La 4T hostiga a los medios
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El avieso galán citadino y la ingenua doncella rural paseaban por el campo. Vieron a un potente toro que cumplía su genésico deber sobre una vaca. El tipo le dijo con labioso acento a la muchacha: “Me gustaría hacer lo mismo”. Respondió la joven, vacilante: “No sé si eso le parezca al toro”... El juez le leyó al reo la lista de sus delitos: “Robo... Fraude... Asalto a mano armada... Estafa... Atentado al pudor...”. Desconcertado repitió: “¿Atentado al pudor?”. “Sí, señor juez –confirmó el acusado–. No todo en esta vida es cuestión de dinero”... Un orador de pueblo empezó su discurso con una frase lapidaria: “Yo no soy Demóstenes”. Desde el fondo se escuchó una voz: “Sí has de ser, cabrón. Lo que pasa es que te haces pendejo”. Pues bien: yo no soy Casandra. Esa mujer pertenece a lo más trágico de la mitología griega. Era extremadamente hermosa, tanto que el dios Apolo se enamoró de ella. Le otorgó el don de la profecía, a cambio de lo cual le pidió aquellito, si me es permitido el uso de un eufemismo coloquial. En ese tiempo los dioses se conformaban con disfrutar los cuerpos, no como los dioses de ahora, que piden se les entregue el alma. Casandra se le negó a Apolo, y él, en venganza, hizo que nadie creyera los vaticinios de la bella mujer, y que todos la tiraran a lucas, dicho sea con otra expresión del vulgo. Aunque Apolo no me ha pedido nada a mí, seguramente correré la misma aciaga suerte de Casandra si hago esta profecía: las inspecciones extraordinarias serán cada día más ordinarias. Me explico. La 4T, de marcada tendencia dictatorial, ha encontrado una manera de hostigar a los medios de comunicación que critican al régimen. A través de la secretaría del Trabajo envía inspectores que ingresan a las instalaciones de esos medios so pretexto de haber oído hablar de “probables” incumplimientos a la legislación laboral. Piden la entrega de documentos de esto y de lo otro, ya para el momento, ya para los próximos días. Objeto de esa hostilización fue Reforma, diario independiente, lo mismo que TV Azteca, cuyo dueño tiene litigio con el gobierno morenista. Está claro el propósito intimidatorio de esas incursiones, que no obedecen a una denuncia en forma, sino a supuestas suposiciones que supuestamente suponen los represores. De nueva cuenta me revisto con el peplo de Casandra y vaticino que no pasará mucho tiempo sin que ese acoso a empresas se extienda a personas individuales, con posibles cateos a sus domicilios u oficinas y otros modos de amenaza. Mark my words, como en inglés se dice para pedir se guarde en la memoria alguna profecía... Tengo la convicción –y pocas convicciones tengo– de que el lenguaje políticamente correcto es con frecuencia bastante incorrecto. Pone indebidas ataduras a la palabra hablada o escrita, vulnera la libertad de expresión y obliga al comunicador a sujetarse a la corrección política, para lo cual debe caminar como sobre huevos, aunque esto suene a políticamente incorrecto. No se puede ya decir “prostituta”, y menos aún “puta”, Dios nos libre. Hay que emplear el vocablo “sexoservidora”, por más que eso de “servidora” suene a menos. Tampoco es correcto hablar de “sirvienta” o “criada”. Ahora es “trabajadora doméstica”, si bien lo de “doméstica” se escucha mal. Pero basta de peroraciones. Hago a un lado esa artificiosa corrección, especie de moralina laica, y digo que la criadita de aquella casa le contó a una compañera: “El señor y la señora van a ir a un pícnic, y quieren que vaya yo con ellos”. Preguntó la otra: “¿Qué es eso de ‘pícnic’?”. “No sé –repuso la criadita–. Pero por si las dudas voy a ir bañada y con calzones nuevos”... FIN.