas. También apuntan que es: Intentar conseguir información secreta de un Estado. Y ya para terminar con las citas, en el Diccionario Etimológico Castellano se expresa que espiar es “observar o escuchar con atención y disimulo lo que otros hacen o dicen”, y que deriva de la voz germánica spähen, que quiere decir “ver a lo lejos.”
Que “edificante” acción ¿verdad? Y su práctica existe desde tiempos inmemoriales. Precisando, el espionaje gubernamental es antiquísimo. En el libro del general y estratega chino Sun Tzu, escrito alrededor del siglo V a.C, “El arte de la Guerra”, su autor destacaba que: “Los dirigentes brillantes y los buenos generales que sean capaces de conseguir agentes inteligentes como espías asegurarán grandes logros”. De modo que, interceptar comunicaciones, escuchar conversaciones de manera clandestina, entrar a escondidas, SE VALE...
Le comparto ejemplos, para mejor proveer, que para eso está la HISTORIA. En la Biblia, se relata en el libro de los Números que, tras la huida de Egipto, y al llegar al desierto de Parán, Moisés envió a doce de sus compañeros, uno por cada tribu, a Canaán, para que inspeccionaran discretamente las condiciones de aquella tierra y su población. Para enterarse de su número y del tipo de vivienda en que habitaban. También debían informar sobre la flora de la región y recoger frutos. La instrucción se ejecutó a pie juntillas. Lo mismo hizo Josué, antes de conquistar la ciudadela de Jericó. Y es que había que conocer de antemano los puntos vulnerables del sitio. Y sirvió, porque la victoria fue para los judíos. Cabe destacar que los espías fueron auxiliados por Rabah, una prostituta, a cambio de inmunidad para ella y sus familiares. Y va otro ejemplo. En la Roma antigua, los políticos de entonces tenían su propia red de informantes, por esa vía se enteraban de las intrigas o cualquier tipo de movimiento que atentara contra el poder del imperio. El célebre y brillante jurisconsulto Marco Tulio Cicerón se quejaba de que sus misivas eran interceptadas con mucha frecuencia. Seguro que Lucio Sergio Catilinia pagaba en oro la “intercepción”. Y de los mismos tiempos, se da cuenta de que Julio César tenía todo un entramado de espionaje para mantenerse al tanto de lo que urdían sus muchos malquerientes. Pero llegada su hora, de nada sirvió. Murió asesinado el 15 de marzo del año 44 a.C... en plenos idus de marzo...
Y en la Edad Media... que horror. La Inquisición tuvo en muchos casos más poder que los gobernantes. Verbi gratia, el Obispo francés Bernard Gui, escritor y uno de los creadores de la Inquisición, y como jefe de los inquisidores condenó a muerte a no menos de 900 personas por el delito de herejía. Por supuesto tenía a su disposición una poderosa red de “vigilancia”. Escribió un libro: “La conducta de la Inquisición dentro de la depravación de la herejía”, en 1324. En el detalló como se identificaba, se interrogaba y castigaba a los herejes... Y la reina de Inglaterra, Isabel I, también recurrió al espionaje, con un servidor muy “capaz”, Francis Walsingham, que la mantenía un paso delante de sus adversarios. Y le seguimos. Durante la Revolución Francesa, Maximiliano Robespierre y ad lateres, se valieron de “comités de vigilancia” para reprimir cualquier tipo de disidencia. Se calcula que al menos medio millón de personas fueron objeto de sus fechorías. Los historiadores estiman que alrededor de 20 mil hombres y mujeres fueron asesinados sumariamente –de un disparo, apuñalados o ahogados– durante el despreciable gobierno del Terror. Robespierre murió en la guillotina. En Europa, durante los siglos XVII y XIX, hubo gobiernos que crearon burocracia exclusiva para vigilar a la población. Se llamaban “cámaras negras”. Las oficinas de correos “podían” abrir, copiar y volver a cerrar cartas de “individuos sospechosos”, y reenviarlas a los domicilios sin dejar ni el mínimo rastro de la sinvergüenzada. Hay mucha tela de donde cortar. A cual más de los países le han entrado a esta “singular” tropelía. Claro, en nombre, de la seguridad nacional.
En Alemania Oriental, en pleno siglo XX, durante 40 años, a través de la Stasi –Servicio de Inteligencia del Ministerio de Seguridad–, el gobierno sabía vida y milagros de la población. Y en territorio nacional, pues desde la época prehispánica algunos pueblos utilizaron agentes para espiar a vecinos “hostiles”, los llamaban pochtecas. En el siglo XX, en 1918, se introdujeron en nuestro país los servicios de espionaje, operaban desde la Secretaría de Gobernación. En 1924 pasó a ser Departamento Confidencial. En la década de los 30 se sustituyó por la Oficina de Información Política y Social, con mucho presupuesto y personal operativo. Luego, después de la segunda Guerra Mundial, se convirtió en la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, aunada a la creación de un cuerpo de colaboración y acción directa denominado Dirección Federal de Seguridad, a través de esta última se pudieron llevar a cabo detenciones arbitrarias e interrogatorios para obtener información y datos biométricos de los sospechosos. Los servicios de inteligencia de México y los vecinos del norte se estrecharon durante la Guerra fría, para identificar personas y grupos con tendencia comunista. En la década de los 60 y los 80 se vivió una época de persecución, detención y desaparición de personas. Y ya más en nuestros tiempos, entre abril y mayo de 2019, 450 personas fueron espiadas con el spyware Pegasus, de manufactura israelí. Se llegó hasta el litigio. Las partes: WhatsApp y la empresa israelí NSO Group. WhatsApp presentó un listado con estos datos. Esto lo puede usted ver estimado lector en la página de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D). A través del Pegasus se pueden intervenir los teléfonos celulares de quien sea. El sustento que explica esta intromisión, es que es un medio para combatir la delincuencia. Con ella se puede obtener ubicación en tiempo real de los infractores de la ley. Según la legislación mexicana se requiere de una orden judicial para espiar las comunicaciones privadas. Leamos al respecto, es importante conocer el status de una realidad que nos afecta a TODOS. Conozca la reforma legal, usted, directamente.