La bendición del oro negro es nuestra mayor perdición
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En la escuela aprendimos que el más preciado tesoro para los mexicanos es nuestro petróleo. Los libros de texto nos hablaban de la tiranía de los empresarios norteamericanos que sólo se dedicaban a explotar al máximo el oro negro sin preocuparse siquiera de la dignidad de los trabajadores. Sin embargo, en 1938 estas compañías encontraron un freno con la expropiación petrolera decretada por el presidente Lázaro Cárdenas.
Desde ese momento, dicen los publicistas, el petróleo es de todos los mexicanos, aunque hasta el momento no parezcan claros los verdaderos beneficios de esta riqueza.
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Es cierto que el petróleo ha salvado a México del colapso económico. También es cierto que sin los ingresos por la venta del crudo viviríamos inmersos en la peor de las crisis. Sin embargo, también es cierto que los mexicanos no hemos conocido el nivel de vida que deberíamos tener al poseer yacimientos petroleros como los nuestros.
El petróleo, negro al fin, ha despertado las más obscuras mañas en nuestros gobernantes. En lugar de utilizar el recurso para combatir la pobreza y abatir los rezagos del País, este bien ha servido para financiar campañas políticas y para hinchar el vientre de líderes sindicales corruptos y de funcionarios públicos deshonestos.
El petróleo, más que un motivo de orgullo para los mexicanos, se ha convertido en una pesada carga. En lugar de aprovechar este recurso como un medio de fabricación de productos derivados a bajo precio, exportamos millones de barriles diariamente, que luego regresan al País en forma de computadoras, partes de automóviles, zapatos, llantas, gasolina, etcétera, etcétera, etcétera.
Además, el petróleo ha despertado la más cruel de las ambiciones en nuestros gobernantes. Poseedores del oro negro, como se creen, engendran las peores prácticas corruptas para asegurar la propia existencia y la de toda su descendencia en los siglos venideros.
El petróleo se ha convertido en una pesada carga para nosotros porque estamos siempre ligados a sus caprichos. Si el precio por barril se encuentra por los suelos, entonces los ingresos del País también y por lo tanto tienen que hacerse un sinfín de recortes presupuestales e inventarse nuevos gravámenes para exprimirnos hasta el último centavo. Si sucede lo contrario, es decir que los precios estén altos, entonces también salimos afectados. Aunque parezca ilógico, cuando el costo del crudo se eleva, automáticamente suben también las tarifas de luz y gas, lo cual impacta inmediatamente a todos los mexicanos.
Seguramente algún experto en economía dirá que sin el petróleo estaríamos perdidos, y tiene razón, sin embargo no puede negarse que el petróleo nos pierde. ¿Cuántos funcionarios se han corrompido con tal de acceder de manera ilícita a las ganancias petroleras?
México es un país rico, eso nadie lo duda, sin embargo, los mexicanos hemos actuado de una manera poco pensante. En lugar de explotar los mantos petroleros, nuestro Gobierno debería preocuparse por crear una infraestructura capaz de convertir ese petróleo en otros bienes y así obtener mayores provechos. Pero lo más fácil es ordeñar la vaca y vender la leche, en lugar de hacer quesos o crema. Es triste, pero otros países, especialmente Estados Unidos, se benefician enormemente de nuestro petróleo mientras nosotros, supuestamente dueños de nuestro recurso, creemos tener el futuro asegurado.
Muchas dudas tengo acerca del petróleo. En primer lugar, por qué si somos propietarios de grandes reservas, tenemos que importar gasolina. En segundo lugar, por qué cuando el País gana más por las ventas petroleras, nosotros gastamos más por el alza inevitable en el precio del gas, la gasolina y la luz.
Durante el gobierno de Peña Nieto se implementó una ambiciosa reforma energética que pondría a México a la vanguardia en la industria petrolera. Sin embargo llegó un presidente con los ojos puestos en el pasado y gastó toneladas de saliva en la supuesta defensa de la soberanía nacional prohibiendo la llegada de tecnología para explorar en aguas profundas la existencia de grandes yacimientos. Por si fuera poco, renunció también al uso de energías limpias, y privilegió la contaminante quema de combustóleo y de carbón. Falta menos de un año para que finalice su administración, a Dios gracias, y no ha podido terminar la refinería de Dos Bocas y los efectos al medio ambiente ya son notorios.
Durante décadas, nuestros gobernantes se han equivocado en la manera de administrar la abundancia nuestra. Esto nos lleva inevitablemente a pensar en otras formas de administración, como por ejemplo la participación de la iniciativa privada. Es tiempo de tomar medidas para que el petróleo sea realmente de los mexicanos y no de los pillos que dicen encabezar nuestros intereses desde una oficina de gobierno.
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