La desgracia de Grace

Opinión
/ 12 marzo 2022
true

En 1956 la escritora norteamericana Grace Metalious publicó su novela “Peyton Place”, descripción de un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra parecido al que Sinclair Lewis retrató en “Main Street”. El libro tuvo un resonante éxito. Obra de escándalo, se exhibían en ella los pecados de una sociedad hipócrita que actuaba con decencia cuando la estaban viendo y con indecencia cuando nadie la veía. Algún cínico diría que la novela no versaba sobre Peyton Place sino sobre la naturaleza humana.

La autora, hoy olvidada, vendió en total 20 millones de ejemplares. En 1960 su obra fue declarada “la novela más leída de todos los tiempos”. Superó en tirajes a “Lo que el viento se llevó”, hasta entonces la obra más editada en Estados Unidos. Se hizo de ella una película -bastante buena, por cierto- en la que actuó la estrella entonces de moda: Lana Turner. El film tuvo siete nominaciones para el Oscar, y aunque no logró ninguno sus productores se consolaron con los formidables ingresos de taquilla

¿Por qué la novela tuvo tan grande éxito? La hizo una escritora primeriza que ciertamente estaba muy lejos de ser una segunda Emily Brontë, pero en sus páginas se revelaba lo que en 1948 había descubierto Alfred Kinsey, un zoólogo de la Universidad de Indiana, mi alma mater en el país vecino: en cuestión de sexo caras vemos, de la cintura para abajo no sabemos.

Grace Metalious sacó a la luz las secretas andanzas de los señores y señoras de Gilmanton, un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra. Podía reconocerse en el libro quién era quién. Lo que ahí pasaba sucedía en todas partes. Todas las ciudades eran Peyton Place. Por eso cuando le dije a Salvador Flores Guerrero de qué trataba el libro, el inolvidable Chava resumió su comentario en una sola palabra:

-Saltillo.

No pudo Grace Metalious asegundar su éxito. Publicó tiempo después otra novela que también fue llevada a la pantalla: “Regreso a Peyton Place”. Ahí se cumplió aquello de que nunca segundas partes fueron buenas: tanto el libro como la película fueron mayúsculos fracasos. La escritora se entregó a la bebida. Rechazada antes, odiada ahora con ferocidad por los vecinos de Gilmanton, terminó por divorciarse. Con las regalías de su primera novela se había comprado la mejor casa del pueblo: en ella acabó viviendo completamente sola. Murió en 1962, víctima del alcohol, a los 39 años de edad. Dejó deudas por 200 mil dólares que nadie quiso pagar. Cuando su familia y amistades foráneas intentaron darle sepultura en el panteón de Gilmanton los vecinos se opusieron en forma terminante, y obstruyeron con sus automóviles el paso al cementerio. Nunca le perdonaron haberlos balconeado, como se dice ahora. El escaso cortejo tuvo que buscarle rápidamente una tumba en otra parte.

Ahora el nombre de Grace Metalious vuelve a mencionarse. En el suplemento cultural de “The New York Times” la vi citada como precursora de los movimientos feministas, pues su novela denunció el doble estándar de la moral de los varones. Hoy, la verdad sea dicha, nadie tiene el monopolio de ese doble estándar. Todos, mujeres y hombres -quienes más, quienes menos-, escondemos algún esqueleto en nuestro clóset, sea de pensamiento, palabra, obra u omisión. Los pecados de la cintura para abajo no saben de géneros. Y son, además, bastante democráticos. El que esté libre de piedras que lance la primera culpa.

TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM