La ‘Chicharrita’ bailaba el son que le tocaran en Viesca
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La Chicharrita y Alfredo tenían un gran gusto por el baile, eran los primeros que irrumpían en la pista apenas iniciaba la música. Bailaban como trompo y deleitaban a grandes y chicos
En el monte semidesértico es muy común escuchar en una cierta temporada un continuo sonido, muy ensordecedor, es la manera en que los machos de las chicharras en temporada de celo, atraen a las hembras. Así llaman la atención estos insectos, ya que su etapa adulta es muy corta. A la “Chicharrita” (María del Carmen García Ramírez) la apodaron así porque de niña lloraba mucho y emitía un incesante chillido para que le hicieran caso. Un sonido similar al del insecto, entonces su mamá le puso ese apodo y así la recuerdan hasta la fecha. Sus padres fueron doña Sabas Ramírez y Santos García, fue la novena hija del matrimonio Ramírez García. Nació en Viesca el 16 de noviembre de 1945 y falleció el 9 de febrero del 2023.
La Chicharrita no fue a la escuela y por eso nunca supo leer ni escribir, sin embargo, tuvo la habilidad para desenvolverse y salir adelante. Cuando se casó, su esposo Alfredo le enseñó el valor de cada moneda y billete, también a hacer sumas y restas. Alfredo Guerrero Sánchez llegó al pueblo en 1960, de la Ciudad de México donde vivía, a la edad de 30 años. Primero llegó a Torreón a trabajar en los tranvías, pero al escuchar que en Viesca estaba una fábrica de sal (SULVISA), se trasladó a pedir trabajo, lo contrataron de inmediato y se quedó a vivir en el pueblo hasta su fallecimiento. Alfredo sólo tuvo un hermano, José y a su mamá, doña Natalia Sánchez, se la trajo a vivir a Viesca, aquí terminó su vida. A Alfredo le apodaron “el tlen” (porque fumaba mucho y echaba humo como el tren). Al establecerse en el pueblo conoció y se enamoró de la Chicharrita, que en ese momento tenía 15 años. Al poco tiempo se casaron.
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A la Chicharrita le gustaba la cocina, traía la sazón desde pequeña. Era su pasión. Al casarse se dedicó al hogar. Procrearon 11 hijos: José Alfredo, Natalia (f), Reynalda (f), José Luis, Gabriela, Pedro, María Dolores (f), Francisco Javier, Juan Antonio, María del Carmen y Edgar “el Cantiao”. Le llevaba la comida a su esposo a la fábrica de sal. Cuentan que esos recorridos le encantaban. También tenía el gusto por la costura, contaba con una máquina de coser donde elaboraba colchas de pedazos de mezclilla de los desechos de la fábrica de ropa San José del Álamo, aunque no trabajó directamente en ella, se beneficiaba indirectamente, pues las colchas las usaba para el hogar y otras las vendía en el pueblo.
La Chicharrita y Alfredo tenían un gran gusto por el baile, eran los primeros que irrumpían en la pista apenas iniciaba la música. Bailaban como trompo y deleitaban a grandes y chicos por sus movimientos y pasión en el baile. La gente platica que en aquellos años no se veía en Viesca que alguna pareja bailara danzones, así que verlos zapatear era todo un asombro. A los dos les gustaba ver las películas de Mario Almada, Vicente Fernández, Antonio Aguilar y Pedro Infante. La música y el cine los unía. A los 77 años, la Chicharrita bailaba al escuchar las cumbias, sonreía, subía y bajaba escaleras. Siempre fue muy lúcida. De niña le tocó ver los famosos manantiales que existieron en Viesca, platicaba que la llevaban a lavar ropa ahí y aprovechaban para bañarse y disfrutar de ellos y el oasis de la época.
La familia Guerrero García vivió por muchos años en la casa propiedad de los Hadad (atrás de la iglesia Santiago Apóstol), esa casa fue una tienda en época de bonanza y buena economía en Viesca, el patio iba a dar hasta la calle Dr. Francisco González (la orilla de agua, donde estaba la pilita). El hijo mayor, Alfredo, cuenta que, en una ocasión, cuando era niño, llovió mucho y se hicieron charcos muy grandes. A eso de las 12 de la noche se escuchó el llanto de la llorona, la miró sentada en el marco de la puerta, allá por la pilita. Esa noche se había ido la luz y la puerta de madera antigua estaba abierta, aquella mujer traía un vestido blanco largo y velo en la cara, de quien se escuchó su llanto. La anécdota paranormal se quedó para siempre en la familia de la Chicharrita.
A la fecha, sus descendientes son muy conocidos y queridos en el pueblo. Todos heredaron de sus padres el gusto por el baile y la música, para eso sí, no existe quien les haga competencia. Heredaron la sincronicidad y el ritmo de sus padres que se fundían con la música. Por eso, se dice que ellos “bailan al son que les toquen” y con la pasión de la Chicharrita.
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