Justicia extraoficial: ¿resulta sensato esperar peras del olmo?
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Genaro García Luna se suma a una larga lista de personajes públicos mexicanos que, tras enfrentarse a un tribunal estadounidense, es sentenciado por las consecuencias que, en aquel país, tuvieron delitos cometidos en México.
A estas alturas, sabemos que el aparato justicia mexicano se encuentra en un estado deplorable. Cuando llega a hacerse “justicia”, esta no llega por obra de las autoridades mexicanas.
No pocos nos resignamos a que actúe la llamada justicia “divina” que, mezclada con algo de suerte, acaba poniendo las cosas en su sitio. Pero, a veces, como en el caso de García Luna, la justicia llega desde otros países o actores.
Durante el juicio a Genaro García Luna en Nueva York, desfiló una lista de mexicanos impresentables, sujetos a la justicia estadounidense, me parece paradigmático porque exhibe con toda claridad la inutilidad del sistema penal mexicano.
Todo parece indicar que el exsecretario de Seguridad Pública cometió un sinfín de fechorías, que para el sistema legal mexicano y sus instituciones, no significan absolutamente nada, ni antes ni durante, ni después del sonado juicio. La sentencia llegó desde los Estados Unidos, donde fue procesado y juzgado por los efectos de sus delitos en ese país.
Otro caso reciente, ilustra esta inoperancia. La semana pasada en Matamoros, Tamaulipas, en el transcurso de un secuestro, fueron asesinados dos estadounidenses y otros dos consiguieron salir con vida, en tanto que una ciudadana mexicana resultó muerta por una bala perdida.
De este secuestro de cuatro afroestadounidenses y del asesinato de tres personas, se desprenden tres elementos. Primero que unos estadounidenses cruzaron a México por un servicio médico, se extraviaron y encontraron el terror. Por cierto, si hubieran sido caucásicos, nada les hubiera sucedido. El racismo que también se hace presente en el crimen organizado los llevó a una confusión que terminó en tragedia.
Segundo; la lamentable muerte de una ciudadana mexicana herida y muerta por una bala perdida, por la que nadie protestó. Su caso se hizo visible sólo porque estuvo vinculado al secuestro y asesinado de unos estadounidenses, de no haber sido así, se habría perdido en la interminable lista de homicidios anónimos que ensangrientan a nuestro país.
Tercero; la actitud hipócrita del Gobierno mexicano. Todos los días, desde hace décadas, familiares de desaparecidos o asesinados exigen justicia al Gobierno, que, a su vez, ni picha, ni cacha, ni deja batear. Con sus propios recursos las familias investigan y buscan a sus seres queridos. Del Gobierno sólo obtienen estorbos legaloides y estratagemas para escurrir el bulto frente a su responsabilidad.
En los hechos de Matamoros, todo parece indicar que la justicia vino del propio crimen organizado. Creerles o no es otra cuestión. Lo cierto es que entregaron a los supuestos culpables, argumentaron un error, pidieron disculpas y ejecutaron su propia justicia. En este caso no mataron a los presuntos culpables, sólo los entregaron a las autoridades civiles.
Hace un par de semanas el veterano Senador por Iowa, Chuck Grassley, en una carta dirigida al Director del FBI y a la Directora de la DEA, solicitó un cúmulo de información sobre el caso de Genaro García Luna, para ser analizada en el Senado estadounidense.
Considera el Senador que de poco o nada han servido los miles de millones de dólares que los contribuyentes de Estados Unidos han aportado a la guerra contra el crimen organizado en México. Es valiosa esta aportación del Senador. México ha aportado mucho más dinero, y muchísimas más vidas, para absolutamente nada. La cifra de muertes sigue en acenso, la impunidad reina a sus anchas, el sistema de justicia penal y de seguridad pública, incluidos los políticos de todos los partidos, no han servido para nada. Constituyen una afrenta para las víctimas. Pero, ¿resulta sensato esperar peras del olmo?
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